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rada penetrante y cuyos labios apenas sombreaba un bozo juvenil.

¿Quien es usted? le dijo Bolivar interpelándole con su voz breve ó imperiosa.

El teniente coronel Antonio Ricaurte, contestó el jóven con acento firme y respetuoso cuadrándose militarmente. Granadino por ventura?

Sí, señor, soy uno de los compañeros de Giraldot.
Eso basta para saber que es usted un valiente.

Sonrójose el jóven como una niña que oye la primera palabra de amor y una gruesa lágrima de gratitud vacilando en su pupila y rodando rápida por la mejilla fué su única respuesta.

Acabo de mandar situar el parque en la casa de habitacion de la hacienda, continuó Bolivar; espero que usted lo defenderá.

V. E. me hace un gran honor confiándome ese puesto tan importante. ¿Cuales son las órdenes de V. E.?

Usted defenderá ese puesto hasta morir.

Gracias señor; procuraré hacerme digno de la confianza de V. E.

El dia siguiente Ricaurte mandaba el parque de ejército y el bravo oficial Cedeño salia por la montaña á ejecutar un atrevidisimo pensamiento de Bolivar. Cual fuera este, nos lo dirá Baralt con su elocuentísima pluma.

"El jefe republicano comprendia que aquellos grupos de llaneros indisciplinados persistian en su empresa por adhesion y respeto á su caudillo, mas que movidos de propia constancia y opinion; por lo que llegó á formar el proyecto atrevido de apoderarse de Boves en la villa de Cura donde, segun habian dicho, estaba acompañado de muy pocos. Para ello puso los ojos en un oficial llamado Manuel Cedeño, valeroso en sumo grado y obediente; al cual confió veinte hombres escojidos y el encargo árduo por cierto, de sorprender al antiguo pirata entre los suyos. La guerra acaso se habría terminado, si á la audacia del pensamiento corres

pondiera la de accion; pero desgraciadamente los compañeros de Cedeño despues de haber caminado gran trecho y trasmontado los cerros del Pao, se negaron á acompañarle mas adelante, diciendo (y así era la verdad) que sus caballos estaban despeados y Bóves con gran golpe de jente prevenido".

El 9 de marzo fué un dia de durísima prueba para Bolivar; pocas veces se vió su ánimo constante en trance mas aflictivo. Atacado por las fuerzas realistas que no le dejaban vagar para organizar su jente, y burlado en la espedicion de Cedeño, recibe la aterradora nueva de que el feroz Rozete amenazaba la capital á sangre y fuego. No desmayó un punto su ánimo elevado y sacrificándose por la capital desmembra su ya escasa tropa, y entregando á Montilla 500 hombres escojidos, le encarga la defensa de Carácas. El día 10 á las dos de la tarde salió este cuerpo á tambor batiente y banderas desplegadas á la vista del enemigo.

Este creyéndose atacado reforzó su derecha logrando así Bolivar su objeto, pues no era otra su intencion que distraer el enemigo por este flanco en tanto que Montilla marchaba por el opuesto tranquilamente á su destino.

E 11 sabiendo los realistas que el campo republicano estaba desmembrado emprendieron un ataque; pero tanto ese dia como los siguientes fueron rechazados con pérdida, y el 16 hicieron los sitiados una vigorosa salida contra las caballerias situadas en el camino de Valencia, las cuales huyeron derrotadas y maltrechas dejando en el campo la mitad de su fuerza.

El enemigo escarmentó con esta derrota y nada nuevo ocurrió hasta el 20, dia en que la tumultuosa vecería de los Jlaneros anunció al campo republicano que el valiente Bóves volvía mas que nunca constante y tesonero. No bien se viera al frente de los suyos cuando emprendió sus formidables arremetidas las cuales se estrellaban contra la sangre fría de Bolivar y el valor y la constancia de su indomable tropa.

Ya escaseaban las municiones á Bóves y viendo por otra

parte que sus cargas le eran desventajosas, resolvió el 25 de marzo atacar simultaneamente la línea republicana, haciendo pasar la colina á sus llaneros, y apoderándose del parque, proveerse de municiones cojiendo á la vez por la espalda el ala izquierda de los patriotas.

Amaneció por fin el 25 de marzo, dia en que Colombia debia escribir en su historia una pájina de Homero. Bóves ejecutó su movimiento con valor, pericia y audacia burlando á su avisado contrario.

