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bravíos que pensaba soltar sobre los invasores para desorganizarlos en el momento de la batalla. Todas estas precauciones fueron inútiles. El combate empeñado en las cercanías de la ciudad, duró poco mas de dos horas. Los filibusteros desplegaron un vigor i una solidez incontrastables para defender su línea. Mientras tanto, la caballería española, embarazada en sus movimientos por los tremedales del campo, se desorganizó prontamente, introduciendo la desmoralizacion entre los soldados de a pié, que como tropas nuevas i colecticias, no tenian ́. la disciplina ni la consistencia para resistir a enemigos tan aguerridos como los audaces i esperimentados aventureros que seguian a Morgan. Éstos no daban cuartel a los vencidos ni durante la batalla ni en la persecucion de los fujitivos. Seiscientos españoles quedaron muertos en aquella desastrosa jornada.

Una nueva resistencia esperaba a los filibusteros a la entrada de la ciudad; pero la vencieron en pocas horas. Muchos de sus habitantes huyeron a los campos vecinos, despues de ocultar cuanto les fué posible sus tesoros; otros, i entre estos las monjas de un monasterio, se embarcaron en un galeon a que se habia trasladado el dinero del rei i numerosos objetos de valor, i que alcanzó a darse a la vela. El primer cuidado de Morgan fué prohibir que su jente se embriagase, haciendo, al efecto, esparcir la voz de que los españoles habian envenenado el vino que quedaba en la ciudad. Pero esta medida, que supondria un propósito de moderacion i de templanza, no tenia mas objeto que el mantener a la tropa en estado de rechazar un nuevo ataque. Miéntras tanto, la ciudad fué incendiada por órden de Morgan, segun refiere el historiador de la espedicion, o por los españoles fujitivos, segun contaba el caudillo filibustero. Apoderándose de las embarcaciones que habia en el puerto, salieron algunos hombres en busca del galeon que llevaba los tesoros sin que pudieran darle alcance; pero las partidas de tropa despachadas de la plaza tomaron muchos prisioneros a quienes obligaron por medio de horrorosos tormentos a entregar sus riquezas. No hubo exceso ni crímen a que no se entregaran aquellos desalmados. "No perdonaron a ninguno de cualquier sexo ni condicion que fuese, escribe un testigo presencial que se hallaba entre los invasores, porque a los relijiosos i sacerdotes era a quien ménos concedian cuartel, si no les valia alguna suma de dinero capaz de su rescate. Las mujeres no fueron mejor tratadas sino cuando se entregaban a las libidinosas demandas de los piratas; i a las que no quisieron consentir en ellas, las hicieron pasar las mas horribles crueldades del mundo. Morgan, que, siendo el almirante, debiera impedir tales

infamias, era el primero que las ejecutaba e inducia a los otros a ejecutarlas, manifestándose en esto el peor i mas relajado de todos."

Los filibusteros permanecieron tres semanas en Panamá. Algunos de ellos querian lanzarse al mar en las embarcaciones que hallaron en el puerto para continuar sus piraterías en las costas del Pacífico. Morgan desarmó resueltamente este proyecto, i se contrajo a recojer todo el botin que podia reunirse i a perseguir a los fujitivos para obligarles a pagar un subido rescate, sin lograr, sin embargo, apoderarse del gobernador que se habia ocultado en los bosques con una parte de su tropa. Al fin, el 24 de febrero, emprendió la vuelta hácia Chágres llevando consigo muchos prisioneros que no habian podido rescatarse, i ciento setenta i cinco mulas cargadas de oro i plata i de todos los efectos de valor de que habia podido adueñarse. Ya entonces se hacia sentir un vivo descontento entre los suyos por la reparticion del botin. Temiendo una amenazante insurreccion de sus soldados, Morgan no se detuvo mucho tiempo en Chágres. Arrasó sus fortalezas, inutilizó o cargó sus cañones i se hizo a la vela apresuradamente para Jamaica. Allí, el nuevo gobernador de la colonia, lord John Vaughan, en cumplimiento de las órdenes de su gobierno, impidió por entónces las nuevas correrías de los filibusteros i aseguró a los españoles algun tiempo de descanso; pero, como veremos mas adelante, luego volvieron a renovarse aquellas piráticas operaciones, no solo en el mar de las Antillas. Morgan, poseedor de un gran fortuna ganada en estas piraterías, quedó viviendo en Jamaica con el prestijio que le daban sus riquezas i el recuerdo de sus hazañas, i aun alcanzó el honor de desempeñar interinamente el gobierno de esa isla (29).

