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II

Camilo Henríquez desca volver a Chile; pero la pobreza se lo impide, hasta que don Manuel Salas le proporciona recursos para hacerlo.-Cartas de Henríquez a Salas.-Juício acerca de ellas.-Bosquejo compendioso del sistema de enseñanza mutua. --Camilo Henríquez considera indispensable el establecimiento de la instrucción primaria para la consolidación de la repú blica.

Camilo Henríquez permaneció en Buenos Aires hasta principios de 1822.

Aunque deseaba regresar a Chile, la escasez de recursos se lo estorbaba.

Él no decía, como don Antonio José de Irisarri, que su patria era el mundo, o mas bien, la sociedad donde vivía, rejida por buenas leyes, que protejiesen los derechos de todos.

Siempre tenía presentes en la memoria las rocas i las olas, los ríos i los bosques, los desiertos i las campiñas, la tierra i el cielo de Chile.

Cuando a fines de 1814 partió para el destierro, esclamó, echando una mirada desde la cumbre de los Andes a los campos que dejaba:

Hasta luego.

Desde entonces habían trascurrido siete años, siete largos años, de proscripción i miseria.

Anhelaba morir en la comarca donde había nacido.

Pero ¿cómo emprender un viaje cuando le faltaba dinero hasta para subsistir?

Don Manuel Salas, que lo supo, reunió por suscripción entre varias personas la suma de quinientos pesos para proporcionar.a un hombre que podía ser mui útil los medios de volver a su país.

Tengo a la vista algunas cartas inéditas de Henríquez a Salas, las cuales contienen datos mui interesantes, i nos hacen conocer cuáles eran en aquella época los pensamientos del primero de estos dos eminentes ciudadanos.

Voi a copiarlas.

«Buenos Aires, 1 de enero de 1822.

«Señor don Manuel Salas:

«Mi buen amigo, se conoce que es cierto lo que siempre se ha dicho que es usted hombre de empresa, i que reúne la actividad i la bondad. He recibido cuanto me ha escrito; i nuestro común amigo don Miguel Riglos cubrió al momento la libranza. Por toda la ciudad ha corrido esto i ha causado gran satisfacción. Dicen que es cosa grande ser chileno; i que los chilenos son ahora tan nobles, como en siglos antiguos.

«Aseguro a usted que aquí nada se sabe de lo que se hace en Chile: ni en la biblioteca se hallan sus periódicos, ni aun los de fecha anterior. Esto es sensible en los momentos en que los espíritus están ocupados en la segunda parte de la revolución, mas ardua que la primera, que es salir de la

revolución, reformar los antiguos abusos i errores, remover los obstáculos, destruír, constituír, en una palabra plantear la civilización.

«Yo partiré para ésa con la mayor brevedad posible. Deseo que se proporcione un asiento en algún coche; si no lo hai, apelaré a otro arbitrio.

«El bibliotecario, que es el doctor don Saturnino Segurola, desea servirle i comunicarse; pero quiere que usted le escriba primero. El está encargado de las escuelas de Lancaster. Le he consultado, i me ha mostrado excelentes libros sobre el caso, que le fueron enviados por la comisión de instrucción pública de París, gratis. Éstos no se hallan aquí por ningún dinero; i es preciso pedirlos a la comisión de París. Los principales son: 1.o el reglamento para las escuelas católicas elementales, que está en el Manual práctico de las escuelas elementales; 2.o L'Enseignement mutuel, de José Hamel, consejero áulico de Rusia, traducido del alemán al francés. Este sabio viajó por orden del emperador a la Inglaterra solo para aprender cosas útiles. Es lo mas completo que he podido ver.

«En las escuelas católicas, hai en la gran sala un crucifijo. Antes i después de empezar los ejercicios, hai rezos ad libitum, en todo. Los discípulos repiten lo que reza el monitor jeneral. Aquí la tarde de los sábados se dedica al catecismo. Después de los ejercicios de mañana i tarde, hai lecturas de relijión, devoción i moral ad libitum.

