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bienes que disfrutará nuestro pais por un medio tan lisonjero... Segun el encargo hecho en esa carta, San Martin no debia detenerse en Chile mas que dos o tres meses, i ponerse en seguida en camino, no para el Perú, como se habia convenido ántes, sino para Buenos Aires con el objeto de "completar los deseos de sus amigos, i de asegurar para siempre la independencia, la quietud i el descanso de las pro

vincias unidas".

Estas esperanzas de ver afianzada la independencia de estos paises i asegurada su tranquilidad sin necesidad de nuevos sacrificios, descansaban en la ilusion que habia hecho concebir el proyecto de constituir en estos paises una monarquía que tendria por jefe a un príncipe de la familia real de España. Estamos obligados a dar a conocer aquí en sus rasgos principales los antecedentes i la elaboracion de este quimérico proyecto.

La revolucion hispano americana, como sabemos, no habia tenido en sus principios el propósito determinado que los acontecimientos vinieron a imprimirle. La idea de la independencia, desligándose absolutamente de la metrópoli para formar estados libres, no habia jerminado entónces mas que en algunas cabezas privilejiadas; pero el movimiento habia sido seguido por la mayoría de la poblacion, esperando de él la mejora del réjimen existente i la supresion de abusos que todos podian apreciar, sin aceptar la idea de independencia sino en el caso que la España hubiera sido sojuzgada por la invasion estranjera i sometida al dominio de un rei intruso. Esas aspiraciones, como sucede siempre en las grandes conmociones, se habian modificado paulatinamente; pero si bien la separacion absoluta de la metrópoli habia llegado a ser el fin reconocido de las aspiraciones revolucionarias, i si el anhelo por verse rejidos por instituciones libres habia llegado a hacerse jeneral, pocos se habian detenido a pensar en la forma de gobierno que debia darse a estos paises. Los directores del movimiento, en su mayor parte republicanos por instintos i por conviccion, prendados por el ejemplo de los Estados Unidos, tenian, sin embargo, poca confianza en que la república pudiera establecerse en pueblos que vivian en un deplorable atraso, sumidos en una grande ignorancia i habituados por siglos al réjimen despótico de la colonia. Al paso que la restauracion de Fernando VII en el trono de España en 1814 i los triunfos de las armas realistas hicieron creer a muchos que los americanos no podrian alcanzar jamas su independencia sin el auxilio de una gran potencia estranjera, de la Inglaterra o de los Estados Unidos, los primeros asomos de anarquía dentro de la misma revolucion,

convencieron a otros de que estos pueblos, incapaces de gobernarse por sí mismos, no podrian asentar el órden interno sino sometiéndose al tutelaje de otra nacion que los tratase mejor que la España, o buscando un príncipe de las familias recientes de Europa para que viniese a gobernarlos como rei. Ya hemos contado cómo el jeneral don Cárlos Maria de Alvear, gobernador de las provincias unidas del Rio de la Plata en 1815, habia solicitado del gobierno ingles que las admitiera bajo su dependencia i dominacion (15).

En esa misma época, dos ilustres patriotas, el jeneral don Manuel Belgrano i el doctor don Bernardino Rivadavia, ámbos republicanos por carácter, por hábitos i por principios, i señalados ademas por distinguidos servicios a la causa de la revolucion arjentina, se hallaban en Londres empeñados en negociar con Cárlos IV de Borbon, que asilado en Roma despues de su abdicacion, se le creia próximo a ser restaurado en el trono de España, el reconocimiento de la independencia del antiguo virreinato de Buenos Aires, donde se constituiria una monarquía hereditaria para el hijo menor de ese soberano. Esta negociacion fracasó en sus primeros pasos, por haberse frustrado las esperanzas de la restauracion de Cárlos IV; i la historia no la recuerda sino como un desvarío de hombres honrados i patriotas, pues la imposicion de un monarca en esas condiciones era un lastimoso error político, i no habria podido consolidarse ni siquiera unos cuantos meses (16).

El desenlace de esta tentativa, no desalentó a los negociadores ni a los hombres de estado que las inspiraban. Asi, mientras que Rivada se mantenia en Europa i se empeñaba en otra negociacion análoga, no ménos absurda que la anterior, segun veremos en seguida, Belgrano que habia vuelto a América, se empeñaba en una empresa mas estraordinaria, hija tambien de la inesperiencia política i de las ideas corrientes de una situacion que ahora casi no acertamos a comprender. Se trataba de la organizacion de un imperio, a cuya cabeza se pondria un individuo descendiente de la antigua familia de los incas que go

(15) Véase el § 5, cap. IV, parte VII de esta Historia.

