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LAS PALIDAS VIAJERAS

FANTASIA (1)

Era una noche, una noche siniestra;

nunca la oscuridad me pareció mas triste, nunca el aire tan impregnado de vagos suspiros y de estremecimientos pavorosos.

Y sin embargo la luna, semejante á un escudo de acero bruñido, brillaba en el firmamento á través de las rasgadas nubes que le cubrian, á manera de grandes olas de piedra. desbordadas de un oceano de nieve. Entre las grietas de aquellas vastas ondulaciones, en el fondo azul turquí del cielo, se asomaban, argentadas y trémulas, algunas raras estrellas. La atmósfera estaba caliginosa y densa. Las brisas marinas dormian en el cáliz de los amarillentos nenúfares. Reinaba un auguso silencio en la desierta playa.

Ese silencio era solo interrumpido por el estrépito monótono del mar que se quebraba acompasadamente en la orilla. Sus ondas espesas tenian un color como de tinta. Se arrastraban anchas, pesadas, imponentes y con un mugido lamentable, que remedaba un eco angustioso del mundo subterráneo de los muertos. Jamas una armonia mas aciaga habia herido mis oidos!

De pié, á la estremedidad de un cabo peñascoso que penetraba muy adentro en el agua, yo escuchaba esa armonia

(1) Reproducimos esta "fantasia", que hace algun tiempo fué publicada y sobre la cual llamamos la atención de nuestros lectores.

terrible con una mezcla inesplicable de voluptuosidad y de pavor. Muchas veces tenté alejarme de aquel sitio desolado; pero una fuerza invisible me tenia encadenado á la escarpada roca.

¿Cómo adivinar el secreto de esa fuerza? ¿Era por ventura un sentimiento de terror que paralizaba mi sangre lo que alli me detenia, ó la vertiginosa atraccion del abismo, ó bien la absorcion de mi ser en los pensamientos que aquella escena lúgubre despertára en mi espíritu?

Lo ignoro.

Lo que yo sé decir es que mi alma, como una ave triste que se levantase de un sepulcro, rompió el vuelo al fulgor del astro melancólico, rozando con sus alas los carmenes yermos del pasado; y podria agregar tambien que mis recuerdos brotaron de entre aquellas tinieblas, como lámparas vacilantes que iluminasen de repente las ruinas de un templo antiguo abandonado. Dulces amores, amores desgraciados, amistades fieles hasta la tumba, amistades perdidas, nobles ambiciones contrariadas, sueños desvanecidos de fortuna y de gloria, triunfos, derrotas, esperanzas fugitivas, desengaños duraderos, placeres y dolores, todo esto pasó en torbellino en mi mente, con una angélica sonrisa ó con un grito de angustia.

Y cuando me hallaba embebecido en la contemplacion del drama de mi vida; cuando el espíritu habia subyugado á la materia á punto de casi anonadarla, de súbito un objeto estraordinario me hizo fijar en él toda la atencion de que era yo capaz en aquell ahora suprema.

Oh vision portentosa, en vano trataré de escribir tu fúnebre grandeza!

Yo ví, sí, lo he visto con mis propios ojos, que de los confines del horizonte, por sobre las anchas olas de aquel negro mar, un barco de forma estraña que desplegaba al viento de la noche unas velas negras tambien, se adelantaba con majestuosa lentitud en direccion al paraje en donde me. encontraba. Tenía la figura de un féretro abierto. Al go

bernalle que asía con robusta mano, velaba un personaje taciturno, medio envuelto en un manto flotante; la espesa barba blanca le caia hasta el pecho. Su arrugada frente en la que se veia impresa la majestad de los siglos, parecia surcada por hondos pensamientos. Un antiguo le hubiera tomad por un Dios, por la imájen venerable del tiempo.

Cuando la misteriosa nave estuvo ya bastante cerca, mis ojos la escudriñaron con ardiente avidez. ¡Cuál fué mi asombro al apercibirme que solo la tripulaban unas lánguidas y vaporosas mujeres!