No bien apuntó el sol cuando infantes y jinetes bajaron á la llanura, emprendiendo un ataque vivísimo por la línea. Trabóse al punto un horrible fuego de cañon y de fusil, mientras los llaneros, centauros del desierto, bañaban sus lanzas temibles en sangre. Bóves recorría la línea animando á los suyos con su voz y con su ejemplo. "Jamás, dice Baralt, se le había visto tan diestro, tan valeroso, tan activo; y demostraba su tenaz empeño que aquel dia lo contaba como de muerte ó de victoria.”

Bolivar animaba á los suyos con aquella elocuencia irresistible que manaba de sus lábios; y ya el infante sin ceder un ápice avanzaba terreno desordenando las nubes de los cosacos del llano, cuando improviso, á la brillante luz del sol de la mañana, ambos ejércitos vieron la formidable columna que ya habia pasado la colina y rodeado el parque. Semejante espectáculo heló la sangre en las venas de los republicanos y los desordenados llaneros cobraron nueva fuerza y brios.

El momento era terrible; un minuto mas y todo estaba perdido. El parque, esperanza del ejército, iba á quedar en manos del enemigo, y los llaneros cayendo como una avalancha de la colina, iban á atacar por la retaguardia al ala izquierda republicana.

En aquella situacion solemne todo brazo quedó inerte y toda boca permaneció muda. Por un movimiento instintivo, amigos y enemigos dieron treguas al pelear y todos los

ojos se volvieron á la colina á ver el resultado de aquella operacion decisiva.

Volvamos entretanto los ojos igualmente al parque y á su jefe. El valeroso Ricaurte ha visto empeñarse la lucha, y desde el balcon la contempla impaciente; cuando á poco andar vé á tiro de fusil la formidable columna de caballeria que viene á apoderarse del parque. Comprende que toda resistencia es inútil y llamando á los suyos, les dice estas terribles palabras:

"Muchachos, sálvese quien pueda!"

Huyen despavoridos los soldados y bajan la colina en confusion aumentando el pavor y las angustias en los pechos republicanos.

La escena era grandiosa: el escenario una montaña con jigantescas decoraciones, los actores los feroces llaneros, y el público dos ejércitos cuya suerte dependia de aquel movimiento.

De repente una densa nube de humo se cierne sobre el rojo techo de la casa, una espantosa detonacion repetida por los cien ecos de la montaña ensordece la llanura, las paredes se desgajan lanzando millares de piedras como el cráter de un inmenso volcan; y entre las ruinas se hunde la columna de Bóves no escapando mas que algunos jinetes que bajan despavoridos la colina sin poder contener sus espantados y salvajes caballos.

Todo ha durado un minuto, pero este minuto ha sido suficiente para comprender que acaba de suceder un hecho que haria honor á los anales de Tácito. Ricaurte al ver entrar la columna á la casa, toma la mecha de un cañon y espera impasible que hayan penetrado todos. Rodeado de enemigos, cierra tranquilamente la puerta, y al sentir el primer golpe que se dirije á derribarla, aplica la mecha al inmenso depósito de pólvora, y sacrificando su noble vida por la patria, salva con su heróica hecatombe la suerte de un continente.

Bóves huyó aterrado para morir mas tarde en Urica.

¿Cómo podia dejar de triunfar una causa que contaba con hombres como Ricaurte?

En Europa su estátua adornaria las plazas públicas y en el sito del sacrificio se habria levantado un templo á la gloria. En América ¿qué se ha hecho por él?-Nada!-Seria imposible hallar siquiera un retrato de Antonio Ricaurte que fué mas grande que Decio.-Sacrificaos por la América, haceos matar por mandar en alguno de sus Estados, pobre caterva de hombres públicos!

En Venezuela no hay un recuerdo de Ricaurte. Los heredercs de Bolivar reedificaron la casa, y uno de ellos, el padre del que esto escribe, hizo poner una inscripcion en aquel sitio. El año 1851 pasó el autor por ese lugar y hasta la inscripcion que puso una mano piadosa, habia desaparecido.

Lima 1861

JUAN VICENTE CAMACHO. (1)

(1) En carta que tenemos de Lima fecha 20 de diciembre de 1863, nos dice nuestro amigo el señor Palma lo siguiente: "El espi. ritual Juan Vicente Camacho está casi moribundo de una afeccion pulmonar".

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