(16) Esta negociacion que consta de muchos documentos en gran parte publica. dos, está referida en todos sus incidentes en el cap. XXIII de la Historia de Belgrano por don Bartolomé Mitre. El príncipe solicitado para rei de las provincias unidas del rio de la Plata, era el infante de España don Francisco de Paula, hermano menor de Fernando VII, hombre desprovisto de toda otra significacion que sus relaciones de familia, i muerto en 1865.

bernaron al Perú ántes de la conquista española; pero como se encontrase cautivo en poder de los españoles el pretendido heredero de Manco Capac en quien se fijaban las miradas i las esperanzas de los que pretendian elevarlo al trono, deberia organizarse una rejencia que tomase las riendas del gobierno. Este plan, fundado en una doble quimera, en el lustre olvidado ya del imperio que habian destruido los españoles tres siglos ántes, i en la esperanza de atraer a las razas indíjenas, tan numerosas en el alto i bajo Perú, a la causa de la revolucion, tuvo ardientes sostenedores, fué apoyado por algunos miembros del famoso congreso de Tucuman, que declaró la independencia, i aprobada per hombres de sentido práctico como San Martin; pero tuvo tambien prestijiosos impugnadores, no encontró eco en la masa de la nacion, i cayó oscuramente bajo el peso del desden público (17).

Rivadavia, que no aprobaba el proyecto de reconstruccion de la monarquía de los incas, permanecia en Europa empeñado, como dijimos, en otra negociacion monárquica. Hallándose en Paris en enero de 1816, recibió una invitacion de don Pedro Ceballos, ministro de Fernando VII, de pasar a Madrid "bajo la seguridad de que su apreciable persona no seria de ningun modo ofendida, a fin de tratar del objeto de su mision en el concepto de que seria atendido por S. M. en todo lo que fuera compatible con su dignidad i decoro". Esta invitacion, que parecia alentar la esperanza de obtener el reconocimiento de las provincias unidas del Rio de la Plata como estado soberano a condicion de que tomasen por rei un príncipe de la familia real de España, no produjo ningun resultado. Rivadavia se trasladó a Madrid. con no poco peligro de verse reducido a una prision como súbdito rebelde; pero en lugar de las proposiciones que esperaba oir de boca del ministro, solo se le ofreció una amnistía jeneral para los revolucionarios de América, con tal que se sometiesen sumisamente a su lejítimo soberano el rei de España. Rivadavia fué despedido de Madrid tan

(17) Don Bartolomé Mitre ha destinado todo el cap. XXVII de su Historia de Belgrano a referir prolijamente cuanto se refiere a este proyecto de monarquía.-En la nota 19, cap. VIII, parte VII de nuestra Historia, consignamos algunas noticias sobre la aprobacion dada por San Martin a este proyecto, i la contradiccion que encontró en Mendoza. Del tenor de esas noticias, parece desprenderse que Pueirredon prestaba su apoyo a mediados de 1816 a la idea de formar aquella monarquía. Su opinion, sin embargo, fué modificada en Buenos Aires, porque en sus primeras comunicaciones desde que se recibió del mando del estado, manifiesta poca simpatía por ella.

pronto como hubo manifestado que le era imposible aceptar esas proposiciones.

Pero en Europa comenzaba a formarse una opinion sobre los negocios de América, desfavorable a la porfiada obstinacion del monarca español. La revolucion de estos paises, que en sus primeros dias habia llamado poco la atencion de los pueblos europeos, preocupados por los grandes acontecimientos de que eran teatro, vencida luego casi en todas partes por los triunfos de las armas españolas en 1814 i 1815, reaparecia dos años despues mas firme i vigorosa, mediante operaciones militares que, como el paso de los Ándes i la restauracion de Chile, dejaban ver tanta enerjía como intelijencia. La prensa europea publicaba artículos de diarios, opúsculos i libros que daban luz sobre estos acontecimientos (18), i la opinion liberal se inclinaba en todas partes en favor de la independencia americana, que por lo demas favorecia los intereses industriales por la libertad comercial que habian establecido los nuevos estados. Por mas que los gobiernos, con el propósito de estirpar de raiz las ideas revolucionarias, proclamasen e impusiesen el principio de lejitimidad, pretendiendo hacerlo estensivo a la América, no era posible dominar las simpatías del sentimiento público. En la misma España, los espíritus liberales reconocian la justicia de la revolucion americana, i hacian votos, si no por la independencia absoluta de las colonias, a lo ménos por una modificacion

