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referencias de las depredaciones de corsarios como Hawkins, Drake y Spilberghen. D. Basilio Vicente de Oviedo, presbítero, dedicó las horas de la siesta á bosquejar las condiciones geográficas de los curatos en el Nuevo Reino de Granada, intercalando curiosas noticias de historia. natural; y al fin, una familia entera llegó á cumplir la lista de los Oviedos, escritores indianos.

En 29 de julio de 1664 se despachó por el Consejo de Indias título real de fiscal de la Audiencia de Santa Fe al Dr. D. Juan Antonio de Oviedo y Rivas, natural de Salamanca, de ilustre familia oriunda de Asturias, juez del Estudio en la Universidad de la dicha ciudad, y opositor de las cátedras de la Facultad de Cánones. Domiciliado en el Nuevo Reino de Granada, con posterior destino de oidor, casó en Santa Fe con doña Josefa de Baños Sotomayor, hija de otro oidor, D. Diego de Baños, nacido en Santisteban de Gormaz, y antiguo relator de la Audiencia de Lima. Del matrimonio hubieron á D. Diego Antonio, D. Juan Antonio, D. Rosa y D. José de Oviedo y Baños, y quedando los hijos huérfanos en temprana edad, por fallecimiento del Oidor ocurrido el año de 1672, encontraron buena sombra y apoyo en los tíos maternos D. José de Baños, deán de la iglesia de Guatemala, y don Diego de Baños, Obispo de Caracas.

Con abolengo literario y educados en las prácticas literarias de la familia, aumentaron el capital propio del saber cursando en la Universidad de Lima y corriendo los caminos que conducían de aquel virreinato al de Nueva España, ó de éste á las capitanías generales de Guatemala y Venezuela.

El hermano mayor, D. Diego Antonio, á quien este libro está dedicado, obtuvo título de abogado de cámara del Obispo su tío, asesorándole en la formación de las famosas Constituciones sinodales de Caracas, con mérito que le sirvió para alcanzar sucesivamente los títulos de oidor de las Audiencias de Santo Domingo y Guatemala. Con el último apaciguó felizmente el levantamiento de los indios de Chiapa, ocurrido en tiempo del Marqués de Torre-Campa, y á esta empresa militar alude la referida dedicatoria, mencionando los lauros que Palas y Minerva le habían dispensado. El Rey le premió con una encomienda de mil pesos anuales, y le promovió al Supremo Consejo de las Indias, honra grande que declinó modestamente, suplicando se le acordara traslación á la Audiencia de Méjico, como se verificó, sirviendo en ella con crédito de ministro docto é integérrimo. Escribió Notas á los cuatro tomos de la Nueva Recopilación de Indias en dos volúmenes, añadiendo las sentencias, acuerdos y cédulas posteriores,

con los hechos prácticos más notables que habían ocurrido en la carrera de su judicatura, obra sumamente apreciada, al decir del P. Lascano, que la vió manuscrita y la elogia en la Vida del P. Oviedo.

Juan Antonio de Oviedo, el hermano segundo, ingresó en Méjico en la Compañía de Jesús; prestó buenos servicios en la enseñanza; estuvo en Madrid y en Roma; se granjeó reputación de orador sagrado y de escritor fecundo con obras de religión, de historia de santuarios, y biografías de varones ilustres de su orden. Murió de más de ochenta y seis años de edad, en 1757, y dieron á conocer su vida extensamente, el P. Vicente López, en los Siglos de la Concepción Mariana; el P. Murillo, en la Geografía histórica, y el indicado P. Lascano en escrito especial. El Diccionario universal de Historia y Geografía, impreso en Méjico, le dedicó un largo artículo encomiástico, y otro Beristain en la Biblioteca hispano-americana-septentrional, expresando que á más de las venticinco obras que cita dejó innumerables manuscritos.

Por último, D. José de Oviedo y Baños, el hermano menor, criado en la ciudad de Caracas, como á segunda patria (los tres habían nacido en Santa Fe) quiso enderezar el fruto del estudio, dándose á registrar archivos y protocolos, con propósito que él mismo explica en la

introducción y dedicatoria de su obra. La hipérbole llevó al Ldo. Mirones, con los autores de los sonetos laudatorios tan en boga en aquella época, á consignar que sólo Herrera en las Décadas de Indias, y eso de una manera general, había hasta entonces referido los sucesos de Venezuela; apreciación que el propio Oviedo tuvo el cuidado de rectificar, diciendo «que sin dar crédito á la vulgaridad de precedentes relaciones, ha asegurado la certeza con la auténtica aserción de los documentos que ha visto.»>

Fácil es, en efecto, verificar que sirvieran de base á su trabajo las Noticias históricas de las Conquistas de Tierra Firme del P. Fr. Pedro Simón, cuyo método y orden sigue, compendiando con mejor estilo sus capítulos, en cuanto se refieren á la provincia ó más bien gobernación de Venezuela en los primeros tiempos, entre límites muy distintos de los que más adelante circunscribieran la Capitanía general, y hoy la República del mismo nombre. Tomó arbitrariamente los que señalaba la cédula real de asiento y capitulación con los alemanes Welseres, otorgada en 1528, ó sea desde el Cabo de la Vela hasta el de Maracapana, por la costa, extendiéndose por el interior hasta el río Casanare, y eliminó, por tanto, lo que el repetido P. Simón narra acerca de los descubrimientos y conquistas por el Orinoco y el Meta; de los territorios

de Paria, Cumaná, Guayana, y los que tocan al Nuevo Reino de Granada, con las islas de Trinidad y Margarita. No hay, sin embargo, en su plan completa fijación, toda vez que describe las jornadas de Felipe de Huten, de Maraver de Silva y de Serpa en busca de El Dorado, como también la de Pérez de Tolosa al valle de Cúcuta, omitiendo en cambio sucesos importantes ocurridos en la laguna de Maracaibo, y cuantos tienen relación con las pesquerías de perlas en Cubagua y en el Cabo de la Vela, cuando tanto influyeron en la población del territorio. Nótase también haber pospuesto las noticias que sirven al juicio de la naturaleza, costumbres y modo de ser de las diversas naciones de indios, prefiriendo las referentes á los conquistadores, aunque sin apurar el inmenso caudal que de ellas recogió Juan de Castellanos en las Elegías de varones ilustres de Indias, y quedan, por consiguiente, en su labor sensibles lagunas dentro de los términos de lugar y tiempo, alcanzando los últimos al año de 1600.

Fija la atención con preferencia en el asiento de la ciudad de Caracas, rebuscó antecedentes de la exploración de sus tierras; avance por ellas del intrépido mestizo Francisco Fajardo; heroicas empresas sucesivas de Juan Rodríguez Sánchez, Diego de Losada, y Garci González de Silva, y valeroso tesón con que los indios de las

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