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<2.° Entrometerse en los misterios, dogmas i disciplina relijiosa i moral que jeneralmente aprueba la iglesia católica.

«ART. 264

«Habrá un tribunal de libertad de imprenta compuesto de siete individuos entre veinte i uno, recusables i subrogables. Habrá también consejeros literatos; i una comisión judicial para juzgar los negocios particulares de todos estos individuos, a quienes nombrará la cámara nacional, formándose un reglamento que detalle sus respectivas atribuciones.

«ART. 265

«Todo escrito que ha de imprimirse, está sujeto al consejo de hombres buenos, para el simple i mero acto de advertir a su autor las proposiciones censurables.

«ART. 266

«Hecha la advertencia, puede el autor correjirlas por sí, o vindicarlas en un juicio público en el tribunal de libertad de imprenta, sin costos, sumarísimo i sujeto a la mera inspección de las proposiciones censuradas; i no queda responsable después de la publicación. Si no quiere correjir, ni vindicar sus proposiciones en este juício, puede publicarlas, sujeto a la pena legal establecida para aquel abuso de imprenta, si se juzgare tal; i en este caso solo debe ímprimirse, si el autor es persona de abono, o afianza la responsabilidad civil.

«ART. 267

«Un escrito puede presentarse anónimo a la re

visión; i el consejero debe guardar secreto, si se le encarga.

<«ART. 268

«Ningún escrito puede demorarse en poder del consejero mas del término que establezca el reglamento; i pasado éste, puede imprimirse bajo la responsabilidad de dicho consejero.>>

Todo esto no merece discutirse.

La constitución de 1823 no podía vivir.

Solo tuvo dos defensores, dice don Melchor Concha i Toro en su memoria histórica Chile durante los años de 1824 a 1828: don Juan Egaña i su hijo don Mariano.

XV

Camilo Henríquez es elejido diputado para el congreso de 1824. -Sostiene que deben imprimirse las sesiones taquigráficas.Poca concurrencia del público a las sesiones.--Discusión sobre el número de diputados necesario para aprobar o desechar un proyecto de lei.-Gran versación de Camilo Henríquez en la economía política.-Derogación de la constitución de 1823.Camilo Henríquez es nombrado oficial mayor del ministerio de relaciones esteriores.

Camilo Henríquez perteneció al congreso de

1824.

Recibió una doble diputación: la de Copiapó i la de Rere.

Su fama se estendía al sur i norte de la república.

Optó por la de Copiapó.

En Santiago, obtuvo setenta i seis votos para propietario; i cuatro, para suplente.

La instalación solemne de la asamblea tuvo lugar el 22 de noviembre de 1824 con el ceremonial de costumbre, que dura hasta el día.

Voi a reseñar algunas de las cuestiones en que el diputado de Copiapó terció en los debates.

En la sesión del 6 de diciembre, el presidente don José Gregorio Argomedo indicó que era necesario dar dos escribientes a los taquígrafos, porque éstos solos no alcanzaban a desempeñar la traducción de sus signos.

Don Joaquín Campino opinó que debían suprimirse los taquígrafos, porque temía que los dircursos de los diputados no hiciesen honor al país.

Don José Miguel Infante pidió que se imprimieran las sesiones taquigráficas.

«Salgan al público, dijo, que de este modo los diputados se acostumbrarán a estudiar los puntos que se discutan, i los pueblos conocerán las opiniones de sus representantes.. Yo seré de los que hablen menos; pero estos señores espresarán bellas ideas, que serán vistas con placer».

Con este motivo, Camilo Henríquez pronunció el discurso siguiente, que tomo de una redacción taquigráfica plagada de faltas, modificando algunas palabras o frases para conservar el sentido:

«Es de necesidad que se publique todo lo que en el congreso se diga: lo uno porque interesa a los diputados; i lo otro porque interesa a los pueblos. De esta manera, el público sabe las medidas que se dictan para su felicidad. Así me parece preciso que se impriman las sesiones taquigráficas. Si los ciudadanos leen con gusto todos los papeles que hoi se dan a luz, con mucho mas placer leerán los del

congreso.

«Yo no sé qué defecto se podría imputar a los diputados actuales para que se avergonzasen de dar a la prensa sus ideas. Hasta ahora, no he observado en el congreso de Chile error grosero en ninguna de sus deliberaciones. Por el contrario, he notado en el de los Estados Unidos equivocaciones tan grandes que a primera vista pueden percibirse. «Se lee en uno de sus diarios que un diputado

dijo: El jeneral San Martín ha pasado los Andes. «Otro contestó:-Eso no es posible. ¿Cómo ha de haber pasado los Andes cuando Potosí se halla ocupado por el enemigo, i Potosí está situado antes de llegar a ellos?

«No necesitamos estilo brillante, sino ideas cuerdas. Ese estilo solo es bueno para el púlpito, en el cual podrían hablar algunos eclesiásticos. El estilo florido no es de este lugar. Aquí tienen mas estimación las ideas que se espresan de pronto, que las frases estudiadas para aparentar elocuencia. Esto no sirve de nada. Con tal que los razonamientos sean juiciosos, sobra. ¿Qué importan los largos discursos que se pronuncian en otras partes? Esto es convertir el estilo propio del congreso en esa profusión que se nota entre los franceses, quienes hablan mucho i dicen poco. Al contrario, observamos, en los escritos de los ingleses, que dicen mucho en pocas palabras. También los chilenos hablan poco i dicen mucho. ¿Para qué queremos quitar a la nación el laconismo que le es peculiar? Así pues es indispensable que se publiquen las opiniones de los diputados por medio de la prensa. Esto es satisfac

torio i es útil».

La asamblea resolvió que los taquígrafos tuviesen dos escribientes sin perjuicio de acordar después lo que se juzgase conveniente en orden a su supre

sión o continuación.

Mas tarde, en la sesión del 11 de diciembre, Henríquez convino en que era imposible dar a la estampa las sesiones taquigráficas, porque no había imprenta para ello.

Admitió, en consecuencia, que se publicase un periódico conciso en que solo se insertase la parte sustancial de los debates.

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