(18) Entre esas publicaciones merece record arse una que debe considerarse el primer bosquejo que se haya escrito de la historia jeneral de la revolucion hispanoamericana. Se titula Outline of the revolution in Spanish America; or an account of the origin, progress and actual state of the war carried on between Spain and Spanish America; containing the principal facts which have marked the struggle, by a South-American. Fué publicada en Londres en 1817 en un volúmen de 362 pajinas, reimpreso en Nueva York el mismo año, traducido al frances tambien en 1817; pero hai otra edicion de esta traduccion hecha en 1819, ámbas en Paris, i al aleman en 1818, edicion de Hamburgo. El autor de aquel libro, cuyo nombre no aparece en ninguna de esas ediciones, fué el doctor don Manuel Palacio Fajardo, natural de Mérida, en Venezuela, miembro del primer congreso de este estado, donde sostuvo la necesidad de proclamar la independencia, i firmó en 1811 el acta que la declaró. Sirvió en el ejército bajo las órdenes de Miranda, desempeñó diversas comisiones en Estados Unidos i en Europa, i murió en marzo de 1819, a la edad de treinta i cinco años, cuando desempeñaba el cargo de ministro de hacienda del gobierno que habia organizado Bolívar en Guayana. Dada la dificultad de proporcionarse noticias seguras en esa época sobre la revolucion en cada uno de los pueblos americanos, su libro prueba talento i un gran espíritu de trabajo; i por el conjunto de hechos que contiene, fué citado en esos años como autoridad en la mayor parte de los escritos que se dieron a luz sobre esos acontecimientos.

completa de su gobierno, en armonía con sus necesidades comerciales i morales (19).

Este movimiento de la opinion, i las noticias que llegaban a Madrid de los progresos de la revolucion americana, inquietaron a la corte. Fernando VII creyó que, segun el espíritu de las estipulaciones celebradas en el famoso congreso de Viena para restablecer la paz europea, debia contar con el apoyo de las grandes potencias en la empresa de someter de nuevo las colonias rebeladas. Esperando empeñar a la Inglaterra, el duque de San Carlos, embajador español en Londres, presentó al ministro lord Castlereagh las bases sobre las cuales se podia poner término a la contienda; esto es, las concesiones que su rei estaba dispuesto a hacer a los rebeldes americanos en caso que depusiesen inmediatamente las armas i se sometiesen al antiguo vasallaje. Esas concesiones, de las cuales la mas sólida era una amnistía jeneral, no podian satisfacer a los americanos; i Rivadavia, que tuvo noticia. de estas dilijencias, declaró solemnemente, en una respetuosa pero valiente circular a los diversos gobiernos de Europa, que todo arreglo que no estuviese fundado en el reconocimiento de la independencia efectiva de las provincias unidas del Rio de la Plata, no podia ser admitida (29 de octubre de 1817).

Invitado Rivadavia poco despues por el mismo duque de San Cárlos para entrar en negociaciones, llegó a comprender que el gobierno español, conociendo mejor los embarazos de su situacion, no se hallaba distante de reconocer la independencia de todos o de algunos de los paises rebeldes de América, siempre que en ellos se constituyera una monarquía para uno de los príncipes de la familia real. Mientras tanto, el ajente arjentino se habia trasladado a Paris, i entrado allí en relaciones con personas altamente colocadas e influyentes cerca de los ministros de Luis XVIII, que lo alentaban a proseguir en la empresa de obtener el reconocimiento de la independencia de las provincias unidas del Rio de la Plata, i de dar a éstas un gobierno estable i respetado bajo la forma monárquica. En esas conferencias se indicaban como candidatos al trono americano al duque de Orleans, mas tarde rei de Francia con el nombre de Luis Felipe I, i a Carlos Luis de Borbon, de la familia ducal de Parma e hijo de una hermana de Fernando VII. Era éste un jóven de dieziocho años, a quien en la reparticion de territorios hecha en el congreso de Viena, se le habia conce

(19) Véase el § 7 del capítulo anterior de esta Historia.

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