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XXIV.

Tal fué la situacion personal del vice-presidente Portales durante el primer año de su ausencia de la capital i de su aparente alejamiento de los negocios públicos, a los que evi dentemente no tenia amor, pero a cuyo ardiente contacto le arrastraba la fuerza irresistible de su espíritu creador i dominante. Puede decirse, en consecuencia de lo que hemos visto, que si los años de 1830 i 31 habian sido para él la dictadura, el de 1832 fué todavia, si dable fuera, mas conspicuo en su carrera de absoluto dominador: fué el de la omnipotencia.

En vano es hacerse ilusion, en verdad, con el desprendimiento personal de aquel hombre estraño que fué casi siempre sublime cuando se dejaba conducir por la intuicion sola de su rica i magnánima naturaleza, porque su espíritu altane

mendado que a su nombre i al de la nacion que preside, le manifieste la eterna gratitud a que le hacen acreedor sus importantes sacrificios en favor del órden, a los cuales debe la patria la existencia feliz de que hoi goza.-Dios guarde a Vd.-Hai una rúbrica de S. E.-Joaquin Tocornal. Al señor don Diego Portales,

(CONTESTACION.)

Santiago, setiembre 26 de 1832.

El oficio que V. S. se ha servido dirijirme con fecha 24 del que rije, i el decreto del Congreso inserto en él, manifestándome la aceptacion que han merecido mis servicios, son una recompensa que escede en mucho al valor de ellos. Obligado a entrar en la vida pública contra mis deseos e inclinaciones, i mientras no me fué permitido dejarla, creo no haber hecho mas que cumplir imperfectamente, aunque del mejor modo que pudieron mis débiles fuerzas, con las obligaciones que todo ciudadano debe a su patria. Permítame V. S., pues, que penetrado del mas profundo reconocimiento por esta demostracion, le manifieste mi sorpresa por una honra tan inesperada, i que le ruegue sea el órgano por donde esprese mi gratitud a este jeneroso testimonio de la induljencia de S. E el Presidente i del Congreso, no menos que de mi confusion por no haber acertado a merecerlo.

Dios guarde a V. E. muchos años. -Diego Portales.

Señor Ministro de Estado en el departamento del Interior.

ro, esclusivista, despótico, en fin, avasallaba en su pecho aquellas jenerosas emociones que le aconsejaban la clemencia con las frajilidades ajenas i el respeto por la dignidad de sus conciudadanos i aun de sus propios colegas i mas caros amigos.

Pero su omnipotencia no cra, por esto, un despotismo rastrero i miserable, cebado solo en persecuciones i en el lucro de los destinos. Mui lejos de eso. Aquel absolutismo creador erá impulsado por altas miras, ajenas a su personalidad, i en las que, por un fatal error de su índole violenta, el dictador creia encontrar el bien de la patria i el sostenimiento de una causa que contemplaba justa. El despotismo de Portales fué inmenso i cual no hubo otro igual entre nosotros, pero se diferencia esencialmente de todas las miserables tiranias que nos han si do impuestas, en que no tenia por base el egoismo, sino, al contrario, la abnegacion sin límites de su personalidad, de sus intereses, de sus afecciones, de su gloria misma, de todo, en fin, escepto de un poder incesante, activo, violento a veces, concentrado otras, i cuyas tirantes riendas no soltó sino cuando la muerte heló sus manos.

El queria marchar siempre adelante, segan su manera de concebir el progreso i la gloria de su patria, i entonces empu jaba el carro del Estado por la senda que él habia trazado; i puesto a la empresa, no le importaba los obstáculos que iba a encontrar ni las huellas que dejaba tras sus pasos. A los obre. ros que se fatigaban o se apartaban de la ruta, los abandonaba con desden o con ira, porque era su máxima favorita que, «mas valia andar solo que mal acompañado.. A los adversa. rios que, al contrario, le obstruían el paso, los derribaba con la misma implacable enerjia con que trataba a sus amigos.

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Fué por esto, volvemos a decirlo, un gran tirano i no un déspota menguado. Durante los años que, cual atleta antiguo, se mantuvo sobre la arena, luchando con las facciones que él mismo, por un incauto orgullo, creaba a su derredor, todo lo despotizó, todo lo puso bajo su planta. Pero lo que hai de grande i de admirable en su vasto poderio, es que él mismo se sometia a la lei comun, i siendo el tirano de todos, era antes el tirano de sí mismo. Nadie tampoco le aventajó en los brios

del trabajo (1) i nadie creó en el campo de la patria mas cosas a la vez i con tan estraordinario teson i espíritu de detalle on la ejecucion de sus planes, porque él cuidaba desde el pabilo que daba luz a las calles hasta la lei suprema que rejia los destinos de la República. Renunció todos sus honores i sus empleos como un dorado fastidio que le estorbaba su accion precisa, ardorosa i sobre todo unipersonal e independiente. No ambicionaba, en fin, el poder, porque éste está sujeto a las reglas i a las trabas de la lei, pero queria la omnipotencia para mandar a todos, al poder mismo, a la lei i a sí propio.

Por esto le vemos asilarse en un oscuro escritorio de comercio, lejos de la capital, i en un albergue sombrio, cavado como un sepulcro al pié de la misma montaña en que debia espirar mas tarde, como en el Calvario de su espiacion. Todo lo habia sacrificado en aquella resolucion suprema de aislamiento i concentracion, que engañándole a él mismo, iba á hacerle creer que era libre porque no subia ya cada mañana

(1) Sorprende i a la vez admira la constancia en el trabajo de que era capaz Portales i la variedad de objetos a que aplicaba su mente, creadora. La codificacion de las leyes, objeto que le procupó hasta su muerte como una de las necesidades mas primordiales de la República; el establecimiento de una Acu, demia náutica en Valparaiso bajo el mismo principio que habia organizado en Santiago la Academia militar; el arreglo de la marina de guerra de la repúbli ca, que en aquella época constaba de un solo bergantin: la proteccion a la marina mercante con esclusion de los buques estranjeros del cabotaje; la moralizacion del ejército por la eliminacion de todos los malos elementos de que se componia; los reclamos internacionales en que se veia comprometida la dignidad del pais, todo le preocupaba a la vez.

