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menor como estába ataviado el Moctezuma: llevaba almilla, tilma, y calzon de lama encarnada con encajes de plata de Milan y boton de filigrana: el ayate estaba formado de solo puntas, bordados sus florones de seda y oro, apresillados con joyel de perlas y oro: dos joyeles en los hombros, con dos ricas esmeraldas: las medias eran de torzal, bordada la canal de perlas: los braceletes eran dos lazos do perlas y esmeraldas, y otro lazo de lo mismo al pecho, y corona imperial de igual riqueza. A proporcion del Moctezuma iban vestidos los otros niños; y es de advertir que algunos de ellos mudaron ropas los cuatro dias que bailaron. Esta danza corrió á cuidado de los BB. don Rodrigo de Cilieza y don Pedro Delgado de Nágera.

La otra cuadrilla era de doce niñas que representaban á las sibilas: éstas, aunque no eran de la nobleza, ni de facultades, iban tan ricamente vestidas, que parecian las primeras de la república: cubríanlas preciosas telas, puntas de Milan de oro y plata, que esmaltaban joyas y preseas de sumo valor, y algunas es pusieron distintas ropas las cuatro tardes: todas estaban vestidas á la españo¬ la, pero se procuró imitar cuanto se pudo, la diversidad en número, tiempo y nacion de las sibilas. Dispusieron este sarao los pp. Nicolas de Vejarano, coadjutor de la parroquia de San Sebastian, y Antonio Rogel.

Entrada la noche se veía la plaza mayor ocupada de inmenso pueblo, iluminada con teas, y prevenidas las piezas que habian de arder; y esto se observó en las siete noches. En unas hubo cinco árboles de fuego, en otras ménos, y muchas piezas ya manuales, ya fijas, cuya descripcion por menor se omite, evitando prolijidad: los referidos árboles, de que algunos se levantaban hasta quince varas, ya representaban torres, ya el juego del volador muy usado entre los índios, ya una fuente, ya una palma, ya un campanario. Estos regocijos se costearon la primera noche por la iglesia: la segunda por los curas de la ciudad: la tercera por los curas de la provincia de Suchitepequez: la cuarta y quinta por los de otras provincias del obispado, la sesta por seis clérigos de la ciudad, y la séptima por el muy noble ayuntamiento de esta ciudad.

Despues de los fuegos artificiales, siguió una lucida encamisada, dispuesta por el muy noble ayuntamiento de esta ciudad, en que salieron 20 caballeros de la primera nobleza, con el correspondiente número de lacayos, copia de hachas de cera y multitud de

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clarines. Iban todos suntuosamente vestidos, adornados de preciosa pedrería, telas, lamas y plumas, sentados en briosos y bien enjaezados caballos: mas para que se haga juicio de la pompa y brillantez con que iban ataviados estos nobles republicanos, harémos una sucinta relacion de como estaban vestidos algunos de ellos.

El maese de campo don Josef Agustin de Estrada regidor decano, y el capitan don Josef Calvo de Lara alférez real, vestidos á la Húngara, con petos dorados, mangas y calzon de encajes finos de celeste, plata y oro, sobre lama de oro, mantos imperiales de rengue verde con ramazon de oro sobre raso blanco, y las vueltas de armiños negros con puntas al vuelo de plata: caballos overos, sillas bordadas de oro y plata sobre carmesí. El maestre de campo don Sancho Alvarez de las Astúrias, y el capitan don José de Santiago, alcaldes ordinarios, llevaban vestidos de lama con franjas de plata, y cabos de lo mismo: sombreros con penachos de blanco, negro y amarillo, con presillas á la vuelta de diamantes: caballos azulejos, sillas, bridas de azul y plata.

De esta suerte se encaminaron para la plaza mayor, llevando en las manos hachas de cera con arandelas de plata: resonaron los clarines, iluminóse la plaza con las hachas que llevaban los lacayos, salió á sus asientos la real audiencia, entró el comisario con número de lacayos y alguaciles y clarines: pedida vénia á la audiencia, que se concedió en el acto, entró la caballería con grande aparato y gravedad, y llegando á la vista de la real audiencia, tremolando penachos y haciendo acatamientos, que hasta los caballos parece hacian genuflexiones: dieron vuelta por la plaza, y continuaron su paseo por las calles.

