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<<Flete de buques para trasportar efectos i jente a cuatro mil pe

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«Hé aquí 71,801 pesos 6 reales que, partidos entre trescientos forajidos, desvalidos o ladrones por defecto de ocupación, dan un cociente de 239 pesos, con que cada uno grava el erario por lo menos, viviendo del sudor de los buenos, sin conseguirse mas que apartarlos un tanto de la vista, i rematarlos en la carrera de los vicios. Si su número es menor, sube su costo, pues siendo uno mismo el gasto se ratea entre menos; i si se aumenta, crece el consumo de alimentos, vestuario, botica, i aún la guarnición, que nunca puede ser menos; i debe ser mas, si es mayor la porción de forzados que ha de custodiar.

«Merecen, entre otros artículos, incluírse en el cómputo los perjuícios i riesgos de los buques conductores de situados, por lo que sus amos rehúsan tanto estos viajes, que ha sido forzoso establecer un rol, que a veces evitan pagando a otros, aún mas del flete fijado a cuatro mil pesos, por escu. sar el trastorno de su jiro i los peligros de aquel puerto.

«Una suma tan mal gastada en cada año, i que es el interés de millón i medio de pesos fuertes, invertida una sola ocasión, redimiría tan considerable

deuda, propiamente nacional; proporcionaría, no solo un depósito de grandes criminales, sino corrección adecuada a faltas leves, cuyo descuído conduce a excesos, pues contiene, mas que la severidad, la exactitud que ordinariamente no observan los jueces por defecto de un destino a que aplicar a los que, no debiendo permanecer en las cárceles mas tiempo que el absolutamente preciso para ser juzgados, no son por otra parte dignos sino de moderada pena.

«El plan es sencillo, i se detallará, sirviendo de norma otros que han desterrado la impunidad, la sevicia i la barbarie. Él escusará también las erogaciones i afanes de otras casas de corrección parcial, en que la construcción i réjimen nada tienen de conforme con el objeto de la institución de unas oficinas de pura detención. Sobre todo, alguna en que no se echan menos, ni el injenioso arte de mortificar del amable Nerón, ni la insultante crueldad de Nabis, ni la complacencia en oír suspiros como en la oreja de Dionisio, ni los ecúleos, catas tas i otros primores de la tormentaria, o ciencia de hacer renegar, donde todo parece compilado por la sublime misantropía de Timón, que, viéndola, esclamaría: Tantæne animis celestibus ira!»

Don Andrés Bello emitió mas tarde, en 15 de julio de 1836, una opinión igual a la manifestada por don Manuel de Salas a este respecto.

«No son desconocidos a nuestros lectores (dice) los injentes gastos que ha causado siempre al erario la subsistencia del presidio de Juan Fernández. El trasporte de los presidarios, su manutención en aquel destino, la guarnición correspondiente, i el gobernador bajo cuyo mando estaba la isla, han consumido en todos tiempos grandes cantidades de pesos en el año, sin que se haya reportado otro provecho, que el tener separados de entre nosotros, por cierto tiempo, un número de malhechores, que en su mayor parte empeoraban de costumbres con aquella residencia, para venir después a causarnos mayores daños, i recibir por ellos talvez el último suplicio.

«En tanto tiempo que cuenta Juan Fernández de presidio, no se ha logrado hacer allí una población cual convenía, ni era posible que se hiciese, estando ocupado aquel suelo por los moradores menos a propósito para formar una sociedad; ni se ha podido establecer clase alguna de industria que aumente la riqueza del estado, estreche i afiance las relaciones con el continente. Los presidarios solo han servido para trabajar en una que otra obra de fortificación, i en lo que ha sido conveniente a los gobernadores, únicas personas que han conseguido provecho de este establecimiento, a veces a costa de privaciones i sacrificios de la guarnición i del presidio.

«Sin contar con la inutilidad de los gastos que allí se espendían, en estos últimos tiempos la resi

dencia del presidio en Juan Fernández nos ha causado males de la mayor consecuencia i enormes pérdidas que debían con su permanencia reproducirse, i que no es posible volver a esperimentar.

«La separacion de la isla, la calidad de sus moradores, sus pocas i a veces ningunas ocupaciones, i, si se quiere, en muchas circunstancias, el jenio poco previsor i la conducta poco arreglada de los gobernadores, han orijinado distintos levantamientos, que a un mismo tiempo han causado daños a los puntos donde han llegado los sublevados, han obligado a hacer gastos estraordinarios, i han hecho perder una gran parte de su importancia a la pena del destierro a aquel presidio, porque han enseñado. prácticamente a los que son condenados a él la posibilidad de escaparse i burlar las penas a que se hicieron acreedores por sus delitos.

«El escarmiento casi se anula con la separación de los criminales a un punto dividido por el mar del resto de la República, i no accesible al común de las jentes. Los presidarios salen a su destino, i su condenación produce solo la momentánea impresión que puede causar a pocos su desgracia en los momentos de verlos salir; pero esta impresión desaparece luego, se olvida su suerte, i no se ven sus trabajos, faltando así los objetos que debieran proporcionar los frutos saludables del castigo».

X

Don Manuel de Salas i su familia tuvieron amistad en Chile con don Ambrosio O'Higgins, uno de los capitanes jenerales mas hábiles i activos que rijieron la colonia.

Cuando este célebre irlandés subió a la presidencia, don Manuel de Salas le escribió una carta felicitarle por su ascenso.

para

El poderoso magnate le contestó en los térmi nos siguientes:

<Mui señor mío,

<Doi a Usted las gracias por las espresiones de afecto i complacencia que me manifiesta en su carta de 13 del corriente con motivo de haber recibido la noticia de habérseme conferido por la piedad del soberano la presidencia i capitanía jeneral de este reino, cuya fineza agradezco a Usted mui particularmente, como igualmente a su amada madre, cuyos pies beso; i ofreciendo a su disposición esta

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