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CAPÍTULO II.

QUE LOS INCONVENIENTES QUE PARESCE QUE HAY EN ESTAS PARTES EN LOS ESCLAVOS DE GUERRA, SON EN LOS YA PACÍFICOS, LA CODICIA DESENFRENADA DE NUESTRA NACION, Y EN LOS POR PACIFICAR, SU DEFENSA NATURAL QUE PARESCE QUE NATURALMENTE TIENEN CONTRA NUESTRAS VIOLENCIAS, FUERZAS, OPRESIONES Y MALA MANERA QUE TENEMOS CON ELLOS EN SU PACIFICACION POR NUESTRA CODICIA, PARA QUE VISTOS, SE VEA COMO NO SE DEBEN PERMITIR EN ESTA TIERRA ESCLAVOS DE GUERRA, NI DE RESCATE, COMO ESTABA MUY BIEN SANTA Y JUSTAMENTE PROHIBIDO POR LA PRIMERA PROVISION.

Y así digo, que atento y bien mirado y recatado todo esto en cuanto á la primera provision y consideraciones que tuvo, segun que por ella parece á que me refiero, (que la esperiencia cierta, muestra y ha mostrado ser y haber sido justas, santas y verdaderas), cierto á mi ver no merescia ser revocada, sino muchas veces confirmada como cosa tan justa, santa y honesta, y muy cierta y verdadera y notoriamente buena, porque asi pasa en hecho de verdad como en ella se contiene, y la desenfrenada cobdicia de los que acá pasan lo causa, que por captivar para echar en las minas á estos miserables, en cuya conservacion despues de Dios está la suya propia de ellos mismos, porque sin estos naturales no se pueden sufrir ni conservar dia.

Á los ya pacíficos y asentados los levantan y siempre han de levantar que rabian, y los han de hacer levantadizos aunque no quieran ni les pase por pensamiento, inventando que se quieren rebelar, ó haciéndoles obras para ello y para que las piedras no las puedan su

frir, como no ha mucho que se vió por la esperiencia y no con poco escándalo de todos y más de estas plantas tiernas en la fé, y de la buena conversion de esta tierra, que yo no sé como esta en ella se haga ni como crezcan y convalezcan, ni vengan en conocimiento de ella, si en nosotros no hallan fé ni seguridad alguna para con ellos, y si de nosotros estas gentes no se fian por nuestro poco sosiego y desenfrenada cobdicia, ni sienten que nos fiamos de ellos. Y así fué cosa de mucha lástima lo que pocos dias há aconteció sobre otro tanto que les levantaban que se querian levantar, que como, los inocentes indios sentian el levantamiento no suyo contra los españoles, sino de los españoles contra ellos y contra razón, (como despues pareció, porque nunca se halló cosa alguna contra ellos por muchas diligencias que se hicieron, salvo toda inocencia) tomaban algunos sus hijos y mujeres y pobre ajuar, y se iban desnudos y desarmados como andan, á guarecer á las casas de los mismos españoles; y porque viesen su inocencia, temblando que no sabian donde semeter y otros de miedo, se salian secretamente de esta ciu dad; y á la sazon aconteció cerca de esta ciudad, en Tezcuquo, andando la gente española entendiendo en esto, á mi ver, tamquam leo rugiens circuens (sic) quem devoret, una cosa de notar que pareció como presagio de lo que andaba y despues aconteció, ó por mejor decir, permision divina, (si es verdad como lo es y lo dice San Juan Crisóstomo super Matheum; Quia in omnibus eadem plenitudo servatur ut non ab eventu facta putentur, sed Dei providentia intelligantur esse disposita,) que un leon asáz grande salió del monte y tomó un muchacho indio en las uñas, y andando jugando con él el juego del gato con el raton para