(29) La espedicion de los filibusteros a Panamá en 1671 ha sido prolijamente contada por uno de ellos, frances o flamenco de orijen, llamado Alejandro Olivier Oexmelin, nombrado Esquemelin en las primeras ediciones de su libro, lo que ha dado lugar a que algunos escritores hayan creido equivocadamente mas tarde que se trata de dos autores diferentes. Su relacion publicada en lengua holandesa en Amsterdam en 1678, fué traducida al castellano por un médico español llamado Alonso de Buena Maison e impresa en Colonia en 1681, con las mismas láminas i mapas del orijinal, i con el título de Piratas de la América. Aunque esta obra fué notablemente mejorada bajo el punto de vista literario en la redaccion francesa que hizo en 1686 un escritor llamado De Frontignière con el título de Histoire des aventuriers filibustiers qui se sont signalés dans les Indes, reimpresa mas tarde con importantes agregaciones, he notado en ella algunas modificaciones en los accidentes que me han parecido contrarias a la estricta verdad histórica, lo que me ha inducido a seguir preferentemente la relacion primera, segun la traduccion castellana que he tenido siempre a la vista al escribir estas pájinas. El lector puede hallar bajo el

6. Alarmas producidas en las costas del Pacífico por la presencia de los ingleses: espedicion española salida del Perú para reconocer el estrecho de Magallanes.

6. Las atrevidas campañas de los filibusteros de las Antillas demostraban de una manera evidente la decadencia del poder naval i militar de España. En su principio, ellas no aprovecharon a los progresos de la jeografía, pero sirvieron para familiarizar a los marinos europeos con los peligros de la navegacion i para hacerles creer fáciles las empresas que hasta entonces se habian mirado como imposibles. Así, luego los veremos atravesar nuevamente el istmo de Panamá, apoderarse de los buques españoles i navegar el Pacífico haciendo una guerra implacable a los que hasta entonces se habian creido dueños absolutos de estos mares. Parece que los gobernantes españoles del Perú comprendieron desde luego el peligro futuro que envolvian aquellas empresas; pero carecian de los medios i del poder para oponerles una resistencia eficaz. El virrei conde de Lémos al saber los sucesos de Panamá, desplegó un grande empeño para reunir jente que enviar contra los filibusteros, i, alentado por una exaltacion relijiosa que lo ha hecho célebre entre los mas devotos servidores del rei de España, ordenó que se hicieran en todos los templos de Lima frecuentes rogativas i una suntuosa pro-cesion a la Vírjen de los Desamparados i al Señor del Auxilio para alcanzar la destruccion de aquellos piratas. No necesitamos decir que todas estas dilijencias no dieron ningun resultado. Con grandes sacrifi

número 213 de nuestras Notas para una bibliografía de obras anónimas sobre América una noticia mas detallada acerca de este libro curioso e importante.

En Inglaterra se publicaron en los años inmediatos diversas relaciones de estos mismos sucesos, pero escritas seguramente por algunos de los aventureros que tomaron parte en ellos o sobre las cartas que éstos enviaban a sus amigos. He visto tres de esas relaciones, en una de las cuales se reproducen algunos documentos. El capitan Burney, que ha destinado la mayor parte del tomo IV de su obra citada a contar la historia completa de los bucaneros de las Antillas, ha referido estos hechos con bastante estension i con la mas perfecta claridad.

El historiador aleman Von Archenholtz, en el cap. 8 de la obra que hemos citado en una nota anterior, ha trazado un cuadro completo, mui animado e interesante de esta famosa espedicion, siguiendo fielmente la relacion de Oexmelin, que, digamos de paso, es mui desfavorable al caudillo Morgan, a quien acusa de todo jénero de crímenes.

No conozco ninguna relacion de estos sucesos verdaderamente apreciable, fundada en los documentos españoles. La que ha hecho don José Antonio Plaza en el capítulo 16 de sus Memorias para la historia de la Nueva Granada es bastante clara i prolija, pero parece formada casi esclusivamente sobre las narraciones de oríjen es tranjero.

cios pecuniarios se llevó a cabo tres años mas tarde la reconstruccion de Panamá a corta distancia del lugar que habia ocupado la ciudad antigua. El gobernador Perez de Guzman fué ignominiosamente separado de su cargo i sometido a juicio por no haber sabido defenderla; pero toda la accion del virrei del Perú fué ineficaz para reprimir la audacia de los filibusteros.

La campaña de Morgan en Panamá habia venido a dejar en suspenso el cumplimiento del tratado de julio de 1670. Los españoles no podian persuadirse de que esas espediciones fueran hechas sin connivencia del gobierno ingles, i suponian que éste obedecia a un plan de la mas refinada perfidia estimulando secretamente a aquellos audaces i desalmados aventureros. El conde de Molina, embajador español en Londres, al paso que hacia las mas premiosas representaciones al gobierno ingles contra los filibusteros, comunicaba a España todas las noticias que podia recibir acerca de éstos i de las otras espediciones a los mares de América (30). I mientras en los consejos del rei de España se celebraban juntas para tratar de estos negocios, se pedian incesantemente informes a Inglaterra i se hacian las correspondientes jestiones diplomáticas, en las colonias de América se vivia en constante inquietud, esperando cada dia ver repetirse aquellos actos de hostilidad i de depredacion. Se comprende que bajo el imperio de aquellos temores i de aquel estado de cosas, la suerte de los ingleses apresados en Valdivia i retenidos en Lima debia ser mui poco segura (31). La

