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transación de parte del Jefe del Estado, tenía necesariamente que traducirse en la práctica, en una entrega de la autoridad á los revoltosos, ó en una falta de entereza en el Gobierno ante los peligros de la situación, soportados en casos iguales con ejemplar energía por los fundadores del orden público en Chile, produjeron muy luego la reacción y se siguió sin vacilar la idea de Balmaceda y de algunos de sus amigos, de resistir hasta vencer ó morir, á costa de salvar las sabias tradiciones del buen Gobierno, y de no debilitar en lo menor el principio de autoridad, que había sido el origen y razón de ser del crédito exterior y del progreso moral y material de la República.

En el mismo salón de Despacho, se impartieron desde la mañana de ese día las órdenes verbales ó telegráficas para aprisionar á los autores de la Revolución; para tomar medidas extraordinarias que aseguraran el orden público; para clausurar las imprentas que habían sido los focos del movimiento; para impedir reuniones en plazas, calles y otros puntos, que tuvieran por objeto prestar concurso á la Escuadra; para preparar la resistencia nacional; para vigilar el ejército é impedir que se amotinara; y para llevar á cabo lo que fuera necesario para ahogar la insurrección en su cuna, si fuera posible, ó batirla en brecha donde se presentara en forma hostil.

Es dificil, muy difícil que Jefe de Estado alguno, mostrara como Balmaceda en trance tan imprevisto, mayor resolución de carácter, mayor entereza de espíritu, mayor audacia de procedimientos, mayor incansable actividad y valor moral más sereno.

Puede mostrarse ó se habrá mostrado igual abnegación y firmeza; pero, creo imposible que pueda llegarse más allá de la línea de acero que se trazó en su alma el 7 de Enero.

Esta actitud inicial de Balmaceda se verá mantenida con la lógica y unidad de una fórmula matemática hasta el día de su muerte. Desde el 7 de Enero al 19 de Septiembre de 1891 la vida, resoluciones, é ideas de tan insigne estadista se parecen á las facetas de un mismo diamante. Valiente, tranquilo, resuelto á todo, convencido hasta las

últimas profundidades de su conciencia y de su pensamiento, penetrado de sus deberes de hombre y de primer mandatario de un pueblo enérgico, é inspirado en el ejemplo de sus predecesores en el Gobierno de la República, comprendió desde el momento inicial cuál debía ser su conducta y, con la entereza de Portales y la inquebrantable energia desplegadas en épocas tormentosas para Chile por Prieto, Bulnes y Montt, comenzó su marcha al través del sendero que le habian fijado su honor y su patriotismo.

En este período crítico de su existencia se trazó el programa que inscribió entre los pliegues de la bandera que debía acompañarlo sin cesar y que á su muerte sería su único consuelo y su mortaja.

En publicación anterior à la presente, condensé este programa asi:

⚫ Sostenía, en la forma más sincera y más honrada, cinco principios que parecían haberse esculpido en su alma de estadista, al extremo que llegaron hasta la hora de su muerte como á ser parte de su conciencia, de su pensamiento y de su corazón:

› 1.° Que la grandeza y el porvenir de Chile están basados en el principio de autoridad y en el orden público: » 2.° Que la mayoría del Congreso estaba fuera de la Constitución, de las leyes y de las prácticas tradicionales de Gobierno al querer abrogar las atribuciones privativas del Presidente de la República;

» 3.° Que el triunfo de la revolución seria la ruina del país y el punto de arranque de incesantes perturbaciones; » 4.° Que mancharía la memoria de sus predecesores en el Gobierno, y apareceria ante la historia como un funcionario indigno del puesto que le designó el pueblo, en el caso que dimitiese ó se rindiese con menoscabo de la respetabilidad de su magisterio; y

» 5.° Que al obrar como lo hizo estaba dentro de la letra, del espíritu y de la mente de la Constitución y de

sus autores.

» Estas ideas se venen todos sus decretos, en todos sus

discursos, en todas sus conferencias, en todas sus cartas, en todos y cada uno de sus actos hasta que bajó al sepulcro con el estoicismo de un espartano (1) ».

Su sangre fría, su dominio de si mismo y su absoluta posesión de las responsabilidades que lo envolvían en trance tan supremo, brillaron con especialidad en el mes de Enero, desde que la sublevación de la Escuadra cayó como una bomba sobre la Capital, hasta que pudo eontarse con el ejército y elementos indispensables para contener cualquier ataque repentino sobre Santiago y Valparaíso.

Antes del 7 de Enero habían llegado á la Moneda sordas murmuraciones, ecos subterráneos, que presagiaban un motín de la guarnición de Santiago. Se sondeaba aquí y allá, se escudriñaba el horizonte; pero, nada de tangible se recogía. Vagos presentimientos, problemas que urdían las zozobras de la sospecha, denuncios incesantes, é informaciones contradictorias que forjaba la extraña entidad moral personalizada por el ilustre trágico contemporáneo español Echegaray y formada por la resultante de todo lo que se exagera, trama, ensancha, tergiversa y descompone en el inmenso laboratorio social.

