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de su manejo, el que debería llevarse con el mejor orden y mayor claridad.

>>Es también imposible al contribuyente tener noticia de cada uno de los derechos, saber claramente lo que debe contribuir, cómo y por qué razón debe hacerlo; cuya ignorancia hace más difíciles las contribuciones, aun en los mejores vasallos, que son incapaces de defraudar al Real Erario, bien persuadidos de que tienen obligación de soportar los gastos de la corona, con la manutención de la tropa, para su defensa, y los sueldos de los empleados, en mantener la recta administración de justicia, y á quienes por lo mismo sólo es repugnante la arbitrariedad de los dependientes, nacida de la multitud de reglas y su complicación, y la violencia ó mal modo con que se suelen conducir los subalternos inferiores.

»

>> Todo esto es muy difícil de remediar mientras haya tantas exacciones, y algunas de ellas tan complicadas y de una graduación y calificación difícil, que debe quedar precisamente al arbitrio del exactor.

»

>> Por lo mismo, convendría disminuir mucho el número de rentas, aunque fuese á costa de recargar algo las principales, para indemnizar con aquel exceso á la Real Hacienda de lo que perdía ó dejaba de cobrar en la supresión de las

rentas menores.

>> Convendría también uniformar los nombres de las exacciones, que, siendo unas mismas, suelen tenerlos diversos en distintos puertos, como sucede con el derecho que llamamos de anclaje en Veracruz y se conoce por el de buques en Campeche.

>> Sería también muy conducente se suprimiesen ciertos derechos que, aunque por distintas razones y nombres, se adeudan á un mismo tiempo por un propio hecho, como, por ejemplo: por la introducción de los géneros se satisfacen los derechos de almojarifazgo, alcabala de mar, fortificación, almirantazgo, avería y armada. Es muy difícil que el contribuyente se instruya del cómo y cuándo debe satisfacer por cada uno de estos derechos, y también añade dificultad para

su regulación, y llevar, con la separación debida, su cuenta y razón.

»Sería mucho más fácil el que toda clase de derechos se reuniesen y cobrasen bajo el nombre de los de introducción y que tuviesen una cuota fija y segura, variando sólo según la clase de géneros y frutos; pues esta regulación y distinción se hace muy necesaria para fomentar la crianza, labranza, minería y fábricas nacionales y contener por este medio, hasta donde sea posible, los progresos de la extranjera.

>>Sería también una cosa muy esencial el que todas las exacciones fuesen á razón de un tanto por ciento y ninguna por tercios, bultos, barriles ó piezas de cualquiera clase que sean, para evitar que una cantidad de efectos de corto valor venga á pagar tanto como otra de mucho que haga el mismo bulto ó venga empaquetada del mismo modo. También facilitaría mucho la cobranza y pago de los derechos de introducción así regulados, el que no hubiese la reducción de diferentes monedas y aumentos de precios que actualmente se hacen en Veracruz con los efectos que vienen de España; mucho más sencillo y justo sería el avaluarlos según el valor y estimación que lograban al tiempo de su llegada en aquellas plazas, en moneda corriente del país, y cobrar en ella misma el tanto por ciento que correspondiese, según la clase de géneros.

>>De las especies estancadas, son muy pocas aquellas en que los particulares no sacarían mucha mayor utilidad que la que el Rey saca, resultando también que, por lo general, estaría el público más bien servido, y algunos vasallos que se empleasen en ellas, se hallarían más en disposición de contribuir con otro estilo á S. M. gran parte de lo que ahora utiliza; y aun creo que con recíproca ventaja, podría exigirse el todo de lo que anualmente cobra el Rey en ciertos ramos, como son: el de cordobanes, cobre, alumbre, estaño y plomo; por lo que especialmente á estos últimos objetos, puestos en entera libertad, se dedicarían muchos sujetos, como ha acreditado también la experiencia que han ido en aumento, al paso que se ha ido relajando más ó menos aque

lla primera estrechez con que se pusieron en un riguroso

estanco.

»

>> No sucedería así, según ya insinué, en la renta del tabaco, pues será muy difícil substituir otro arbitrio que rinda tanto. Por lo que toca á azogues, hay también la particularidad de que hice mención para que subsistan estancados.

>>En la amonedación hay también, para que no se deje en manos del público, la razón de que es menester continuar su ley y su feble con una delicadeza muy trascendental á las naciones extranjeras, y facilitar su labor para que no haya. atraso alguno, como actualmente se verifica, en que se ponga en circulación todo el metal que sale de las minas.

>>En cuanto á la pólvora, también hay razones políticas que se ofrecen desde luego para que su fábrica esté en manos del gobierno; y la simplicidad de la fábrica de sal convida para que, en caso de deberse estancar algún efecto, sea éste el que lleve la preferencia, así por esta causa como porque la generalidad de su consumo subdivide y reparte con mucha igualdad esta contribución, y aunque no sucede esto último en la nieve, obran á favor del estanco de ella las reflexiones que hice tratando del ramo. En cuanto al de naipes, baste que sea una cosa tan poco necesaria, y tan perjudicial las más veces, para que no sea sensible el que no se halle libre su fábrica y comercio.

