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» En breve quedará constituído el Gobierno regular y definitivo del país.

En estos momentos tan solemnes para la República es cuando los hombres que han sabido luchar en defensa de las libertades patrias deben guardar mayor homenaje á las autoridades constituídas y á la ley.

>> Tened confianza en que á todos se hará plena justicia. MANUEL BAQUEDANO. Álvaro Covarrubias.

Tras de esta proclama se envió al cuerpo Diplomático, á los Intendentes y á los Gobernadores, la siguiente circular:

Santiago, 29 de Agosto de 1891.

» Tengo el honor de poner en conocimiento de V. E., que en la mañana de hoy el Presidente de la República hizo dimisión de su puesto y me confió el mando de las fuerzas de esta Capital.

>> He aceptado el cargo en cumplimiento de mis deberes de ciudadano y de soldado, con resolución de ayudar con mi mayor esfuerzo el respeto de la ley, de las personas y de la propiedad y en la certeza también de que el vecindario de Santiago, en cuyo nombre tengo el ejercicio provisorio de la autoridad, contribuirá con todo su celo y patriotismo á salvar la situación creada por el súbito fenecimiento del poder existente.

» Puede, pues, V. S., invitar á sus connacionales á volver á sus negocios ordinarios en la confianza que tendrán, junto con la simpatía del pueblo de la Capital, la protección especial del Gobierno Provisorio, y que en el doloroso conflicto que ha sufrido la República, hoy felizmente terminado, no sean pertubadas las buenas relaciones de Chile con las potencias que V. S. dignamente representa en Santiago.

Quiera V. S. recibir, trasmitiéndola también á su Gobierno, esta comunicación oficial de los sucesos ocurridos y del puesto que invisto transitoriamente, asegurar que los intereses de extranjeros no sufrirán menoscabo alguno, y que el restablecimiento del régimen constitu

cional y regular afianzará las garantias otorgadas por las leyes de la República en grado igual à nacionales y extranjeros.

>> Con este motivo me congratulo en expresar á V. S., los sentimientos de mi más deferente consideración. MANUEL BAQUEDANO. - Álvaro Covarrubias. »

El mismo día 29 se destituye á los Ministros Plenipotenciarios de Francia, España, Brasil, República Argentina y de otros puntos.

Además se hicieron varios nombramientos.

Se nombró Intendente de Santiago á Carlos Lira, que ya lo era del Comité Revolucionario.

Inspector General del Ejército al General de Brigada Marco Aurelio Arriagada.

Comandante General de Armas al General de Brigada Luis Arteaga.

Inspector de Guardias Nacionales al General de Brigada Alejandro Gorostiaga.

Para desempeñar la Alcaldía Municipal al ex-alcalde Ambrosio Rodríguez Ojeda.

Comandante de la Guardia del orden de Santiago al Coronel Domingo Toro Herrera.

Comandante de Zapadores al Coronel Gabriel Álamos, tal vez para conservar mejor la organización de dicho Cuerpo en momentos de crisis.

Director general de Correos á Ramón Luis Irarrázaval.
Director de Telégrafos al ingeniero José Manuel Figueroa.
Intendente de Talca á Abdon Silva.

Intendente del Ñuble á Juan A. Ojeda.

Intendente de Curicó á Tomás Marchant Pereira.

Intendente de Concepción á Victor Lamas.

Intendente de Aconcagua á Aníbal Contreras Puebla.

IV

Restablecida la linea férrea entre Valparaiso y Santiago, el 31 de Agosto se dirigió Jorge Montt á Santiago, y lo mismo parte del Ejército, 2.a y 3.a Brigadas.

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À las 4 1/2 p. m. del 2 de Septiembre fondeó en Valparaiso el vapor Arequipa, conduciendo á su bordo al resto de la Junta de Iquique.

La recepción que se hizo en Santiago fué con todo el aparato posible.

Instalado el nuevo Gobierno en la Capital se envió al Cuerpo Diplomático la circular del caso.

En los días siguientes se organizaron banquetes, bailes, fiestas extraordinarias, Te Deum, y varias otras manifestaciones que formaban doloroso contraste con el llanto de viudas y de familias que habían perdido deudos del corazón, y con la desgracia de los vencidos, que eran hermanos...

Para que se aprecie el carácter moral de Balmaceda, evocaré un recuerdo.

Se sabe que durante su Gobierno tenía el hábito de dar banquetes de tiempo en tiempo en la Moneda.

Pues bien, desde el 7 de Enero suspendió toda celebración y banquete en la Moneda, porque decía que el país debía estar de duelo con las desgracias que lo afligian.

Cuando se obtuvieron victorias ó hubo hechos de armas de importancia como el hundimiento del Blanco, no faltó quien le propusiera la organización de una fiesta pública, á lo que contestó más o menos lo que sigue :

Las victorias contra hermanos no se celebran con fiestas. Son hechos dolorosos impuestos por el deber de salvar las instituciones; pero, no pueden ni deben ser causa de manifestaciones de júbilo.

¡Qué contraste con los vencedores de Concón y de

Placilla!

Mientras la patria gemía ante la pérdida de más de 10,000 de sus hijos, con la inversión por ambos lados. de más de 80.000,000 de pesos, con el luto de tantas familias, con el abismo de sangre y de odios abierto en el corazón de la sociedad, con el descrédito exterior y con el cortejo de ruinas y desastres que deja tras si toda guerra civil, los vencedores de Concón y de Placilla se entregaban á saraos espléndidos, á banquetes embriagadores, á bailes entusiastas.

TOMO II

40

Hasta la Iglesia prestó su culto y su voz á estas crueles manifestaciones contra hermanos.

Palpitan todavía en las frías bóvedas de la Catedral de Santiago las palabras de odio y de anatema lanzadas por un sacerdote, que había sido Capellán de la Moneda durante el Gobierno de Balmaceda, y que escogió un púlpito, destinado á explicar las doctrinas humanitarias y de caridad del mártir del Gólgota, para dar libre desahogo á la más audaz denigración contra los vencidos, y contra el que hacía pocos días había dado desde su puesto de Presidente de la República pruebas de confianza al predicador que lo difamaba con tal impiedad.

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Al asilarse Balmaceda en la Legación Argentina, se le dió por alojamiento una pieza en los altos de la casa de Uriburu, que daba á la calle Miguel Luis Amunátegui.

Sólo los dueños de la casa lo visitaban y Uriburu solía hablar con él en la noche.

El servicio lo hacía una antigua sirviente que tomó á Balmaceda gran cariño.

En los primeros días no quiso leer los diarios; pero, después los pidió y sólo entonces pudo imponerse de las persecuciones en masa ordenadas por el nuevo Gobierno, de la disolución del Ejército leal y de las desgracias que los vencedores desencadenaron contra los que habían defendido el orden público.

Balmaceda llegó á obtener la convicción profunda de que la serie de metódicas persecuciones contra sus amigos eran el resultado del odio que se tenía á él. No podía ni siquiera concebir que tan cruel hecatombe de em

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