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Juéves 6 de Agosto.

Laire estaba en calma i tranquilo, el horizonte

de parte del ocaso parecia mas bello que el de la aurora, cuando la filosofía habló asi a un jóven héroe, (*) a quien parece animar la alma de Tito, amor i delicias de la especie humana.

"La providencia puso en vuestras manos los destinos del pais en que visteis la luz; ella quiere que sea dichoso i os confia la ejecucion de este alto designio. Vuestro corazon jeneroso arde por llenar las miras de la providencia i se complace en empresas árduas, i la superioridad de vuestros talentos os ofrece recursos i asegura un éxito feliz. Yo apruebo i os felicito por la exelencia de vuestros planes. Admiro en vuestra juventud la experiencia de la ancianidad. Veo que pensais como Cárlo Magno, cuyo vasto i poderoso jenio advirtió, que la nacion reunida por sus representantes es quien conoce lo que le conviene: que si ella misma forma sus leyes, sufrirá sus defectos con paciencia i las amará como una obra propia. Cuanto mas grande era aquel príncipe, tanto mejor conocia la extension de los deberes de un lejislador, i estaba tanto mas persuadido, de que le era imposible llenarlos por sí mismo. ¿Cómo (decia) adquiriré yo todos los datos precisos? ¿Cómo al correjir abusos, no violaré los derechos de alguno? ¿Cómo podré tomar todas las medidas para que no se introduzcan nuevos excesos, nuevas artes de dañar? Todos tienen interes en lisonjearme ¿Cómo

(*) El jeneral D. José Miguel Carrera.-El Editor.

puedo fiarme de sus relaciones? ¿Quién me asegura que aquellos a quienes yo consulte, no han de ver la situacion del pueblo al travéz de sus preocupaciones i pasiones? Todas las clases de los ciudadanos tienen sus particulares intereses, necesidades i opiniones diversas; lo que me hace concluir, que solamente en un congreso nacional pueden examinar sus derechos, sus prerogativas i pretensiones recíprocas, i en fin convenirse i conciliarse para ser todos dichosos cuanto permite el destino de los mortales.

Vos pensais como los mayores hombres, cuando os esforzais a hacer militar a toda vuestra nacion. Oh! conozcan los pueblos que son libres i que deben serlo, i entónces todos serán soldados de la patria, todos pelearán con entusiasmo por su libertad, i la tirania desaparecerá de la faz de la tierra. Pero que es lo que mas esencialmente caracteriza la libertad de los pueblos? Sin duda el derecho de hacer sus leyes: mas no conservarán esta prerogativa inapreciable, si todos los ciudadanos no están dispuestos a repeler por si mismos los insultos hostiles. La república romana fué invencible porque toda era militar, i porque no conferia las majistraturas a quien no se hubiese distinguido en las armas. No admitiendo ella en sus lejiones sino a hombres interesados por su gloria i por la salud de la patria, logró establecer aquella disciplina ríjida i prudente a que debió sus sucesos i sus triunfos. El estado llano supo defender i conservar su libertad, porque sabia combatir por su patria. La Grecia comenzó a precipitarse i la destrozaron las facciones cuando los ciudadanos ricos, que habian perdido la fortaleza varonil por los placeres i el ócio, distinguieron las funciones militares de las civiles, abandonaron las

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armas i se contentaron con contribuir a los gastos de la guerra. La Polonia duró demasiado; los vicios de su gobierno se contrabalanceaban con el espíritu militar de su nobleza. En el cuerpo helvético hubiera desaparecido la imparcialidad de las leyes, si el jénio militar de los ciudadanos no hubiese conservado la libertad interior. ¿La libertad jermánica no hubiera sucumbido bajo la potencia de Cárlos V. i de sus sucesores, si los príncipes del imperio no hubiesen podido oponer la fuerza a la fuerza? ¡Cuán vanos hubieran sido los esfuerzos de Inglaterra contra la tiranía, si la nacion armada no hubiese sido mas fuerte que Cárlos I!

