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Una municipalidad sin hogar podía vivir sin portero.

Habían trascurrido muchos años contados desde la fundación de Santiago, i la iglesia mayor no estaba terminada.

Aquella tardanza afectaba la responsabilidad de los concejales i mortificaba su conciencia de cristianos.

Léese en el acta del cabildo celebrado el 31 de marzo de 1556:

«En este día, se trató i platicó acerca de lo mucho que conviene que con brevedad se acabe de hacer la obra de la carpintería de la santa iglesia de esta ciudad; i todo tratado, i platicado, i bien mirado, se acordó: que se tomen, demás de los oficiales que al presente trae Bartolomé Flores, como persona que la tiene a su cargo, otros oficiales de carpintería, asi españoles como indios, de los que hai en esta ciudad, para que con toda brevedad se acabe la dicha obra de la santa iglesia antes que entre de golpe el invierno, que ya empieza; i que para esto tomen la mano i entiendan en todo ello, en lo que convenga, los señores alcaldes Francisco de Riberos i Pedro de Miranda; i que a estos oficiales se pague lo que sea justo a costa del dicho Bartolomé Flores i de Bobadilla, carpintero, que también entiende en ello, o de cualquiera de ellos. I que esto se cumpla así, i no valga cualquier réplica que en contrario se haga por cualquiera de los susodichos».

I pocos días después, el 29 de abril, se acordó, «que la capilla de la iglesia mayor que está descubierta, se cubra de paja para este invierno, pues no se puede tornar a hacer de nuevo»

Un techo de fajina podía mui bien servir de escudo contra la lluvia; pero no subsanaba la mala

calidad de los materiales ni la impericia de los artífices.

Se hacía el reparo de que la cal empleada en la mezcla no era bastante fuerte para pegar los ladrillos.

El 23 de noviembre de 1556, los miembros del ayuntamiento hicieron comparecer a su presencia «a García de Avilés, e a Juan González, e a Rodrigo de Lescano, carpinteros, para que vean la capiIla de la iglesia mayor de esta ciudad, a cuyo cargo será el edificio de ella, que está para caer, i quién es obligado a hacerlo, si el albañil o el maestro de carpintería; para lo cual los señores del cabildo recibieron juramento en forma de derecho de ellos e de cada uno de ellos».

Citóse en seguida al albañil Francisco Gálvez. La comparecencia tuvo lugar el 20 de marzo de

1557.

Después de haber prestado juramento en forma, se le preguntó si había algún medio de impedir la ruína de la iglesia, que estaba sentida i mal acondicionada.

El maestro interrogado se negó a contestar alegando que tenía pleito pendiente sobre la materia.

Conminado para que declarara categóricamente bajo la pena de una multa de mil pesos, respondió que, a su juício, la obra tenía remedio; i que estaba dispuesto a indicarlo a los operarios que se encargaran del trabajo.

Lo cierto es que no había puntales, estribos, ni remiendos capaces de sostener aquel edificio desplomado.

Valía mas construírlo de nuevo.

La catedral de Santiago comenzó a edificarse durante el gobierno de don García Hurtado de

Mendoza, quien colocó su primera piedra en medio del humo del incienso i de la armonía de los cantos relijiosos.

«Es (dice el padre Alonso de Ovalle en su Histórica Relación del reino de Chile) de tres naves, fuera de las capillas que tiene a la una i otra banda. Es toda de piedra blanca, fundada la nave principal de enmedio sobre hermosos arcos i pilares, todos ansimesmo de piedra, de mui airosa i galana arquitectura».

Las capillas laterales eran de adobe.

Fue levantada por los indíjenas.

Los antiguos empleaban en sus grandes obras a los esclavos o a los prisioneros de

guerra.

Los españoles ocupaban en los trabajos públicos a los indios.

La fachada del suntuoso edificio estaba hacia el norte, en la calle de la Catedral, a que dio su nom

bre.