>>No obstante, si fuere posible el combinar y suprimir la mayor parte de estos estancos con los demás intereses del erario, de modo que no hubiese desfalco, sería una cosa muy conveniente al público y á todos los vasallos, especialmente en los ramos de pólvora y salinas, que en este reino tienen, como ya expresé, un uso muy distinto de aquellos para que generalmente se emplean en Europa, pues son un instrumento y medio preciso para la extracción y separación de metales, principal ocupación y giro en estos reinos.

>> Estas materias son de una combinación muy delicada, exigían muchos conocimientos y cálculos muy prolijos, á los cuales no he podido dedicar todo el tiempo y meditación que se requería para producir unos conceptos más coordinados.

>>Las muchas y frecuentes atenciones de este Gobierno, como V. E. irá viendo, apenas dejan tiempo de pensar en estos puntos esenciales y de primer orden y para los cuales es menester vencer infinitas dificultades y no contar, para lo general, con ninguno de los que estén empleados en el manejo de los ramos de Real Hacienda, pues cada uno de ellos conoce muy bien que, simplificadas mejor las reglas que gobiernan las rentas, disminuidos gran parte de los ramos que componen éstas ó reunidos unos á otros, serían de menos entidad los vicios que ahora hacen ó aparentan hacer necesariamente, con mucho menos número de dependientes, y resultaría precisamente que de varios modos. se disminuirían su respectiva autoridad y facultades, y aun muchas veces la utilidad que con ellos logran. >>

Á pesar de tan sensatos conceptos, ninguna modificación radical se introdujo; y en tal estado, al grito de «¡abajo el mal gobierno!» estalló el movimiento insurreccional de 1810. El castillo de naipes del régimen hacendario de la colonia, falto de sólida base económica, no era capaz de resistir semejante prueba y tenía que venir por tierra apenas careciese del apoyo de la tradición y del medroso respeto á la autoridad constituída. Más diestra pluma que la nuestra ha trazado brevemente la historia de este período, y seános permitido cederle la palabra (1):

>>En Septiembre de 1810, el benemérito cura Hidalgo dió en Dolores el grito de independencia, y debido á los progresos que la insurrección hizo en los últimos tres meses de aquel año y en los siguientes, las rentas vinieron á una decadencia inesperada.

»

>> Las muchedumbres corrieron, abandonando los campos, en pos de su libertador; los trabajadores y artesanos dieron punto de reposo á sus cotidianas tareas; los caminos

(1) Historia de la Deuda contraída en Londres, por el licenciado don Joaquín D. Casasús. -México. Imprenta del Gobierno, 1885.

se hallaban invadidos por toda clase de gentes, ansiosas de terminar con el poderío español; la inseguridad comenzó á reinar por todas partes, y puertos, pueblos, ciudades y provincias se vieron ocupados por los insurgentes. Faltaron entonces brazos á la agricultura, seguridades al comercio, protección á la industria apenas naciente, y haciendas, fábricas y minas, todo se vió paralizado en sus productos y en sus rendimientos.

>>El señor don Antonio de Medina, refiriéndose á esta época en su Memoria presentada al Congreso en 3 de Septiembre de 1823, dice: «Los mismos esfuerzos del interés »individual eran perjudiciales, porque tratando de traficar >> del modo posible, tuvo que variar de rumbo, dejando los >>usados, y con ellos unos hábitos demasiadamente prove>>chosos para la hacienda. Así fué que se enseñaron á extraer >> los metales en pasta por Tampico, San Blas, etc., defrau>>dando los cuantiosos derechos que causaban en su amone>>dación y estorbando el riego fecundador que daban antes >>en su tránsito á esta capital y al regreso de ella bajo la >> forma de moneda. Así fué que aprendieron á no recibir los >> efectos de Europa directamente de la Península, sino del >>extranjero por Panamá, Portovelo y San Blas, y á introdu>>cirlos furtivamente por ambas costas del Norte y Sur, con >>tanto detrimento de las alcabalas y demás impuestos di>>rectos; vicios difícilmente corregibles, aun después de >> lograr la independencia y absoluta quietud, y así se multi>>plicaron males inexplicables, más dignos de ser llorados »que referidos. >>

»Á estas causas, que produjeron la diminución de los ingresos, debe agregarse, para dar una idea del desequilibrio financiero de aquella época, el aumento de gastos que la revolución hizo indispensable. Las dotaciones del ejército se duplicaron, para ponerlo en pie de guerra y subvenir á las necesidades de la campaña; el acopio de pertrechos y materiales tuvo que hacerse en mayor escala, y fué necesario emplear grandes sumas en contrarrestar un movimiento espontáneo de todo un pueblo, que dondequiera

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