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que no lo creia, é que de cualquier manera que fuese determinaba de no le dejar entrar á él ni á otro ninguno que viniese en la tierra, y que él estaba confiado que no haria otra cosa, y así se fué, y que no pudo holgarse en cosa mas, porque ya temia la venida de acá, porque sabia que no se me podia escapar si pasaba el despoblado.

Al tiempo de su partida, por ruego de aquellos sus amigos, dejó en Atacama hasta veinte hombres que deseaban venir acá, y entre ellos quedaron tres ó cuatro personas que traian sesenta yeguas, que era la mejor hacienda y mas provechosa y necesaria que en esta tierra podia entrar; é por no hacer el Ulloa cosa bien hecha, ya que les dió licencia para que quedasen, les quitó los caballos que traian buenos, cotas é lanzas, que fué principio de su perdicion.

Viendose tan poca gente en Atacama, y los indios belicosos, y ellos tan envolumados de yeguas é con poco servicio, se metieron al despoblado con esperanza en el valle de Copiapo; é como los indios dél supieron de los de Atacama haberse vuelto el capitan y no ir mas de veinte cristianos y sin armas, y revuelto el Perú, en entrando en el valle dieron en ellos y mataron los doce, y los otros se escaparon bien heridos en sendas yeguas, cerriles; como vino la noche, que se salieron del valle é se vinieron ácia la ciudad de la Serena, y dejaron toda su ropa, yeguas negros, servicio y cinco ó seis hijos pequeños; é la causa de no matarlos á todos fué que tuvieron nueva los indios del valle de otros que vinieron á dar mandado que salian cristianos de la Serena, é por esto no fueron trás ellos, y así llegaron á la ciudad sin figura de hombres, del trabajo é hambre que habian pasado y de las heridas: de estas cosas y otras muy peores fué causa el Ulloa, que digo, y Solis, su primo, en favorecerle, y Aldana en aconsejarle.

Primero de diciembre del año de 1547, llegó el navío y surgió en el puerto de Valparaiso, y á los 10 dél estaba embarcado con diez hijodalgos que llevé en mi compañía para ir á

servir á las provincias del Perú contra la rebelion de Gonzalo Pizarro, à la persona que venia de parte de V. M. y con su autoridad á ponerlas bajo de su cesárea y real obediencia. Allí provei al capitan Francisco de Villagra, mi maestre de campo, porque le tenia por verdadero servidor y vasallo de V. M. y zeloso de su cesáreo servicio, por mi lugarteniente general, para que atendiese á la guardia, pacificacion é sustentacion de las ciudades de Santiago y la Serena, y los vasallos de V. M. y de toda esta tierra, y conservacion de los naturales della, como yo siempre lo habia hecho, en tanto que iba a servir al Perú en lo dicho y daba la vuelta con el ayuda de Dios á esta tierra, dejándole para ello la instruccion que me pareció convenia al buen gobierno y sustentacion de todo, y le despaché luego á la ciudad á que presentase en el Cabildo la provision é le recibiesen, é yo esperé en el navío aquel dia hasta que le hubiesen recibido y se progonase en la plaza de la ciudad; tuve aviso al tercero dia por la mañana como lo habian obedecido y cumplido los del Cabildo, é me enviaron sus cartas, declarando en ellas á V. M. como él iba á servir y á procurar el bien de todos y la perpetuacion destas provincias.

Luego que vi la respuesta del Cabildo pedí á Juan de Cárdenas, escribano mayor del juzgado de estas provincias de la Nueva Estremadura, que estaba allí presente é iba en mi compañia, que me diese por fé su testimonio, para que pareciese en todo tiempo ante V. M. y los señores de su real Consejo, Chancillerías y Audiencias de España é Indias, ó ante cualquier caballero que viniese con su real comision á las provincias del Perú, como dejaba en estas provincias de la Nueva Estremadura el mejor recaudo que podia para que las sustentasen en servicio de V. M., y me hacia á la vela en aquel navío, llamado Santiago, para ir á las del Perú á servir á V. M. y al tal caballero, contra Gonzalo Pizarro y los que le seguian y estaban rebelados de su cesáreo servicio, y contra todas las personas que lo tal presumiesen é intentasen, y hacerles á todos en

general y particular, con las armas en la mano, la guerra á fuego é sangre hasta que depusiesen las suyas y viniesen por fuerza ó de grado á la obediencia, sujecion é vasallaje de V. M., y fuesen justificados todos conforme á sus deméritos con la verga de justica; é pedi á las personas que iban en mi compañía y á otros diez ó doce caballeros é hijosdalgos, vecinos de la dicha ciudad de Santiago, que allí estaban para se despedir de mi y volverse á sus casas, que me fuesen testigos, y que así lo declaraba, para que se supiese en todo tiempo que yo era servidor y leal súbdito y vasallo de V. M. sin cautela, sino á las dichas; y con esto salieron las personas que habian de ir á tierra en la barca.