¿Por qué no miraba a la plaza principal, como el arquitecto i el pueblo lo deseaban?

Felipe II había ordenado que se construyese catedral por haber sabido que mui luego el papa iba a erijir el obispado de Santiago.

El católico monarca quería que el templo estuviese sobre gradas para que todos lo viesen i venerasen aun desde lejos; pero reprobaba que el frontispicio cayese a la plaza mayor, donde se celebraban corridas de toros i otras fiestas profanas.

Se procedió según su real voluntad.

El cabildo cooperó en cuanto pudo a la fábrica, que duró años.

«En la mui noble i leal ciudad de Santiago del Nuevo Estremo, a 9 días del mes de enero, año del Señor de 1573 años, estando juntos i en cabildo e ayuntamiento, como lo han de uso i de costumbre de se ayuntar los ilustres señores justicia i reji

miento de la dicha ciudad, es a saber, el capitán Álvaro de Mendoza, correjidor e justicia mayor en la dicha ciudad por Su Majestad, e Santiago de Azoca e Alonso Alvarez Berríos, alcaldes ordinarios, i el capitán Diego García de Cáceres e Juan de Barros e Francisco de Mendoza, alguacil mayor, e Cristóbal de Escobar, rejidores, habiéndose juntado por ante mí Nicolás de Garnica, escribano de Su Majestad e del cabildo para tratar en cosas tocantes al servicio de Dios i de Su Majestad, e para que se dé orden cómo se vaya acabando e haciendo la obra de la santa iglesia de esta ciudad, e que para ello se tome un oficial a costa de las derramas de la obra i a costa de Juan de Lezana.

«Este día se trató i concertó con Juan de Lezana que Antón Mayorquín le ayude a hacer la dicha obra de la iglesia porque se acabe, atento a que no hai iglesia mayor, i en la que se decía misa se está cayendo, i el altar en que se va a rezar de la dicha santa iglesia se pasa e ha pasado a Nuestra Señora de las Mercedes de esta ciudad de Santiago. I se concertó e mandó que se le den al dicho maestro Mayorquín tres pesos de buen oro cada un día que trabajare: dos que dará Juan de Lezana de su hacienda e uno que se le dé de las derramas de la dicha obra de la dicha iglesia, en lo que convinieron los dichos Juan de Lezana e Antón Mayor. quín, e que ayude el dicho Antón Mayorquín a cerrar los demás arcos que se están haciendo i estanque de la plaza, e ayude a hacer cuatro arcos, los cuales dichos pesos que el dicho Juan de Lezana ha de dar al dicho Mayorquín han de ser de lo que le cupiere e ha de haber del postrero tercio, no embargante que se le ha de pagar luego por el tesorero al dicho Antón Mayorquín, lo cual se le ha de pagar al dicho Mayorquín de cada mes, i el peso de la derrama se le ha de pagar por la mesma

manera e orden; i se le da al dicho Mayorquín el acero que fuere menester para hacer la dicha obra para aderezar las herramientas con que ha de trabajar en la dicha obra. I lo firmaron los dichos oficiales.-Juan de Lezana.--Por Mayorquín, Francisco de Mendoza.

«Ante mí, Nicolás de Garnica, escribano público e de cabildo.

«Este día, los dichos señores justicia i rejimiento nombraron por diputado del hospital de esta ciudad por este presente año al señor Alonso de Córdoba, rejidor, el cual aceptó e juró de usar bien el dicho oficio. I lo firmó. Alonso de Córdoba.

«I los dichos señores justicia i rejimiento proveyeron e mandaron lo susodicho. I lo firmaron de sus nombres. Alvaro de Mendoza.-Santiago de Azoca.-Alonso Alvarez Berríos.-Diego García de Cáceres.-Alonso de Córdoba.-Juan de BarrosCristóbal de Escobar.-Francisco de Mendoza.

«Ante mí, Nicolás de Garnica, escribano público e de cabildo».

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