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las líneas telefónicas en los Estados hay 9.765 aparatos con una extensión de alambres de 38.918 kilómetros y que las líneas de los ferrocarriles miden 1.738 kilómetros.

Cuenta, pues, la República con más de 122.000 kilómetros de alambre, que, por telégrafo ó teléfono, mantienen la comunicación entre sus habitantes y les ponen en contacto con el resto del mundo civilizado. ¡Qué inmensa distancia la que se ha recorrido desde 1865, en que apenas pasaban de mil los kilómetros de hilos telegráficos que tenía México y juzgábase digna de especial mencion, en la Memoria del ministro de Fomento de la época, la línea que se había tendido entre el antiguo Palacio de los Virreyes y el histórico peñón de Chapultepec!

CAPÍTULO V

Obras públicas urbanas. El desagüe del valle

y el saneamiento de la ciudad de México

Uno de los tristes resultados de las perpetuas revoluciones mexicanas ha consistido en que, durante el primer medio siglo de nuestra vida independiente, no hayamos mejorado nuestras viejas ciudades coloniales ni construído los edificios públicos más indispensables, limitándonos, cuando mucho, á adaptar mal y de mala manera á cárceles, escuelas y oficinas de toda clase, alguno que otro convento, colegio ó palacio clerical que, por circunstancias casi fortuitas, escaparon de la dispersión de los bienes que fueron nacionalizados y que, persiguiendo altos fines políticos, los hombres de la Reforma tuvieron necesidad de echar á los cuatro vientos, sin recoger para sí, nunca ni en ningún caso, ni un átomo siquiera de aquellas riquezas.

Después, á la sombra de la tranquilidad pública, se ha comenzado en todos los ámbitos de nuestro territorio á mejorar poco a poco las antiguas poblaciones, y de Chihuahua á Yucatán, y cada día con más generalidad, han ido surgiendo mercados y hospitales, colegios y teatros, siendo únicamente de lamentar que, con deplorable frecuencia, se haya pensado en cosas más de aparato que de verdadera utilidad.

Á

pesar de todo, vamos ya comprendiendo que la dota.

ción de aguas potables, sanas y en abundancia, la construcción de alcantarillados, la formación de parques amplios, donde hasta el más humilde ciudadano pueda gozar del sol y del aire y otras cosas semejantes, constituyen necesidades indispensables para el progreso y aun para la vida de las poblaciones, y es de esperar que estas ideas se arraiguen y difundan cada día más.

Imposible es enumerar siquiera las mejoras ya realizadas en nuestras principales ciudades del interior del país, porque el espacio nos falta para ello; que el lector nos permita, pues, ocuparnos casi exclusivamente de lo hecho por el Gobierno federal, sobre todo en la ciudad de México, y hablarle con cierta extensión, como que son las principales, sólo de las importantísimas obras del desagüe del Valle y del saneamiento de la ciudad de México.

Desagüe del Valle de México (1).

Después de larga y azarosa peregrinación, perseguida y maltrecha, llegó la tribu azteca al hermoso valle de México, circundado de altas montañas cubiertas de bosques y bañado en su fondo por un vasto lago del que surgían, entre juncos y plantas acuáticas, algunos islotes desiertos. Los sacerdotes de las tribus señalaron las pobres islas, no codiciadas por los pueblos ribereños, como el sitio indicado por los oráculos para asiento del pueblo peregrino; en ellas levantaron los

(1) Gran parte de lo que aquí va á leerse, está tomado de unos apuntes que para nosotros tuvo la amabilidad de preparar el señor ingeniero don Salvador Echagaray, siguiendo, á lo que nos parece, la reseña histórica que, por acuerdo de la Junta directiva del Desagüe del Valle de México, escribió con notable erudición y copia de interesantísimos datos el señor don Luis González Obregón. en 1900. Constituye esta reseña, con los trabajos que la complementan y son debidos á los señores ingenieros don Luis Espinosa y don Isidro Díaz Lombardo y al señor secretario de la Junta, don Rosendo Esparza, la obra más acabada que conocemos sobre el desagüe del Valle, y hará bien en consultarla el lect or que se interese en conocer á fondo lo que con esta importante mejora se rela. ciona. Titúlase: Memoria descriptiva del desagüe del Valle de México, 1449-1900; consta de dos volúmenes y varios planos, y es una publicación oficial que puede obtenerse en la Secretaría de Comunicaciones y Obras públicas.