La noche del quinto dia del octavario, despues de los fuegos artificiales, hubo segunda encamisada, con que los gremios de menestrales celebraron la dedicacion de la matriz: salieron hasta en número de treinta: entraron en la plaza mayor con gran bizarría, en briosos caballos, con ricos jaeces, costosas libreas, soberbias galas: pues iban vestidos de telas, lamas, lienzos, puntas y mucha pedrería, pasearon la plaza, cumpliendo con todas las obligaciones cortesanas, donde habiendo gallardamente ruado los caballos, continuaron su paseo por las calles de la ciudad.

La tercera encamisada se guardó para coronar las fiestas del octavario, y así se hizo la noche del dia octavo, en que no habien

dose quemado fuegos artificiales, se dedicó toda al lucimiento de esta funcion. Dispusiéronla y ejecutáronla varias personas del clero, excepto la Malinche y la Sultana, que se representaron por seculares. Poco mas de treinta clérigos formaban la encamisada, y esta se dividia en cuatro cuadrillas de diversas naciones, índios, turcos, españoles y moros. Querer referir por menor como estaba ataviado cada uno, seria hacer una relacion interminable: baste decir, que todos iban vestidos de lamas y rasos de varios colores, con bordaduras de hilo de oro, de plata y de perlas, puntas de oro de Milan, con joyas de esmeraldas, y otras piedras preciosas: los sombreros eran de castor con penachos de plumas de varios colores y joyel de esmeraldas, siguiendo cada cuadrilla en el modo de vestir al estilo de la nacion que representaba. Entre todos sobresalian en riqueza los que representaban al gran turco, y la Sultana, Moctezuma, y la Malinche.

Esta noche parece fué mayor el concurso en la plaza que las antecedentes. Los señores de la real audiencia ocuparon sus asientos en el corredor del palacio, y los dos cabildos los suyos en las casas consistoriales, é inmediatamente se vió entrar la encamisada acompañada de muchos lacayos, con hachas de cuatro pábilos, que iluminaban la plaza y calles por donde pasaban: iba por delante una tropa de cajas, atabales, clarines, trompetas, marimbas, y todos los instrumentos de que usan los índios: éstos iban en gran número, con ricos vestidos y galas como acostumbran en sus bailes. Despues de esta cuadrilla, venian pidiendo plaza dos ayudantes mayores. Seguíase el guion que llevába el bachiller don Miguel de Cuellar Varaona, y á sus lados dos comisarios con sus cuatro alabarderos.

Continuaban la marcha las cuatro naciones. Cerraban los cuatro tercios los dos coroneles, que eran don Francisco Alvarez de Toledo y don Francisco Niño-Ladron de Guevara, vestidos á la española, y llevaban seis lacayos con hachas.

Tras la encamisada, venia el carro triunfal, tirado por seis mulas encubertadas: éste tenia seis varas de largo, y tres de ancho: dividíase en dos partes: la anterior tenia su pasamano de balaustres, y sobre ellos mecheros con hachas: la parte posterior representaba una torre que se levantaba nueve varas, dividida en tres cuerpos, iluminada con muchas hachas, remataba en punta, donde iba la fama, figura de escultura con alas y clarin. Iban en el

primer cuerpo seis niños para danzàr entre las jornadas, y seis músicos para representar la comedia, que se intituló la Matriz coronada. Púsose la encamisada á vista de la real audiencia, donde le hicieron los correspondientes acatamientos; y así aquí, como delante los dos cabildos se representó una y otra vez la referida comedia.

Concluidas las fiestas de iglesia en el octavario, conforme al rito romano, mas no satisfecho el afecto del vecindario, se dispusieron cuatro comedias, y tres dias de fiestas de plaza para la semana siguiente. Se puso el teatro para las comedias en la lonja del costado de la iglesia: la real audiencia y ambos cabildos asistieron en un corredor, que tiene enfrente de este parage, la casa del capitan don Martin de Alvarado Guzman y Villacreces, y toda la calle se hizo anfiteatro: estas funciones se hicieron con el esplendor y lucimiento que las antecedentes.