Y vuelto al navío y metido dentro, mandé disferir velas á los 13 del dicho mes, llevando delante la buena ventura de V. M., y con voluntad de emplear la persona, vida é honra, con 100,000 castellanos que llevaba de acá é los demás que pudiese hallar en el Perú empeñándome, los 60,000 mios y de amigos. que me los habian dado de buena voluntad, y los 40,000 que tomé prestados á otros diez ó doce particulares, á unos 1,000 y á otros 1,500, dejando órden para que se los fuesen pagando poco a poco de lo que sacaren de las minas mis cuadrillas, que serian cada año libres de gasto 12 á 15,000 pesos, y gastarlo todo y perderlo juntamente con la vida en su cesáreo servicio, ó con ello y ella destruir á todos sus deservidores y soeces vasallos.

á

Llegué en dos dias de navegacion á la ciudad de la Serena, que tenia fundada á la lengua del agua, salté en tierra y no me detuve mas de un dia: dí órden al teniente y Cabildo de lo que habian de hacer y como se habian de guardar de los naturales, y obederer en todo á mi teniente general, diciéndoles como iba á servir á V. M. contra la rebelion de Gonzalo Pizarro, y voluntad que llevaba; y torneme á embarcar á los 15 del dicho mes y seguí mi viaje.

En alzando velas mandé á los marineros que me echasen á la

mar una infinidad de plantas que llevaban de estas partes á los Reyes, porque no me gastasen el agua, diciéndoles que no habia de parar hasta me ver con la persona que venia por parte de V. M., y así se echaron.

Vispera de Navidad eché ancla en el puerto de Tarapaça, que es en la provincia del Perú, ochenta leguas de la ciudad de Arequipa y doscientas de la de los Reyes: hice echar la barca con media docena de gentiles hombres, que quedasen á la guardia della dentro de la mar, y saltase uno solo á tomar lengua de indios de los que habia en la tierra ó de algun cristiano: halló el que saltó que todos estábamos á vista de españoles, que le dijeron como habia quince dias que Gonzalo Pizarro, treinta leguas de alli la tierra adentro, en el Collao, habia desbaratado con quinientos hombres, que no le seguian mas, al capitan Diego Centeno, que traia contra él mil é doscientos, y que estaba mas poderoso que nunca en el Cuzco, y toda la tierra por suya. Preguntados, qué nuevas habia de España, dijeron que se decia que en Panamá estaba un presidente, que se decia el licenciado Gasca, y que los capitanes deGonzalo Pizarro le habian entregado el armada, pero que no tenia gente, ni quien le siguiese; y que seguro podia estar que no entraria en la tierra, y que si entrase, le matarian á él y á los que trajese, porque habia jurado Gonzalo Pizarro por Santa María, que á la Candelaria habia de estar en la ciudad de los Reyes contra él.

Habida esta relacion, la misma noche mandé alzar ancla, y meter velas, y llegué en diez y ocho dias al paraje de la ciudad de los Reyes, y supe como el presidente habia tomado allí tierra, é iba la vuelta del Cuzco con la gente que tenia contra el Gonzalo Pizarro: tomé puerto, y fúime á la ciudad con todos los gentiles hombres que llevaba: dejé el navio con el armada de V. M. para que sirviese como los demás: despaché al presidente en toda diligencia, haciéndole saber mi llegada, é la intencion que traia de servirle en nombre de V. M., que le suplicaba me fuese esperando, porque no me detenia en los

Reyes sino ocho ó diez dias para comprar aderezos de la guerra, y así lo hice, que no me detuve mas, y compré armas y caballos, y otras cosas necesarias para mi persona, y para los gentiles hombres de mi compañía; y en esto, y en dar socorro á otros gentiles hombres para que fuesen á servir á V. M., gasté en los diez dias 60,000 castellanos en oro, é así me parti con todos en seguimiento del presidente, andando en un dia la jornada que él hacia en tres, y desta manera le alcancé y al campo de V. M. en el valle que se dice de Andaguailas, cincuenta leguas del Cuzco.

Como el presidente me vió se holgó mucho conmigo y recibió muy bien, teniéndome de parte de V. M. en muy gran servicio la jornada que habia hecho y trabajo que habia tomado en venir á tal coyuntura, y dijo público que estimaba mas mi persona que á los mejores ochocientos hombres de guerra que le podrian venir aquella hora, é yo le rendí las gracias teniéndoselo en muy señalada merced: luego me dió el autoridad toda que traia de parte de V. M. para en los casos tocantes á la guerra, y me encargó todo el egército y le puso bajo de mi mano, rogando y pidiendo por merced de su parte á todos aquellos caballeros, capitanes é gente de guerra, y de la de V. M. mandándoles, me obedeciesen en todo lo que les mandase acerca de la guerra, y cumpliesen mis mandamientos como los suyos, porque desto se servia V. M., é así todo el egército respondió que lo haria, y á mí me dijo que me encargaba la honra de V. M.; yo me humillé é le besé la mano en su cesáreo nombre, y le respondi que yo tomaba su cesárea y real autoridad sobre mi persona, y la emplearia en servicio de V. M. y en defensa á su felicisimo egército, con toda la diligencia, y prudencia y esperiencia que á mi se me alcanzase en las cosas de la guerra, y con él y ellas tenia esperanza en Dios y en la buena ventura de V. M., de restaurarle la tierra y ponerla bajo de su obediencia y vasallaje, é destruir á Gonzalo Pizarro y á los que le seguian, para que fuesen justificados conforme á sus delitos, ó quedaria sin alma

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