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El objeto principal de la legación era obtener que el papa enviase un nuncio con facultad de consagrar obispos titulares que, en caso necesario, supliesen a los propios.

La venida de un legado pontificio importaría el reconocimiento de la independencia hecho por la santa sede, i permitiría arreglar varias cuestiones eclesiásticas pendientes.

El senado había aprobado el nombramiento del señor Cienfuegos en la sesión celebrada el 31 de agosto de 1821.

Cuando don José Miguel Infante i Camilo Henríquez tuvieron en 1823 conocimiento de las instrucciones dadas al diplomático chileno, clamaron contra ellas i pidieron que se revocaran.

En su dictamen, la venida de un nuncio iba a producir solamente discusiones relijiosas estériles, exacerbación en los disturbios políticos, muchos males, ningún bien.

Impulsado principalmente por estos dos corifeos de la reforma eclesiástica en Chile, pero efectuada por la soberanía nacional sin la venia de nadie, el senado dirijió al jefe del estado el oficio siguiente:

«Santiago, julio 14 de 1823.

«Al excelentísimo señor supremo director.

«El senado tomó en consideración el gravísimo negocio del tenor de los poderes que se otorgaron por el anterior gobierno i senado al señor doctor don José Ignacio Cienfuegos, ministro plenipotenciario en Roma; i después de un maduro examen, i de oír el voto de una comisión especial, ha acordado, en vista de todo, que los mencionados poderes no

pueden continuar en los términos en que fueron otorgados sin gravísimos perjuícios de la patria.

«En efecto, la petición de un nuncio apostólico en nuestro estado naciente es impracticable e inadoptable en nuestras actuales circunstancias de pobreza del erario i falta de recursos para subvenir a otras necesidades urjentísimas, cuanto mas, para mantener a un nuncio con el decoro que demanda su alta dignidad.

«Por otra parte, la triste esperiencia verificada en otros países católicos de los malos resultados de las nunciaturas, debe obligar al estado a resistir la admisión de esta medida, mucho mas en la variación política i civil que hai entre nosotros, que nos espone a perturbaciones i disensiones.

«Por tanto, el senado cree que es mui conveniente que, sin pérdida de tiempo i a la mayor brevedad, se haga entender al señor Cienfuegos por el gobierno que quedan retirados los poderes que anteriormente se le otorgaron, i que verifique su regreso a la mayor brevedad, reduciéndose por ahora su misión a reiterar i protestar de nuevo la sumisión i adhesión constante del gobierno i provincias de Chile a la cabeza visible de la iglesia i a la relijión de Jesucristo, que el gobierno i senado procurarán mantener i conservar fielmente, quedando los demás artículos contenidos en las instrucciones que le fueron dadas anteriormente para mejor tiempo, i examen de los congresos futuros, que procederán en vista de las necesidades del país i sus recursos. Pero, teniendo en consideración el estado i exijencia nacional, opina el senado que el plenipotenciario quede autorizado para pedir a su santidad un obispo para la catedral que ha de erijirse en Coquimbo, o a lo menos un ausiliar, que será postulado i electo por el ejecutivo.

«El senado tiene el honor de manifestar de nue

vo al supremo director los sentimientos de su dis tinguido aprecio.

«AGUSTÍN DE EIZAGUIRRE, presidente.

«Doctor Camilo Henríquez, secretario.»>

Camilo Henríquez creía que los nuncios eran siempre recibidos en un país bajo arcos triunfales, que se instalaban en él como el dueño en su casa, que a la postre eran espulsados como enemigos, viéndose obligados a salir bajo horcas caudinas.

XIV

Camilo Henríquez es nombrado primer bibliotecario de la Biblioteca Nacional.--Oposición del partido conservador en contra suya.-Apertura del congreso constituyente.-Poca participación de Camilo Henríquez en sus debates: escribe una memoria sobre el destino que debe darse al empréstito contratado en Londres.-Una larga enfermedad le obliga a retirarse de la cámara. Camilo Henríquez no toma parte en la aprobación de la constitución de 1823.- Juício acerca de dicha constitución.

Camilo Henríquez no ha compuesto una oda a los libros como Meléndez, ni ha hablado de ellos con la efusión lírica de Southey; pero los respetaba como maestros inmortales i los estimaba como amigos siempre fieles.

Su opinión no retrocedía ante el sacrificio.

Había sufrido por ellos en los calabozos de la inquisición.

El 19 de julio el gobierno ordenó que se estableciera una Biblioteca Nacional, que debía colocarse en los salones de la Aduana, hoi palacio de los tribunales, a donde debía trasladarse la biblioteca existente en la Universidad.

Esta disposición fue completada por la siguiente:

«Santiago, julio 22 de 1823.

«Con arreglo a lo decretado en 19 del corriente

sobre el establecimiento de una Biblioteca Nacional, he acordado i decreto:

«1.o La Biblioteca Nacional será por ahora servida por un bibliotecario primero, con la dotación de quinientos pesos; un bibliotecario segundo, con la dotación de cuatrocientos; un portero, con la dotación de ciento; distribuyéndose así los mil pesos señalados en el gobierno anterior para la dotación de sirvientes de una biblioteca.

<2.o Tendrá la biblioteca un protector, para cuyo destino elijo desde ahora a don Manuel Salas.

<3.o Nombro para bibliotecario primero a don Camilo Henríquez; para bibliotecario segundo a don José Miguel de la Barra. El bibliotecario primero nombrará el portero.

«4.° Señalo dos mil pesos anuales sobre el ramo de vacantes para la compra de libros para el uso de la Biblioteca.

«Este decreto se refrendará por el ministerio de hacienda, insertándose en el Boletín.

<<FREIRE.

«Egaña.»>

Este decreto permanecía inédito; pero los nombramientos que contenía fueron recibidos con aplauso jeneral.

Camilo Henríquez merecía ser el primer bibliotecario de la Biblioteca Nacional.

Todos reconocían su talento i su saber.

La posteridad ha ratificado esta distinción. Don Claudio Gay dice en el capítulo 76 del libro VII de su Historia de Chile:

«El grau filántropo don Manuel Salas, secundado por el teniente coronel don Juan Gómez, i por el entendido don Miguel de la Barra, fue encargado de la organización de la Biblioteca Nacional; así

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