No son las costumbres, no es el hábito de la desidia i de los placeres, quien impide que puedan formarse militares todas las naciones. Son si las ideas serviles. son los principios absurdos, es el ningun interes que concibe el pueblo en defender una patria que no lo hace dichoso, la causa que se opone poderosamente a estas transformaciones necesarias i rejeneradoras. Desterrad los absurdos, iluminando a los pueblos; impedid que difundan ideas de servidumbre vuestros enemigos secretos i vereis vivificarse i reanimarse vuestra nacion. Haced que conozca que es libre i que debe serlo; haced que conozca que la libertad la pone a cubierto de males incalculables; haced que comienze a gustar alguna de sus ventajas, a lo menos, una pequeña parte de sus grandes bienes, i entonces una revolucion cuyo objeto es la libertad, dará a los espíritus un movimiento nuevo i nuevas ideas, i a los corazones nuevos sentimientos. Entónces resplandecerá en vuestro pais el patriotismo escoltado de las virtudes republicanas i aspirando a acciones inmortales. Los que duden de estos

principios, no tienen idea de la libertad, no conocen su fuerza májica, ni su asombrosa virtud: ellos ignoran lo que han hecho en todo tiempo las repúblicas militares.

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N las grandes revoluciones, en las crisis violentas de los estados, cuando los amenaza una ignominiosa servidumbre, o los alhaga la fortuna con la es-peranza de la libertad, se descubre en todo su brillo. el amor de la patria i produce milagros de magnanimidad i fortaleza. Si entonces es cuando se descubren los héroes, es porque el patriotismo los anima. Este sentimiento tierno i vivo, que reune las fuerzas del amor propio a toda la belleza de la virtud, le dá tal enerjía, que viene a ser la mas heróica de las pasiones. Este fué el principio de esas acciones inmortales que admiramos en los pueblos ilustres; este fué el movil de aquellos jenerales, de aqnellos majistrados, cuyas antiguas virtudes resucitan en las repúblicas nacientes. Los hombres corrompidos por el interes miran estos prodijios como fábulas: asi los transportes de los corazones tiernos parecen quimeras a las almas insensibles. El amor de la patria es el mas enérjico i delicioso de todos los sentimientos; su ardor es siempre sublime i se aviva i

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aumenta en medio de las contradicciones. Ya no existia la majestad del pueblo romano, pero Roma vivia siempre en el alma de Caton. Él combate por la libertad i por las leyes con los conquistadores del mundo, i perece bajo las ruinas de la libertad, cuando no existe la patria a quien servia.

Mas si las grandes conmociones políticas manifiestan virtudes extraordinarias, suelen tambien descubrir vicios horribles, el desnaturalizado egoismo, el vil interes que forma monstruos abominables. La revolucion americana ha visto estos seres odiosos, escándalo del mundo. Ellos desean que lluevan todas las calamidades sobre el suelo americano en que nacieron: ellos extendieron una mano sacrílega a sus opresores, aplaudieron sus planes sanguinarios i se entristecieron, cuando los vieron frustrados. Quiméricas esperanzas sofocaron en ellos los sentimientos mas dulces de la naturaleza. Una ansia insensata de honores les impidió conocer, que se cubrian de infamia. ¡ Ciegos! Llorais por las cadenas, por la ser vidumbre ignominiosa, por la miseria inseparable de un estado colonial! ¿Echais menos la soberbia insultante de los majistrados antiguos, la rapacidad, concusiones, e incapacidad de tantos funcionarios? ¿Os horrorizais de ver a vuestros compatriotas ocupando la primera majistratura? ¿No deseais, que vuestros hijos sean llamados a los empleos públicos? ¿Suspirais por el antiguo monopolio i por las trabas del comercio i de la industria? Pero la pluma rehusa proseguir asunto tan ingrato.

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Si el amor de la patria no es tan jeneral como se deseara, es en consecuencia de la antigua opresion. Ninguno tenia patria porque ninguno dejaba de estar oprimido,

porque nadie se interesaba en la dicha de ningun ciuda

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