«Los domingos i fiestas los discípulos son conducidos, mañana i tarde, al templo por el maestro i monitores.

«En Buenos Aires, en orden al nuevo método, se ha hecho una mezcla ridícula de nuevo i de viejo. Se ha descuidado la parte moral de esta educación, que es la única que tiene útil i preciosa. El pueblo está mui disgustado del tal método; i sacan

diariamente a los muchachos para las antiguas escuelas. Se espera que el ministerio reforme esto también. Parece que entre nosotros es necesario que todo lo haga el gobierno.

«Los abusos locales del Padre Castañeda establecieron firmemente la libertad de la prensa. Ya nadie hace caso de dicterios impresos, ni de papeles incendiarios. Parece esto Londres o Baltimore; i con todo los periódicos han cesado por otras causas. Cuando mas se necesitaba El Argos u otro juicioso que preparase la opinión pública e ilustrase en orden a las reformas, e hiciese que la luz circulase del gobierno al pueblo i de éste al gobierno. Se dice que habrá otros mejores en el año actual. El Rejistro Oficial i Las Minutas de decretos son inapreciables. Irán conmigo; si admiten suscripción la dejaré entablada, i también la de El Rejistro Estadístico, que ha de salir mensualmente.

«En Chile, hace mucha falta un periódico mensual como los rewieus ingleses: trabajaremos en ello. Conocerá usted que, por la analojía de las circunstancias, necesita Chile de los diarios de cortes. Aquí han llegado juegos hasta de diez tomos de los últimos; pero no se hallan a ningún precio. El señor Zañartu me ha prometido dilijenciarlos con todo empeño por sus muchas i respetables relaciones i remitirlos para esa biblioteca. El periódico El Universal de Madrid es precioso; i por Jibraltar se puede lograr todo.

«Es fácil hacer venir de Francia la colección de debates i memorias del cuerpo lejislativo. Esta obra preciosísima está ya en muchos tomos. Voi a ver si logro que el incomparable señor Rivadavia me dé una lista de los excelentes i orijinales libros que trajo. Muchos de éstos nos son desconocidos, de política, policía, economía política, etc., etc. Veré si logro lo mismo del señor Gómez, del señor

García i del señor Agüero. I como un pobre logra poco, la insinuación del gobierno por medio de sus diputados fuera de grande utilidad para nuestra biblioteca.

«El señor Saavedra me promete escribirle.

«La amable señora doña Rufina Basavilvaso há tiempo que murió. Daré el pésame en nombre de usted a nuestro Azcuénega i a sus virtuosísimas hijas.

«Aquí hai paz, libertad, muchas esperanzas i bastante pobreza. El ministerio sigue firme, sabio e intejérrimo. La junta lejislativa sigue con decoro, aunque apenas tiene como cuatro hombres de alguna luz. Era mucha nuestra ignorancia en cosas útiles. Las reformas de España allanan el camino para todo; i la bula de secularización jeneral que sacó el rei católico para todo español, como importa poco quien fuera el que la obtuvo, hace que el pueblo desee la lei de regulares, que aquí han caído en sumo desprecio.

«La lei de olvido, llamando al seno de la patria a todos los facciosos, ha hecho sentir las de la seguridad del gobierno i de la tranquilidad interior por un equilibrio de ellos mismos, inesperado de Ïos que no sabíamos tanto como el ministerio. Esto, i la libertad ilimitada de hablar, i aun de escribir cuanto disparate se quiera, sin temor de chismes (altamente despreciados por los ministros) hacen que nadie se desespere i que los malcontentos con las reformas, nada puedan. Así parece probable que todo siga bien i que el país se constituya. Pero la carta va ya mui larga. Adiós, hasta la vista que ansio sea pronto, mi buen amigo.

«Besa sus manos, su afectísimo i agradecido servidor,

CAMILO HENRÍQUEZ.

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