La luna que en aquel momento derramaba sobre ellas como una lluvia de zafiros, me permitió distinguir mas distintamente sus formas virginales. Muellemente agrupadas en medio de la embarcacion y como si las mismas gracias las hubiesen colocado en sus diversas actitudes, comparábalas la fantasía á los génios de la noche, reposando, despues de haber figurado en algun sueño de amor.

Vestían unas largas túnicas blancas, que por su diafanidad y sutileza se las hubiera creido tejidas de aire y de rayos de luna. Llevaban suelto el dorado cabello, y en sus frentes sin color, guirnaldas ya marchitas que un viento helado deshojaba.

Pero lo que mas me impresionó fué el aire de melancolía y de inefable desfallecimiento de aquellas aéreas criaturas. Las unas con las manos entrelazadas tenian en su rostro la espresion divina que acompaña al agudo pesar de los últimos adioses. Reclinadas las otras en el seno de sus pálidas compañeras, se hubiera dicho que buscaban la dulce comunicacion de la vida que se les escapaba, en los débiles latidos de un corazon amigo. Y todas ellas se confundían, completándose, en un coro celeste, en una aureola de suavidad y de pureza. En ese instante se me figuraron las tiernas hijas de la armonia y del dolor.

Sentí al verlas que las amaba profundamente y al mismo tiempo me llené de una tristeza indefinible. Creí que mi espíritu se desvanecía en un vapor de lágrimas y que esas

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lágrimas reanimarían talvez las agostadas flores que servían de diadema á su agonía sublime.

¡Quimera, vana quimera!

Yo las veia joh, dolor! que se morían, sin conocer el talisman secreto al que estaba vinculada su existencia!

Entonces, en la ebullicion de mi cabeza, evoqué todas las memorias sepultadas en lo mas íntimo del pecho, y un aliento de juventud y de esperanza refrescó mis ideas.

Remonté con ellas el curso de los años hasta llegar á la florida estacion de los amores. Recorrí la escala armoniosa de mis ensueños mas brillantes y me encumbré casi á la límpida esfera de lo ideal, á aquel grado eminente en que su blimado por un santo entusiasmo, por una aspiracion infinita hácia lo bello, se confunde el hombre con el ángel.

Y sentí luego á modo de una vaga reminiscencia de aquellos seres fantásticos que desmayaban á mis ojos, sin poder atinar ni cuando ni en donde les habia conocido. De u paso ante mí solo quedaba en el fondo de mi corazon un etéreo reflejo. Ansioso por aclarar aquel misterio me dirijí una por una á todas ellas ¡ah! no podian hablar Las menos desfallecidas. queriendo responderme, fijaron en mi una mirada moribunda, otras se sonrieron suavemente con la sonrisa de los niños dormidos; otras apenas si me oyeron pues en ese mismo instante exhalaban el último suspiro.

Entretanto el fúnebre barco que habia detenido momentáneamente su marcha, comenzó á deslizarse de nuevo sobre las anchas olas, impulsado por una ráfaga que gemia en las jarcias.

En mi desesperacion al ver que se alejaba, me dirijí al viejo que hasta entonces habia permanecido silencioso y le dije: Dime, dime por piedad, quienes son esas dulces viaJerás que conduces en tu nave sombría... calias?.... no me respondes? Habla, y rogaré á los dioses que te sean propicios.

--Ah! tiembla de saberlo, me contestó el venerable personaje, hacen un viaje del que nunca volverán, nunca!

Y el barco desplegó de pronto todas sus velas, asemejándose á una inmensa águila negra que se precipitase en el

caos.

Entonces como si sintiese que me arrebataban la vida, hice un esfuerzo supremo y grité en la oscuridad: Anciano! antes de desaparecer para siempre, accede á la suplica de un mortal infeliz. Dime siquiera el nombre de las vírgenes espirantes que un númen sin duda ha confiado á tu guarda. -Eh bien me dijo con una voz sepulcral que resonará eternamente en mi alma desgraciado! son tus ilusiones!!

Y al punto la funesta nave desapareció en las tinieblas, como si se la hubiese tragado la profundidad de aquel mar que algunos llaman del olvido!

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