aztecas su templo al dios de la guerra y las humildes chozas en que debían, al fin, dar término á su vida errante. El paciente trabajo del pueblo azteca fué transformando gradualmente la miserable región en que se estableciera; los islotes se unieron entre sí; sobre balsas de maderas y bejucos, extendieron capas de tierra y cultivaron verdaderos huertos flotantes (chinampas); más tarde, y ya respetados de sus vecinos por su genio militar, ligaron su naciente ciudad con las orillas del lago por calzadas que se dirigían del templo á los cuatro puntos cardinales, regularizaron los canales para el tráfico interior y establecieron puentes para facilitar las comunicaciones entre los islotes.

El aislamiento de la ciudad meshica le daba gran superioridad militar; pero, á la vez, su posición en medio del lago la exponía á serios peligros. Con efecto, no teniendo salida alguna las aguas del Valle, ó más bien de la extensa cuenca, á su fondo afluían todas las corrientes de las montañas que la circundan, y en cuanto las lluvias eran extraordinarias, inundaban la ciudad, como sucedió en 1449, año en que fué tanta la cantidad de agua llegada al lago, que muchas casas se destruyeron y los habitantes hubieron de refugiarse en canoas por largo tiempo. El sabio rey de Texcoco, Netzahualcoyotl, consultado por el de México en tan difíciles circunstancias, ideó la construcción de un dique al Este de la capital azteca, para formar un vaso separado que encerrara las aguas al pasar del nivel conveniente. Esta obra admirable se construyó brevemente y, como dice un cronista, «cierto fué un hecho muy heróico, y de corazones valerosos intentarla, porque la albarrada iba metida casi tres cuartos de legua en agua adentro, y en parte muy honda, y tenía de ancho más de cuatro brazas y de largo más de tres leguas; partía de Atzacoalco, al Norte del Valle, hacia el Sur, hasta el pie del cerro de Itztapalapam, y dividía el antiguo lago en dos: el Oriental, de Tetzcoco, de agua salada, y el Occidental de México, de agua dulce. Cuando subía el nivel del primero por la afluencia de los ríos que en él desaguaban, se incomunicaba con el de Mé

xico, y por el contrario, en la estación seca, se hacían pasar las aguas dulces del último al lago de Tetzcoco. >>

Así las cosas, sobrevino otra inundación á fines del siglo xv, bajo el reinado de Ahuitzotl, que se ha atribuído con alguna generalidad á los manantiales de Coyoacán, los cuales se canalizaron hacia la ciudad, pero que indudablemente fué causada por las aguas del lago Oriental, no contenidas por el dique de Netzahualcoyotl, que se había dejado arruinar en algunos puntos. La capital quedó casi destruída, pero de ello derivó un beneficio considerable, pues los meshicas obligaron á los pueblos sometidos á su creciente poder á elevar el piso de la ciudad, extendiendo sobre el antiguo capas de tierra y piedra volcánica ligera (tezontle), encima de las cuales edificaron sus nuevos templos, palacios y habitaciones.

Tal era el estado de la ciudad de Tenochtitlán cuando llegaron á ella Cortés y sus aliados. Sitiada estrechamente, se defendió con grande y tenaz heroísmo; millares de casas fueron derribadas, muchos canales obstruídos, y la albarrada de Netzahualcoyotl cortada para dar paso á las embarcaciones españolas.

Los conquistadores, al posesionarse de la ciudad, halláronla arrasada y pensaron en establecer la nueva en punto más apropiado; pero contra esta juiciosa opinión prevaleció la de Cortés, así expresada: «Que pues esta cibdad en tiempo de los indios avia sido señora de las otras provincias comarcanas, que tambien era razon que lo fuese en el tiempo de los cripstianos; é que ansi mismo decía que, pues Dios Nuestro Señor en esta cibdad había sido ofendido con sacrificios y otras ydolatrías, que aquí fuere servido con que su nombre fuese onrado é ensalzado más que en otra parte de la tierra. »

La nueva ciudad comenzó á edificarse á fines de 1521 y se dividió en dos partes: una interior cuadrangular, ocupada por los españoles, y otra exterior, habitada por los indios, separadas entre sí por un canal que corría: al Este, por la calle de la Santísima y sus prolongaciones; al Sur, por la línea de San Jerónimo; al Oeste, por la de la calle de Santa

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