despues le comer, á las voces y lágrimas del muchacho que estaba entre los brazos del leon, acudió otro indio leñador que estaba cerca y veia lo que pasaba, y arrojándole al leon la hacha de cobre que traia, le acertó en la boca y en los dientes, y así el leon lastimado y enfrenado de la boca y de la cobdicia, dejó al muchacho sin le hacer mal, y se fué; y otro dia volvió al regosto hasta las casas ó bohio de la morada del padre del mismo muchacho, donde hirió y rascuñó á otros muchos indios, los cuales asi heridos y mal rascuñados nos trageron el leon muerto, al acuerdo muy alegres, y decian y afirmaban que nunca se habia querido ir ni dejar de molestarlos y hacerles mal hasta que á palos con las coas le mataron. El guardian de Tezcuquo, Fr. Luis de Fuensalida, maravillado de tal caso, y á tal coyuntura en que andaban los españoles contra estos indios levantándoles que rabiaban y que se querian levantar para dar sobre ellos, cuando así los indios nos trajeron el leon muerto, nos escribió maravillándose de ello y no sabiendo á qué lo atribuir. Lo que entonces aconteció fué, que si no se pusiera el freno que se puso en aquel desenfrenamiento de españoles que á la sazon andaba, estovieran hoy muy gran parte de estos naturales, no solo en las uñas del leon, pero en papos de buitres y en la buitrera de las minas, porque aqueste es el fin de estos alborotos, y al fin ha de ser el fin y el cabo destruccion tambien de toda esta tierra, como lo fué en las Islas é Tierra Firme, si Dios no lo remedia por su piedad. Tambien demás de esto en dias pasados ví que vinieron al acuerdo de esta audiencia los principales de Mechuacan y traian consigo á dos hijos pequeños del Caçonçi, cacique y señor principal que era de toda aquella tierra de Mechuacan y su provincia y casi tan grande co

y

mo Mutecuma, (sic) ya difunto, y á otro hijo de D. Pedro, el que gobierna ahora aquella provincia á nombre de su Magestad, que es el más principal de ella, porque tambien les levantaban los españoles que se querian levantar, y sobre ello habian estado presos y corrido asáz peligro de sus personas, y tanto, que fué maravilla ser vivos y no ahorcados sin culpa alguna; y traian consigo un naguatato de la lengua de Méjico y de Mechuacan, por quien nos hablaron, que las lástimas y buenas razones que dijo y propuso, si yo las supiera aqui contar, por ventura holgara vuestra merced tanto aquí de las oir, y tuviera tanta razon despues de las alabar, como el razonamiento del villano del Danubio, que una vez le ví mucho alabar yendo con la corte de camino de Burgos á Madrid, antes que se imprimiese, porque en la verdad parecia mucho á él, iba cuasi por aquellos términos y para le decir no habia por ventura menos causa ni razon, porque lo que se me acuerda es que despues que nos ovo en el acuerdo muy bien relatado y referido su mala dicha que siempre tenian con sus amos los españoles en recibir mal por el mucho amor que les tenian y servicios que les deseaban hacer, y en no se fiar de ellos cuanto más entendian en los servir y más los deseaban tener contentos, y que aquello ellos vian que lo hacian pensando sacarles así el oro que ellos no tenian, que si así era verdad que ellos no se fiaban de ellos, que no era menester prenderlos ni levantarles lo que no hacian, que allí eran venidos aquellos de quien los españoles decian que se temian, que eran los que presentes estaban, para que les cortasen las cabezas, porque sus hermanos y amos los españoles viviesen sin recelo, que ellos eran de ello muy contentos; y si esto no quisiesen, que tambien alli traian á los hijos

del Caçonçí y á un hijo de D. Pedro, que era lumbre de sus ojos, para que estuviesen en prision ó rehenes con que se asegurasen y dellos tambien, y de todos hiciesen lo que más quisiesen; que desde alli para ello se ponian en nuestras manos con tantas lástimas y encarecimientos y buenas maneras de decir, que hizo la plática llorar al naguatato, que suelen ser para con indios más crueles que Neron, y de lágrimas no nos lo podia referir, ni tampoco despues de referido algunos de nosotros sufrirse sin ellas; y de tal arte, que entonces alli algunos de los que alli estábamos, acordándonos de ella, comparamos aquella plática á la del villano del Danubio; en tanta manera fué buena y nos contentó. Y en la verdad despues informados bien de todo, pareció estar inocentes y sin culpa alguna de lo que les habian levantado, y así se volvieron de esta real audiencia consolados y alegres en sus tierras, donde al presente están tan buenos cristianos y tan leales vasallos de su Magestad y de tan buena voluntad, que es para darse muchas gracias á Dios. Aprovechóles mucho la ida que alli fuí, y el pueblo hospital de Santa Fé que yo allí dejé comenzado, al cual ha dado y da Dios tal acrescentamiento de cristiandad, que en la verdad no parece obra de hombres, sino de solo él como yo creo cierto que lo es, pues que él solo lo sustenta al parecer maravillosamente, y aquello pienso que es gran parte de la bondad no creida ni pensada, antes muy desconfiada de la gente de aquella tierra. Á Dios se den las gracias de todo, pues á él solo se deben.

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Lo que he dicho ha sido á fin que por las esperiencias

se vea el peligro que corren los indios que ya están pacíficos y sujetos, pudiéndose hacer esclavos de guerra por la nueva provision y facultad.

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