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á ponerle en salvo, le otorgaria el rey el señorio de Soria y de Almazan y otras villas para sí y sus descendientes, con mas docientas mil doblas de oro castellanas. Recibió al pronto Duguesclin la propuesta como ofensiva é injuriosa á un buen caballero, mas insistiendo el Sanabria en que lo meditase y reflexionase, ofrecióle Bertrand que habria sobre ello su consejo y le contestaria. Consultólo en efecto con algunos de sus amigos y allegados, los cuales fueron de parecer que lo contara al rey don Enrique. Hízolo asi el caballero breton, faltando ya en el hecho de tal revelacion al sagrado de la confianza y del sigilo. Pero restaba consumar con la alevosia lo que comenzaba por una falta de caballerosidad. Oyó don Enrique lo acontecido, y diciendo á Duguesclin que él le haria las mismas y aun mayores mercedes que las que en nombre de su hermano le habian prometido, le incitó á que fingiese asentír á la propuesta de Men Rodriguez de Sanabria, diciendo á este que podia el rey don Pedro venir seguro á su tienda, donde hallaria preparados los medios que le habian de proporcionar la fuga. Así se practicó como lo proponia don Enrique.

"Desconfiado y suspicaz como era don Pedro, no descubrió la celada alevosa que se le preparaba, ó bien porque creyera en los juramentos con que le aseguraron, ó bien porque el afan de verse en salvo no le diera lugar á la fria reflexion; y saliendo una noche del castillo con Men Rodriguez de Sanabria, don Fernando de Castro y don Diego Gonzalez de Oviedo, entróse confiadamente en la tienda de Duguesclin. "Cabalgad, le dijo, que ya es tiempo que vayamos." Como nadie le respondiese, don Pedro sospechó la traicion y quiso huir solo en su caballo, pero le detuvo Oliver de Manny. Entonces se llegó don Enrique armado de todas armas y dirijiéndose á don

Pedro: "manténgavos Dios, señor hermano," le dijo; y don Pedro esclamó: !ah traidor borde! (1) ¿aqui estais? (2) Y dicho esto se abalanzó á su hermano, y agarrados los dos cuerpo á cuerpo, cayeron ambos en tierra, quedando encima don Pedro, que hubiera acabado con el bastardo, si Bertrand Duguesclin tomando con su herculea mano por el pié á don Enrique, y dándole la vuelta no le hubiera puesto sobre don Pedro, diciendo estas palabras que la tradicion ha conservado: ni quito ni pongo rey, pero ayudo á mi señor. (3) Entonces el bastardo degolló á su hermano con su daga y le cortó la cabeza."

Es claro que este historiador atribuye las palabras en cuestion al caudillo de las compañias blancas auxiliares de don Enrique. "Pero la historia, ha dicho el mismo escritor, es un tribunal permanente, que tiene que juzgar por el proceso siempre abierto de los documentos."

Uno ha puesto la suerte en nuestras manos, en vista del cual nos hemos propuesto y proponemos la cuestion á nuestros lectores.

Es una declaracion prestada en el proceso que nos sirve de base en este estudio, en la cual se lee:

"Dijo este testigo que tenia noticia del dicho Gonzalo Rodriguez de Ledesma, el cual decian estaba enterrado en la iglesia mayor de la dicha villa, en la capilla que en ella habia dejado fundada; el cual habia sido hijo de Men Rodriguez de Sanabria, por quien se dijo: ni quito rey ni le pongo, pero sirvo á mi señor como estoy obligado."

1-Borde, anticuado de bastardo.

2-Froissart cuenta que cuando entró don Enrique preguntó: "¿donde está ese judio hi. de p....que se nombra rey de Castilla? Ou est ce fils de putain qui s'apelle roi de Castille? y que don Pedro replicó: “el hi. de P.... sereis vos, que yo soy hijo legitimo del buen rey Alfonso de Castilla."

3-Algunos dicen que quien revolvió á don Enrique y le sacó de debajo de su hermano fué el visconde de Rocaberti, aragonés. Parécenos este hecho mas propio de la gran fuerza física de Duguesclin.

Este testimonio, fundado en la tradicion, contradice lo espresado por el historiador de España, que se refiere tambien á la tradicion en este punto; por consiguiente nos encontramos en el caso de dar la preferencia á aquel de los dos testimonios que reuna á su favor mas probabilidades.

Desde luego se observa una diferencia notable en el tercero de los verbos empleados en las dos tradiciones: "ni quito ni pongo rey, pero ayudo á mi señor," dice el texto de Lafuente.

