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Es de sentirse que no hubiera podido encontrar el Lautaro, drama orijinal compuesto por su amigo, cuyos borradores se estraviaron.

La intimidad con Camilo Henríquez atrajo a Salas críticas i sinsabores.

Varios corifeos del partido retrógrado, entre los cuales descollaba frai Tadeo Silva, le motejaban con acritud sus relaciones con un fraile apóstata (así le llamaban) que había colgado sus hábitos i sus creencias.

Don Manuel de Salas se limitaba a contestar que tenía permiso concedido por el papa para leer libros prohibidos.

Cuando Camilo Henríquez falleció, don Manuel de Salas acompañó sus restos al cementerio, donde ocurrió la escena referida en el capítulo I de esta biografía, escena que me ha sido relatada por muchos testigos de vista.

No abandonó a su amigo ni en la vida ni en la muerte.

El ilustre repúblico habría podido decir como la heroína de la Eneida: El troyano i el tirio serán tratados por mí sin distinción alguna.

Su corazón magnánimo semejaba a la biblioteca nacional puesta bajo su protección, en cuyos estan· tes había un hueco para todo libro de importancia cualquiera que fuese la relijión de su autor.

Don Manuel de Salas era partidario de la libertad de cultos.

Tuvo también estrecha amistad con el protestante don Diego Thomson.

La tolerancia de don Manuel de Salas no significaba que su fe relijiosa se hubiera debilitado.

En 1821, el director don Bernardo O'Higgins acreditó de ministro plenipotenciario ante la santa sede al arcediano de la iglesia catedral don José Ignacio Cienfuegos.

Don Manuel de Salas había tratado íntimamente a este digno sacerdote en el presidio de Juan Fernández, i se había formado un alto concepto de sus dotes intelectuales i morales.

Cuando supo que iba a Europa, obtuvo que llevase consigo a sus dos hijos don Santiago i don Manuel José Salas i a su sobrino don Pedro José Palazuelos.

Me

parece que las dos cartas siguientes dejan percibir el fondo de su alma:

Santiago, 10 de enero de 1822.

«Hijos queridos,

«La demora del buque me da permiso para escribir estas pocas palabras, dictadas por mi corazón, por el corazón de un padre, a quien ninguno excedió en ternura, ni en deseos de la felicidad de

los que mira como una parte de su ser, i en quienes se siente revivir.

«Los viajes, según un sabio, son el último tratado de un curso de educación; i a vosotros se ofrece en el principio de la que han permitido las inquietudes de una revolución i mis desgracias. Pero, la Divina Providencia que siempre saca prósperos resultados de nuestra sumisión hacia su gloria i nuestra felicididad, oirá seguramente mis confiados votos si, dóciles a su voz, seguís el sendero que os señala al empezar la carrera de la vida i al entrar en el mundo; si, observando las máximas i siguiendo los ejemplos del admirable mentor que os ha deparado, os proponeis imitarle, de modo que vues. tra conducta merezca su aprobación.

«Lo conseguireis si reflexionais en vuestra situación i en el teatro en que os hallais. Ya no existen cerca de vosotros ninguno de aquellos recursos que autorizan los descuídos en las operaciones propias de la sociedad. Los amigos, los parientes, el nombre, las relaciones, todo cesa en países estraños, donde solo es considerado cada uno por sus maneras, por su instrucción, sus oficiosidades, i, sobre todo, por su afabilidad i honradez.

«Estas calidades labran la estimación de los buenos, a quienes debe solicitarse sin afectación, i cau telándose de equivocarse en la elección con mui maduro examen, pues nada hai tan fácil, como equivocarse i ser sorprendido por malvados, viciosos, estafadores (que desgraciadamente hormiguean

en los grandes pueblos), que profesan i estudian el engaño para seducir a los incautos e inducirlos a vicios que los arruínan en salud, intereses i opinión para el resto de sus días.

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«Por eso, ya hoi se mira como una recomendación i honor el andar solo. Talvez basta para calificar mal a un inocente forastero el verle al lado de alguno que no goza de buen concepto, i para alejar al que puede serle útil. A mas de que el arte engañoso precipita a excesos de que se precave el que huye de compañías desconocidas, suele frecuentemente estimular con la mala vergüenza i tener por debilidad o encojimiento la repugnancia a imitar los desórdenes. La firmeza en los buenos principios i la relijión, solo sostienen en semejantes encuentros, i ellos solos hacen el verdadero i sólido honor para con los mismos libertinos.

«Poned el mayor cuidado en escusar el aire de orgullo, esta rídicula pasión de estimarse en mas de lo que vale cada uno. Ni hai motivo para tenerla, ni produce mas que odio en recompensa del desprecio. Espero que os defenderá de ella la simple vista de personas que se encuentran a cada paso, tan superiores por todos títulos, i precisamente las mas humildes i amables por efecto de una alma cultivada i una razón ilustrada, sobre todo, por eludir el aborrecimiento i la risa de los otros.

«Si el ocio i pereza son en todo tiempo i lugar el orijen de la ignorancia, miseria, desprecio, lo son mucho mas cuando nos encontramos en país i si

tuación de aprender i hacernos útiles; de modo que, si no se aprovecha el tiempo, importaría mas haberlo pasado en su rincón, sin el dolor de haber perdido la oportunidad de mejorarse. Los libros i el trato de jentes sabias lo facilitan a la mas lijera dilijencia; principalmente si se solicitan conocimientos que pueden proporcionar al país natal algún adelantamiento que haga la felicidad de otros, i talvez la propia.

«La navegación es el crísol de los hombres. Pa sados los primeros días, en que se agotan las historias verdaderas o falsas de cada uno, entran el fastidio i disposición a reñir sobre bagatelas. Se han de oponer la paciencia i la urbanidad. Pero lo mejor es evitar las conversaciones i el maldito juego; lo que se consigue leyendo, i disponiéndose así para no ser estranjero en los conocimientos que importa tener i que certifican buena crianza.

«En estas ocasiones, suelen adquirirse los dos mas feos i ruinosos vicios del juego o embriaguez, que constituyen a los hombres indignos de la estimación i confianza, o que propiamente los escluyen absolutamente del número de los individuos de la buena sociedad.

«El virtuoso i amable Cienfuegos es vuestro padre, patrono i maestro. No hai respeto ni servicio que no merezca de justicia, i nada os recomendará tanto como su aprecio. Esto solo os obligaría a complacerle ciega i afectuosamente, i a servirle con sumisión i vijilancia en los negocios i en su perso

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