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DISCURSO

DEL

EXCMO. SR. D. JUAN ZORRILLA DE SAN MARTÍN

Enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de la República Oriental
del Uruguay en España.

Señores: Me honra, pero al mismo tiempo me confunde, ofuscando todas mis facultades, la invitación para hacer uso de la palabra, que recibo en este momento.

Pero habiéndose oído las voces elocuentísimas que han interpretado el pensamiento de las dos naciones madres de los actuales pueblos americanos, parece indispensable que, aunque sea por el órgano del más humilde de los hijos de América, abrumado por la angustiosa obligación del momento, llegue hasta el seno de esta ilustre Asamblea un latido siquiera del corazón americano.

El ilustre Presidente de la Academia espera, y con razón, el concurso de los hombres de ciencia y de experiencia para resolver, en las sesiones del Congreso que en este acto se inaugura, los trascendentales problemas sometidos á su deliberación.

Yo, señores, no pretendo, ni puedo pretender, haceros oir la voz de la ciencia, ni el eco de la inteligencia: sólo necesito hacer resonar entre voso. tros la voz del corazón. ¡Y vosotros sabéis, señores, que el corazón no tiene talento!

La ciencia y la experiencia del hombre ilustre que preside esta Asamblea, y que es actualmente uno de los grandes pensadores de Europa, nos ha presentado la verdad desnuda sobre ese hermoso anhelo del alma á evitar la guerra entre los pueblos; él nos ha recordado peligros inevitables, tristes y obscuras leyes superiores acaso á la voluntad del hombre; pero también ha manifestado una consoladora confianza en la marcha progresiva y cristiana de la ciencia del derecho que, si no puede hacer desaparecer por completo el mal, triste herencia del mortal caído, podrá acaso atenuarlo en los futuros destinos de la humamidad.

El Sr. Presidente ha dado forma, indudablemente, en sus nobles palabras, á un anhelo ferviente de las naciones civilizadas.

Y si ése es el anhelo que palpita en el alma de todos los pueblos, ¿cómo no ha de palpitar en el corazón de las naciones que constituyen la gran fami lia ibero-americana? ¿Cómo no adherirnos incondicionalmente los hijos del Mundo Nuevo á tan noble aspiración?

Los vínculos que nos unen á la que los americanos llamamos madre patria son vínculos de gloria.

Es un error, que la historia rectificará, el haber establecido la toma de Constantinopla como el hecho inicial de la Edad Moderna.

El suceso que debe determinar el paso de la época medioeval á la nueva, es, sin duda alguna, la toma de Granada y el descubrimiento de América. Esos dos grandes acontecimientos cambian la faz de la humanidad; cierran un pasado y abren un porvenir; arraigan definitivamente la civilización cristiana en Europa y, haciéndola seguir su marcha providencial, abren el Occidente desconocido á su paso triunfal y soberano.

Cábele á España la gloria de haber marcado ese nuevo rumbo á la humanidad.

¡Digitus Dei est hic!

Era el premio de la Providencia á su esfuerzo de ocho siglos; era que la Providencia ponía la Cruz que debía atravesar por primera vez el Atlántico en las mismas manos que habían conservado las costas del Atlántico para la Cruz; era que la sangre que debía poblar el mundo reservado á quien lo mereciese, debía ser la misma que había llenado los fosos del antemural de la civilización cristiana en Europa; de ese legendario baluarte pirenaico en cuyas crestas esculturales los siglos medioevales vieron siempre de pie, con la mano en la cruz de la espada y el corazón en la cruz de la bandera, centinela perdido de la civilización cristiana, al heróico pueblo ibero.

Nació entonces la gran familia ibero-americana; comunes son esos recuerdos y comunes esas glorias, con las cuales podemos reclamar acaso el puesto de protagonistas en la moderna edad.

¿Cómo no esperar entonces, cuando tales recuerdos nos unen á deliberar sobre los destinos de nuestros pueblos, que si algunas naciones pueden anhelai con fundamentos especiales la realización de la hermosa utopia de la paz inquebrantable, esas naciones deben ser las que se hallan unidas por tales y tan preciosas memorias?

Pero, señores, cualquiera que sea el éxito de las deliberaciones del Congreso que en tan solemne acto se inaugura, sea ó no un ensueño la aspiración á la paz que en estos momentos nos reune, los hijos del mundo de Colón debemos agradecer, y agradecemos, á la Real Academia de Jurisprudencia la invitación á este hermoso Congreso, que da ocasión á los pueblos americanos para soñar en un porvenir seguro de paz y de gloria, unidos fraternalmente en el regazo de la madre común.

TEMA PRIMERO

Bases, conveniencia y alcance del arbitraje internacional para resolver las cuestiones que surjan ó estén pendientes entre España, Portugal y los Estados ibero-americanos. — Forma de hacer eficaz este arbitraje.

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