Puede verse la manera como Portales trataba todos estos temas en los seis fragmentos de su correspondencia que publicamos en el apéndice bajo el nú mero 5, por no recargar de notas el testo de la obra, pero que son de estraordi nario interes para comprender a aquel hombre eminente. No debe echarse en olvido que en esa época (del 5 de enero al 22 de mayo de 1832) que son las fe chas estremas de esos documentos, Portales era un simple particular ocupado activamente en sus prop os negocios en Valparaiso,

Preocupábase tambien aquel, en esa época, de la creacion de almacenes de de pósito en Valparaiso, de la conversion de esta plaza en provincia, i por último, de la organizacion de la guardia nacional de ese pueblo. Pero de estos asuntos nos ocuparemos mas adelante, cuando hagamos mencion del gobierno de Portales en Valparaiso.

las escalas de su despacho, pero donde seria mas tirante que jamas en su innata aspiracion al dominio de todo aquello que, por lo mismo que estaba lejos de su mano, debia ser su anhelo el vijilar mas atentamente i empuñar con mas insaciable vehemencia. (1) Nunca pues fué Portales mas despótico que cuando estaba lejos del poder, nunca tampoco mas creador, mas cousagrado al bien público i a la vez, mas violento e irascible. Con toda la suma del poder en su mano, era todavia un ejecutor de ese poder. Pero simple ciudadano, i allá en las soledades en que iba a sepultar su orgullo, como el águila que se remonta a los espacios vacios para mejor dominarlos con su vista, él era entonces superior al poder mismo i gobernaba con solo el eco de su palabra a los encargados de distribuir aquel.

En una palabra, durante los siete años que Portales gobernó la república i que están casi igualmente divididos en las

(1) Son tan bellas las palabras de Portales al hablar de su resolucion de establecerse permanentemente en Valparaiso, que no podemos menos de trascribirlas aquí. “Hace bastantes dias, escribe a su confidente Garfias, el 4 de marzo de 1832, hice mi firme resolucion de fijarme como una estaca en Valparaiso. Al efecto, arrendé a Cea la quinta en que vivo Entre paréntesis, debe usted suponer o inferir cuanto me habrá costado hacer esta resolucion: todo cuanto hai de caro i agradable en Santiago se me ponia por delante: mis amigos, amigas, Alameda de la cañada, la facilidad de tener buenos caballos, en fin, todo, todo se me representaba con los mas vivos colores al lado del cuadro triste que presenta Valparaiso, en que se carece de todo, especialmente de los objetos que pudieran satisfacer mi única pasion vehemente, (*) que jai de mí! desaparecerá a la vuelta de mui poco tiempo. ¿I este poco tiempo que pudiera aprovecharse en Santiago lo he de perder en Valparaiso? Hé aquí la reflexion que me detenia mas para decidirme; pero triunfó al fin la razon que me aconseja la separacion de Santiago, cuyo sacrificio es el fruto que por precision tengo que recojer de mis mediocres servicios al pais. La desgracia ha venido a colocarme en esta dura posicion: yo podria ganar mi vida en Santiago podria gozar los placeres con que brinda una poblacion grande, i en que se encuentran todas mis relaciones; pero no podria gozarlos con tranquilidad, porque estaria en continua guerra para no tomar parte en las cosas públicas; i al fin, quien sabe si insensiblemente me metia, para sacar desazones e incomodidades sin fruto, lo que se evita estando aquí, porque con contestar a cada llamado un no quiero ir, salgo del paso; este desahogo es solo para usted i se cerró el paréntesis."

(*) ¿El amor?

dos épocas en que fué ministro i simple ciudadano, asumió una perpetua dictadura, con la sola diferencia que en su primer carácter, su imperio estaba solo fundado sobre el pais desde su puesto en el gobierno, i en el segundo, era el pais i el go bierno mismo los que estaban bajo su poderosa planta. «Portales, decia en aquella época (a fines de 1832) un hombre burdo pero que tenia el buen sentido del pueblo i la enerjia de la conviccion, a un millon de habitantes que hai en toda la república los tiene metidos dentro de su zapato.» (1)

(1) Don Ramon Mariano de Aris, a quien hemos citado ya. Esto escribia este curioso personaje, cuya franqueza no tiene mas defecto que su brusquedad, a su querido patron don Bernardo O'Higgins el 9 de diciembre de 1832; i pocos dias mas tarde, el 24 del mismo mes, añadia esta pintura no menos singular de la omnipotencia de Portales i de su "tertulia:" "Es lo mas escandaloso ver el señorio del godo Garrido. Para salir al paseo, lo han de ir a sacar a su casa diez o doce estanqueros Por las calles lo llevan dándole el enlozado; i como todos ellos solo quieren ganar las induljencias en ir a su lado, van todos ellos por el empedrado. En el paseo se le agregan mas i lo llevan en el medio. Cuando sale el presidente, solo sale con su edecan: nadie lo acompaña. De los solicitantes, a nadie se le oye decir: Vi a don Joaquin Prieto para que me diese este destino. Sino lo que dicen es: Vi a Garrido; le cché tal empeño a Portales. En diciéndoles uno de éstos que sí, ya todo está hecho.”

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