(30) Los informes enviados de Lóndres por el conde de Molina se conservan en los archivos españoles, i son curiosos por las noticias que contienen i hasta por los errores en que le hacia caer su natural malicia i desconfianza. En agosto de 1671 daba a la corte de Madrid la primera noticia que allí se tuvo del viaje de Narborough al Pacífico i de la captura de algunos de sus compañeros en Valdivia, pero referia que don Cárlos Henriquez, que era uno de esos prisioneros, habia vuelto a Inglaterra i que quedaba preparando otra espedicion. El gobierno español resolvió encargar al conde de Molina que "procurase diestramente sacarlo de Londres," i enviarlo a España, demostrando al ministerio ingles que este "jénero de hombres sirven solo de perturbar la buena correspondencia entre las dos naciones."-En noviembre del mismo año, el conde de Molina rectificaba sus informes anteriores asegurando que don Cárlos Henriquez habia quedado prisionero en Valdivia, pero que para ocultar su nacionalidad, se le hacia pasar por mulato con el nombre de Thomas Highway i con el cargo de intérprete. Se sabe, por la nota 20 de este capítulo, que este último era un personaje enteramente distinto.

(31) El conde de Lémos, virrei del Perú, falleció en Lima en diciembre de 1672, i por su muerte tomó el gobierno la real audiencia hasta agosto de 1674. Al entregar el mando al nuevo virrei, conde de Castellar, le dió, como era costumbre, una

situacion de don Cárlos Henriquez era todavía mas precaria desde que la reina gobernadora, al saber que habia sido tomado prisionero, encargaba especialmente su castigo (32).

La misma corte de Madrid contribuia a mantener la alarma en las colonias de América. Cada flota que llegaba de España traia a los virreyes i gobernadores de estos paises noticias muchas veces inexactas de los aprestos de nuevas espediciones que se hacian en Inglaterra o en otros estados de Europa, ya fuera para comerciar en las Indias, ya para atacar i saquear algunos de sus puertos (33). En cumplimiento de las órdenes mas terminantes, el presidente de Chile estaba obligado a mantener vijías en algunos puntos de la costa para que dieran

relacion de los sucesos ocurridos en ese período de año i medio. En ella hallamos las palabras siguientes acerca de aquellos prisioneros: "En la cárcel de corte (en Lima) estan presos don Cárlos Henriquez Clerck i dos ingleses i un mulato que fueron aprehendidos en Valdivia del navío de Inglaterra que dió vista a aquel puerto por diciembre de 1671 (testual); i otro ingles que tambien estaba en la prision murió pocos dias ha; i vino cédula de S. M. de 21 de diciembre de 1672 participando diferentes noticias que se habian tenido de Inglaterra acerca del dicho don Carlos Henriquez i encargando su castigo; i en otra de 15 de junio de 1673 se ordenó que contra todos los que fuesen prisioneros se sustanciasen tambien las causas, procediéndose como contra piratas, las cuales se cometieron por el acuerdo al señor don Diego Cristóbal Mejía, oidor de esta real audiencia i auditor jeneral de guerra, para que estando conclusas se determinasen en el gobierno, i aunque lo está para el dicho don Cárlos Henriquez, en los artículos introducidos en ella se va sustanciando con las demas, por lo que se ordenó en esta razon en la dicha audiencia. Relacion, etc., de 1.° de agosto de 1674, publicada en el tomo II de las Relaciones de los virreyes i audiencias que han gobernado el Perú, impreso en Madrid, 1871.

(32) Real cédula de 30 de diciembre 1671.-Por otras cédulas de 31 de diciembre de 1672 i de 7 de octubre de 1673 se mandaba que los estranjeros que se aprehendiesen en las costas de las provincias de Indias fuesen juzgados i castigados en ellas sin enviarlos a España.

(33) Reales cédulas de 10 de octubre de 1671, de 27 i 30 de enero de 1672, de 16 de enero i de 14 de octubre de 1673. Todas ellas comunican noticias mas o ménos alarmantes de este órden i recomiendan que se mantenga en los puertos de América la mas activa vijilancia. Mas tarde se repitieron estas órdenes en diversas cédulas, de alguna de las cuales tendremos que hacer particular mencion.

El gobierno español, sin embargo, llegó a convencerse al fin de la sinceridad con que el rei de Inglaterra deseaba el cumplimiento del tratado de 1670, i de que no aprobaba ni protejia las operaciones de los filibusteros. Así, repitiendo por real cédula de 23 de mayo de 1672, las órdenes para que los gobernadores de las colonias de América cuidasen de la defensa de sus puertos i costas contra las agresiones de los piratas, les recomendaba que mantuviesen buena correspondencia con el gobernador ingles de Jamaica.

TOMO V

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