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XI

Descontento público contra el gobierno de O'Higgins.-Caída de dicho gobierno.-Juício de Camilo Henríquez sobre este acontecimiento. Es nombrado secretario del consejo.-La junta gubernativa decreta una amnistía completa.-Causa de la deposición de O'Higgins.-Camilo Henríquez no ha pensado en prepararla.

La constitución promulgada el 30 de octubre de 1822 causó en el país un desagrado jeneral.

Muchos la suscribieron; pero todos la criticaron, escepto O'Higgins i sus palaciegos.

El descontento público debía producir serias con

secuencias.

Ese murmullo sordo de los ciudadanos no era un zumbido de insectos.

Era viento de tempestad, rumor de muchas aguas, vocería de revolución que comienza.

Se sublevó el sur; se sublevó el norte; se sublevó el centro.

Don Bernardo O'Higgins había querido encumbrarse tanto, que se encontraba aislado.

No contaba siquiera con el jefe de su escolta. En tamaño abandono, se vio forzado a deponer el mando.

¿Qué podía hacer él solo contra todos?

¿Se habría querido que sucumbiera matando?

El 28 de enero de 1823 es una fecha memorable en los fastos de Chile.

En ese día, don Bernardo O'Higgins hizo renuncia de su cargo ante una reunión de los principales vecinos de Santiago congregada en el salón del Consulado, hoi Biblioteca Nacional.

Una junta compuesta de don Agustín Eizaguirre, don José Miguel Infante i don Fernando Errázuriz le reemplazó en el poder.

Dejo la palabra al segundo de los magnates citados para que relate ese acontecimiento en que desempeñó un papel importantísimo.

«A consecuencia del movimiento (refiere Infante) de las provincias de Concepción i Coquimbo contra el supremo mandatario, efectuó el suyo Santiago, capital de la República.

«La circunspección í tino con que obró el pueblo en aquel día, que pareció destinado para sus venganzas o su sacrificio, le indujeron a prevenir oficialmente a los jefes militares de la guarnición que se les haría responsables de los males consiguientes a cualquiera injerencia de la fuerza armada en aquel acto popular, en que el pueblo ponía en ejercicio su soberanía, para precaver los desastres en que se veía ya envuelta la República, i recuperar sus derechos.

«Duro conflicto para un jefe militar, como el coronel don Luis José Pereira, que oye por una parte la voz del pueblo, i por otra la del mandatario a quien le ligaban poderosas relaciones; pero el coronel Pereira (que mandaba la gran guardia de honor, cuerpo de los mas lucidos i mejor disciplinados que ha tenido la República) no vaciló en el partido que debía tomar. Ni el pueblo fue perturbado en sus augustas funciones; ni la persona del mandatario, ultrajada.

«En aquellos críticos momentos, se dirijió el di

rector supremo al cuartel de la guardia para ponerse a su cabeza, lo que no consintió el coronel Pereira, diciéndole sagazmente que era comprometerse ambos sin provecho, pues la revolución venía desde todos los estremos de la República.

«Retiróse entonces el director, i después de algunas circunstancias que no es del caso referir, pasó a personarse en la sala del Consulado, donde el pueblo se hallaba reunido. Recibiósele con dignidad i respeto, i ocupó el asiento propio de la autoridad.

«Tres de los doce individuos que el pueblo tenía nombrados para que fuesen el órgano de su voluntad, le manifestaron sucesivamente la necesidad de dimitir el mando, único arbitrio para cortar la anarquía. El jefe espuso inconvenientes por su parte; mas, después de cerca de dos horas de debate, se resignó a ceder, desnudándose allí mismo espontáneamente de las insignias de su dignidad, a pesar de los ruegos de los comisionados para impedírselo.

«Retirado inmediatamente a su palacio, los tres individuos nombrados para componer una junta provisoria de gobierno (don Agustín Eizaguirre, don José Miguel Infante i don Fernando Errázuriz), pasaron luego que se recibieron a visitarlo; i una conversación amistosa i de confianza fue el término de aquel grandioso acontecimiento.»>

He copiado íntegro este trozo, porque no gusto de leyendas en la historia.

El hecho es que O'Higgins había intentado resistir; i solo desistió de su proyecto, cuando vio que no tenía elementos para hacerlo.

Había enviado tropas contra los sublevados de las provincias; i esas tropas se habían pasado a sus contrarios.

Había pensado sofocar el levantamiento de Santiago; i su escolta no había querido seguirle.

Todavía discutió dos horas en el Consulado antes de deponer el mando.

Esta es la verdad: lo demás es novela, fantasmagoría, ilusión.

Camilo Henríquez ha escrito una pájina elocuente i animada en que traza la última escena del gobierno de O'Higgins.

Merece leerse:

«¿Qué nombre daremos al acontecimiento memorable del 28 de enero?

«Fue un movimiento de libertad ejercido digna i jenerosamente, resistido de un modo valeroso, aceptado, en fin, con heroísmo.

«Los hijos de Arauco no se desmienten jamás. No apelaron a bajezas, no maquinaron en las tinieblas, no se acordaron de sorpresas, ni esperaron na

da de los delitos.

«Las provincias del sur i del norte estaban en independencia i en actitud hostil.

«El pueblo de Santiago se reúne con las autoridades municipales; toma en consideración los riesgos i el decoro de la patria; i se penetra de la necesidad de un nuevo pacto con las provincias, de una nueva administración jeneral, de un nuevo ministerio, i en fin, de una representación nacional, digna de este nombre, que produzca i asegure la libertad civil con instituciones convenientes. El pueblo conoce toda su fuerza, pero nada quiere por violencia; quiere que su majestad sea reconocida de un modo tan puro, como sus intenciones.

«El director, esta primera espada de la América, este terror de los enemigos de Arauco, se juzga desairado, pero respeta al pueblo que ha defendido i que le elevó a la suprema autoridad.

«El pueblo i el director entran al fin en un combate singular, que, en tales circunstancias, solo puede verse en esta raza magnánima i jenerosa, en un combate de razonamiento. ¿Quién puede describir escena tan nueva i tan interesante? ¡Qué vigor, qué dignidad, qué enerjía unida a tanta moderación! Los estranjeros que la presenciaron, la han llamado

admirable.

«A nosotros nos parece que los chilenos aparecieron este día mas grandes que cuando arrollaron i confundieron a sus enemigos.

«La escena cambió de aspecto, i se convirtió en una reunión de hermanos que en común deliberan i adoptan medidas para la quietud, el bien i el contento de todos. El pueblo elije i el director proclama la junta que empieza a ejercer el poder.

«El jeneral O'Higgins restituído a la carrera de su jenio, que le señaló el destino, puede dar todavía a la patria días de gloria.

«La trompa de la guerra resuena a lo lejos, i lo

llama a la victoria».

Una comisión compuesta de don Juan Egaña, don Bernardo Vera i don Joaquín Campino, redactó un reglamento orgánico, que debía rejir mientras plenipotenciarios enviados por las provincias acordaban lo conveniente.

El gobierno se titularía, entre tanto, junta gubernativa interina con el tratamiento de excelencia a la corporación, i de señoría a cada uno de sus miembros.

El orden de la presidencia en ella se graduaría por el número de votos que habían obtenido sus individuos, a saber, primero, don Agustín de Eiza

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