Balmaceda todo lo escuchaba y combinaba con increíble estoicismo y con su legendaria amabilidad.

En la noche del 7 de Enero y en las dos siguientes, que fueron pasadas casi en vela por él y por los que le acompañábamos en la Moneda, se esperaba de momento en momento un anunciado asalto organizado por parte de la guarnición y por elementos políticos sacados de la juventud opositora y de las Cofradías al servicio del Clero y del partido Conservador.

Los anuncios, despejados un poco, volvieron á reproducirse con mayor intensidad entre el 15 y el 25 de Enero. Los Jefes superiores de la Policía y del Ejército de la capital traían detalles casi exactos de las conspiraciones

(1) Perfil Biográfico de Balmaceda que publiqué en El Comercio de Lima al saber la noticia de la muerte de tan ilustre ciudadano. 2

TOMO II.

cuyos hilos se percibian aquí y allá. Era público y notorio que manos ocultas ponían reguero de pólvora en torno del Gobierno para encenderlo cuando los jefes y hombres de la revolución estuvieran acordes para dar el golpe y apoderarse del Jefe del Estado y de la Capital.

En aquellos días aciagos y de terribles inquietudes, Balmaceda pasaba hasta muy tarde de la noche esperando el momento del asalto y de la sublevación. En el dia combinaba con los Jefes superiores de la Policía y del Ejército los medios de defensa y el plan de seguridad, y después esperaba con impasible resignación la hora del estallido.

Hubo noches en que se fijó hasta la hora precisa del motin. Los denuncios eran especialmente sobre el 5.° de Linea y la Artilleria núm. 2.

El incansable y heroico General Barbosa era el centinela avanzado de aquella critica situación. Todas las noches visitaba asiduamente los cuarteles.

Era admirable su sangre fría y su valor sereno.

Pasada la revolución he podido ver confirmados en todas sus partes los denuncios que se tuvieron en la Moneda en el mes de Enero de 1891. En publicaciones casi oficialesse dan hasta los detalles más insignificantes del doble motín que debía tener lugar, el uno el 18 y el otro el 22 de ese mes.

La Junta Revolucionaria de Santiago señaló á varios Jefes partidarios del Congreso y de la Escuadra, para obtener la sublevación del 5.° y del 8.° de línea, de los Cazadores y de la Artilleria núm. 2.

El Teniente Coronel Enrique del Canto, encargado de obtener la adhesión del Comandante del 8.° de línea, y el Teniente Coronel Boonen Rivera, encargado del Regimiento de Cazadores, se dieron muy luego por vencidos. El Coronel Gorostiaga, comisionado para sublevar la Artillería, casi fué tomado preso en los momentos de esperar la conferencia con uno de los Jefes de ese Regimiento. Igual resultado se obtuvo con la tentativa hecha por el Teniente Coronel Aníbal Frías con el Comandante del 6.o de Lines.

Los esfuerzos principales se contrajeron sobre los subalternos del 5.o de Línea y de la Artillería núm. 2.

Algo se consiguió en ambos cuerpos; pero, la prisión del Sargento Mayor Carlos Gatica, uno de los brazos de la conspiración, echó por tierra la tentativa del día 17 de Enero.

Esto no desalentó á los conjurados, y se siguió en la obra de zapa en los mismos dos cuerpos. A falta de Gorostiaga para la Artillería, se puso en acción á los Coroneles José Manuel Novoa y José de la Cruz Salvo.

La mina se extendió á la Policía de Santiago donde la revolución encontró cooperadores en Rodolfo Ovalle y Julio B. Sanhueza.

Se puso en acción también á parte de la juventud disciplinada por Pedro Lira y á dos mil hermanos de la Cofradía de San José.

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Según el plan, el motín debía estallar á las 10 de la noche del día 22 y comenzaría con la salida de su cuartel del 5. de Línea para trasladarse á la Plaza de Armas, y seguir con la concentración sobre el mismo punto y sobre la Alameda de los hermanos de la Cofradía de San José, de los Jóvenes, de las brigadas de Policía de Ovalle y de Sanhueza. Hechas las reuniones, los grupos de Jóvenes con las dos brigadas de Policía debía dirigirse sobre el Cuartel de Artillería. Tomado éste, todo concluiría en la Moneda (1).

El día 22, Carlos Wálker Martínez enviaba á los Comandantes Frías, Del Canto y á algunos otros la siguiente orden:

« Monten á caballo y vénganse al centro, por que hoy es el día que hemos señalado para efectuar un movimiento que llevaremos á cabo con dos mil Cofrades de la Sociedad de San José ».

Las comisiones de Jóvenes y la Junta Revolucionaria estuvieron en sus puestos. Para obrar se esperaba que antes de las 10 de la noche dieran aviso los oficiales del 5.°

(1) Véase El Mercurio de los días 6, 7, 8, 9, 10 y 12 de Diciembre de 1892.

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