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de Cuentas, cuerpo moroso y obstruccionista; oficinas y personal de ellas, agraciados con fueros particulares y jueces especiales que conocían de sus causas, substraídas casi por entero á la jurisdicción ordinaria.

Cuando se inventaría el número de tribunales, administraciones, oficinas y contadurías de Real Hacienda; cuando se suma el número de personas empleadas en el manejo de los caudales; cuando se calcula la multitud de cédulas, bandos, pragmáticas, ordenanzas, acuerdos y reglamentos sobre la materia, ocurre que eran incalculables los dineros del Rey. Nada más inexacto: el Rey era el primero en ignorar el importe de su hacienda; la glosa de las cuentas duraba cinco años, y en 1767 en balde se trató de imponer el sistema de partida doble para llevar la cuenta y razón de la Real Hacienda.

Se desprende, empero, de los pocos datos conocidos, que, á pesar de su producción entonces maravillosa de metales preciosos, la Nueva España era pobre, entendiendo la acepción de riqueza en su moderno alcance. Satisfacían sus necesidades coloniales, religiosas y muy modestas, unos cuantos; pero la gran masa carecía de bienestar social y de todo aquello que no era absolutamente indispensable para vivir en la piedad y en la ignorancia, merced á las tiránicas restricciones del comercio, al menesteroso desarrollo de unas cuantas industrias y al desenfreno de los monopolios. En 1701 se fijaba por ley el precio de las bayetas para los lutos del rey Carlos II; en tiempos de Felipe II se exigió de los indios doble tributo, ocho reales, de los cuales habrían de pagarse siete en moneda ó en maíz y el resto con una gallina, para estimular su cría; altas personalidades políticas y eclesiásticas, dice Torquemada, acapararon las aves para venderlas á los tributarios forzosos en dos y tres reales; hechos aislados que dan margen para presumir de lo asentado.

Fáltanos ya el espacio para detenernos á considerar en sus detalles lo que se llamaba «Real Hacienda», y que más parecía inextricable laberinto que ordenada administración. Sin embargo, fuerza es poner ante la vista del lector lo que pudiéramos llamar los presupuestos coloniales, y para ello nada mejor que reproducir los conocidos cuadros de la Historia de la Real Hacienda, que escribieron los señores Urrutia y Fonseca. Helos á continuación:

ESTADO de valores y distribución que tuvieron los ramos de Real Hacienda del reino de Nueva España, destinados á sufragar los gastos comunes y generales de ella en un año común, deducido del quinquenio de 1785 á 1789 (1).

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Bájanse por exceso en la salida de los ramos de Armada y donativo.

176.788

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(1) Suprimimos las fracciones de reales y granos en éste y en los cuadros que siguen, con objeto de simplificar su lectura.

ESTADO de valores y distribución en un año común y las cantidades remitidas á España por cuenta de ellos.

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ESTADO de los valores y distribución en un año común de los ramos particulares ó de segunda

Azogues. Naipes Tabacos

TOTALES.

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