"Ni quito rey ni le pongo, pero sirvo á mi señor como estoy obligado," dijo el deponente de nuestro proceso.

Bertrand Duguesclin, en su rol de ausiliar, pudo usar con propiedad de la palabra ayudo, en el caso dado, pero no unida á las que le siguen, esto es, no pudo decir ayudo á mi señor, porque estas palabras suponen un súbdito en quien las dijo, y no un aliado ó ausiliar.

Por el contrario, un vasallo, como Men Rodriguez de Sanabria, hablando con propiedad, al referirse á su rey, se habria espresado del modo que manifiesta la declaracion del proceso, sin que le estuviera mal, tampoco, usar del otro verbo, empleado en la tradicion que sirvió á Lafuente.

Ademas, el autor de la frase dijo terminantemente: ni quito rey ni le pongo, lo que podia decirse por un vasallo del rey legitimo, como Men Rodriguez; pero que no vendria bien en boca de quien precisamente ayudaba á quitar el rey lejitimo para poner al usurpador, como Bertrand Duguesclin.

No espresa nuestro documento la ocasion en que tales palabras fueran pronunciadas por Men Rodriguez de Sanabria; pero basta recordar la lealtad de este caballero, para comprender que en muchas ocasiones pudo proferirlas.

Por consiguiente, creemos que las palabras en cuestion pertenecen originalmente á Men Rodriguez, quien pudo espresarlas sin falsear su carácter, ni su posicion como súbdito siempre fiel del barbaro rey de Castilla.

II

Infamias de Bertrand Duguesclin

Fernandez y Gonzalez termina el epílogo de su interesante novela, con las siguientes palabras:

"Men Rodriguez de Sanabria estuvo mucho tiempo preso, y despues de la muerte del rey don Pedro abandona su nombre la historia.

"Nosotros sin embargo, que solo nos habiamos propuesto dar al público en una novela la abnegacion y los inmensos sacrificios de este buen caballero, respecto del rey don Pedro, mientras aquel monarca vivió, empeño que creemos haber cumplido, como quiera que este personage se nos ba hecho al tratarle simpatico, hemos procurado averiguar lo que fué de él, despues de su prision, y habiendolo conseguido nos proponemos relatar á nuestros lectores cuanto Men Rodriguez hizo por la memoria del Pedro bajo el reynado de Enrique II el fratricida.”

rey don

A nuestro turno hemos procurado averiguar, si el distinguido escritor cumplió con la promesa contenida en las lineas precedentes; pero ninguna noticia hemos podido obtener sobre ese trabajo.

Tenemos, por consiguiente, que limitarnos á los datos de nuestro proceso que se relacionen con el prisionero de Montiel, despues de la muerte de su rey.

La infame conducta de Bertrand Duguesclin, que preparó el horrible fratricidio, convirtiendo la tienda del caballero en trampa carnicera de un rey vencido; conduc

ta que, á no estar conforme todos los testimonios, sería increible respecto del caudillo que la historia considera hasta entonces sin mancha, debió producir honda indignacion en el alma de Men Rodriguez de Sanabria; y el deseo de castigar como caballero tanta alevosia, ó sucumbir como caballero en el lance, fué una resolucion tan propia del noble montañes, como honrosa para el nombre castellano.

Men Rodriguez arrojó el guante á Duguesclin; pero el famoso condestable, á quien todos estan conformes en atribuir extraordinaria fuerza física y gran destreza en el manejo de las armas, lejos de levantarlo, como lo habria hecho el último de los caballeros de su tiempo, soportó como un cobarde que Men Rodriguez lo arrastrase en efigie por el campo, tomando por motivo esta digna accion de su humillador, para cometer una nueva infamia: le acusa por el hecho á don Enrique, y obtiene la confiscacion de los bienes y el destierro perpétuo de Men Rodriguez.

A tal estremo llegó la degradacion del célebre aventurero, que habia dicho con jactancia que "sabria siempre hacerse temer de sus enemigos."

Ese proceder de su parte, no tendria para nosotros esplicacion, si no mediase la espada del valiente con quien tenia que habérselas, y el temor de perder en el lance los señorios y las docientas mil doblas de oro castellanas que recibió en pago de su vileza.

Esto debió hacerle amar la vida por entonces, procurando el alejamiento y la ruina de Men Rodriguez de Sanabria.

Que hable ahora sobre el particular el deponente de nuestro proceso:

"Y sabia, dijo este testigo, de sus mayores é mas an

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