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i sin embargo, i a pesar de las reales cédulas, sobre todo, la de 1777, que le era tan ventajosa, pues declaraba libre de todo derecho el lino rastrillado o beneficiado, su adelantamiento ha sido siempre mui precario. Solo el presidente Avilés consiguió algo en 1796, no tanto para dar a este producto un valor comercial, lo que estaba en contradicción con una real cédula qua acababa de recibir, cuanto para proveer a los habitantes de un tejido entonces mui escaso en el país por motivo de las guerras de Europa. La intención de este mui virtuoso gobernador era también poner fin a la mendicidad que la holgazanería entretenía en el país, i con este fin hizo distribuír por la sociedad patriótica que su celo había provocado, no solamente las semillas necesarias para la siembra, pero también tornos i telares para facilitar a las mujeres pobres el tejido de sus lienzos.

«En este trabajo, fue maravillosamente sostenido por el benemérito don Manuel de Salas, que desde luego hizo de este pensamiento una cuestión de casi toda su vida. Mas que por el cáñamo, se entusiasmó en favor de esta planta, que, por la gran fineza de su obra, miraba como una de las mas importantes para el progreso del país. Desde aquella época no tuvo otro conato, que en favor de su cultivo i de su beneficio, i no descontinuó en escri. bir al ministro de España, pidiéndole obreros para el fomento de su industria». (1)

(1) Claudio Gay, Ensayo sobre la agricultura de Chile, tomo II, capítulo 6.

«A ejemplo de los indios (dice don Claudio Gay) los conquistadores cultivaron el madi para sacar de sus semillas, por espresión o por cocimiento, un aceite que el padre Feuillée apreciaba al igual del de las mejores aceitunas i lo mismo García Hurtado de Mendoza. Pero, con la introducción de los olivos disminuyó poco a poco su uso, de modo que a la fecha es casi enteramente abandonado». (1)

Don Manuel de Salas promovió el cultivo del madi i la estracción de su aceite no solo en Chile. Esparció también sus semillas en las Provincias Arjentinas.

Las desparramó todavía mas lejos: en España.

En el tomo I de esta obra, he publicado la carta que sobre este particular le escribió don Manuel Belgrano.

Tengo en mi poder la siguiente real orden firmada por don Pedro Varela, ministro de hacienda de Carlos IV:

«Con la carta de Usted de 10 de marzo del año próximo pasado, se ha recibido el bote de semilla de madi con la descripción que Usted acompaña de esta planta, en que se especifican las utilidades que pueden sacarse de ella; i enterado Su Majestad de todo me ha mandado manifestar a Usted, como lo ejecuto, que le han sido mui gratas sus investigaciones sobre los excelentes frutos de ese feracísimo país, i que se hará en las provincias mas templadas

(1) Claudio Gay, Ensayo sobre la agricultura de Chile, tomo II, capí tulo 6.

de esta Península el ensayo mas prolijo para las favorables resultas del cultivo del madi. Lo que participo a Usted de real orden para su intelijencia i satisfacción.

«Dios guarde a Usted muchos años.

«Aranjuez, 23 de febrero de 1797.

«Al señor don Manuel de Salas».

«Varela.

La última campaña agrícola de don Manuel de Salas fue en pro de la morera i del gusano de seda.

Don Claudio Gay dice, hablando de las plantas i árboles industriales en su ya citado Ensayo sobre la agricultura de Chile:

«La morera existe en Chile desde la época mas remota, pero solo como objeto de curiosidad, pues jamás se han utilizado sus hojas, a pesar de todo el empeño que tomó el gran filántropo don Manuel de Salas en desarrollar la cría de gusanos de seda en Chile con las semillas que trajo de Europa. Este mismo empeño lo renovó cuando se estableció la sociedad de agricultura; i a su viva solicitud se mandaron pedir a Francia una gran cantidad de planteles que, con las muchas especies del multicaulis que se recibieron de Mendoza, fueron entregados a hacendados intelijentes para propagarlos en sus chacras i haciendas. En aquel momento, los

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chilenos se dedicaron con grande entusiasmo al fomento de una industria a la cual, por lo demás, el clima del país es tan propicio».

El 20 de mayo de 1838, se reunieron en la sala de la universidad varios vecinos importantes para fundar una sociedad de agricultura en Santiago.

El objeto de esta asociación era: 1.o estimular, dirijir i propagar en toda la estensión de la República los estudios i los métodos prácticos para mejorar el cultivo de las tierras i la cría de ganados; 2.° protejer la formación i conservación de los bosques i plantíos; la aclimatación de los árboles, plantas, etc., ya fuera trasplantándolos de un punto a otro del territorio, o importándolos de países estranjeros; 3.o emplear su influjo i conocimientos, según lo permitiesen las circunstancias en el establecimiento de una policía rural i de la lejislación agrícola; i 4.o protejer por todos los medios que estuviesen a su alcance la inmigración de agrónomos i labradores que introdujeran nuevos ramos de industria agrícola o mejorasen los que teníamos.

La sociedad de agricultura se componía de socios protectores, fundadores, residentes i correspon

dientes.

Los miembros protectores debían elejirse entre los funcionarios de la República que por sus altas ocupaciones no podían asistir a los trabajos de la sociedad, pero la fomentaban por todos los arbitrios

posibles, i «entre los ciudadanos beneméritos que por sus grandes esfuerzos en favor de los adelantamientos industriales i por sus estraordinarios servicios a la sociedad se hubieran hecho o se hiciesen acreedores a esta distinción».

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Los estatutos fueron discutidos i acordados en los días 13 15 i 17 de mayo de 1838 por don Manuel de Salas, don José Santiago Aldunate, don Andrés Bello, don Pedro Palazuelos i Astaburuaga, don José Gabriel Palma, don Manuel Carvallo, don Juan Manuel Cobo, don Buenaventura Marín, don Rafael Larrain Moxó, don Domingo Eizaguirre i don Miguel de la Barra, quien había concebido la idea de la institución i tomado a su cargo el realizarla.

En la sesión celebrada el 20 de mayo, después de haberse elejido presidente a don Domingo Eizaguirre i a los demás oficiales de la sociedad, don Miguel de la Barra «propuso se nombrase al presidente de la República don Joaquín Prieto patrono de la sociedad, en atención al interés que había mostrado por su establecimiento i a la protección jenerosa que le había prometido; i verificado así por aprobación jeneral, presentó también para socios protectores, entre los altos funcionarios, a don Joaquín Tocornal, ministro de estado en los departamentos del interior, relaciones esteriores i hacienda, a don Mariano de Egaña ministro de justicia, culto e instrucción pública i a don Ramón Cavareda, ministro de guerra i marina; i entre los

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