En los tres dias siguientes hubo corridas de toros, y juegos de cañas y alcancías: para este juego, que solo se hace entre personas nobles, se dispusieron cosa de veinte caballeros de la primera nobleza: habia entre ellos dos caballeros cruzados, dos maestres de campo, y otros de semejantes graduaciones: vistieron de negro, unos bordados de oro, y otros de plata con penachos de plumas de varios colores en los sombreros, en la vuelta de éstos, joyeles de perlas: con igual riqueza iban enjaezados los caballos, y no eran de ménos pompa las libreas de los lacayos, que llevaba seis cada uno. Hicieron alto al llegar á la esquina de la plaza, interin entró á pedir la vénia á la real audiencia el maestre de campo don Juan Antonio Dighero, padrino de la caballería, llevando por delante veinte y cuatro soldados chuceros, un sargento, dos ayudantes y seis lacayos: y conseguida la licencia, volvió al cuerpo de la caballería, y entrando con ella, hechas las cortesías correspondientes, dieron vuelta á la plaza, y puestos en el lugar por donde entraron, comenzaron á correr á la real audiencia, y despues á los cabildos: y concluidas las carreras, pasaron á tomar asiento al cabildo, para ver el juego de toros.

El segundo dia por la mañana, vinieron los mismos caballeros de color para torear, y á la tarde de negro para correr, y siempre con diferentes trajes y caballos, ya á la brida, ya á la gineta: soltáronse los toros, corrieron los caballeros, hubo varios lances, ya de rejon, ya de lanceta, en que salieron con aire los ginetes.

Volvieron á la tarde, unos por una esquina, otros por otra; y unos por acá, y otros por allá, se cruzaron á carreras alternativa y puntualmente: despues se dividieron y pusieron frente á frente, y echando mane de las alcancías, arrojó uno la primera bala de desafio: á este siguieron los otros, doblando la municion, y tirando alguna de á tres y de á cuatro: hasta que saliendo un toro puso fin á la altercacion, y los caballeros tuvieron que salir corriendo á rienda suelta.

La tercera tarde, con galas diferentes pasearon la plaza, y divididos en dos trozos trabaron una diestra escaramuza, vistoso laberinto de giros imperceptibles, y airosas vueltas: deshízose la escaramuza corriendo parejas, unos para la audiencía, otros para los cabildos, y siguieron los toros, con lo que se concluyeron las fiestas.

Don Diego Félix de Carranza y Córdova, cura de Jutiapa, que escribió la relacion de las plausibles fiestas de la dedicacion de esta santa iglesia catedral, de donde hemos sacado todo lo que llevamos referido en este capítulo, concluye Juarros, hace juicio, que los costos de estas fiestas en altares, fuegos, comedias, galas, jaeces, libreas, encamisadas y danzas, ascenderían á mas de cincuenta mil pesos. Así mismo hace juicio que el valor de las joyas preseas, perlas, pedrería, alhajas de oro y plata, que se pusieron los que salieron en los saraos, encamisadas y carreras pasaria de medio millon de pesos.

Entrado el siglo 18, lo primero que ocurre es la proclamacion de Felipe V en 1701, festinada algun tanto á instancia del presidente Berrospe, por los justos motivos con que dice se hallaba. El costo de las fiestas continúa en pié de 2 mil pesos. Para ellas se dispuso, la pintura del retrato de S. M.: se derramaron y esparcieron 150 pesos en reales bambas, moneda antigua y solicitada, dice el acta: y por tres veces dieron carga los pedreros y mosquetes que estaban en un lucido fortin, cuyo cabo lo regia armado con alfange y broquel.

Las fiestas de recibimientos de presidentes se ven reducidas al costo de un mil pesos, que fueron los que se gastaron en el del señor Ceballos el año de 702 en comida, cena, caballo, silla, teliz, y toros, como se habia hecho poco mas ó mènos 60 años antes. En el del señor Rivas el año de 716 subió el gasto á 1200 pesos; y no se advierte que exceda esta cantidad el del señor Villalon en 733, en el cual se tomaron 2 mil pesos á usura, para dar cumplimiento.

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