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BIBLIOGRAFIA Y VARIEDADES

BIOGRAFIA DEL BRIGADIER JENERAL

DON JOSE MIGUEL CARRERA,

Por el jeneral arjentino Tomas Iriarte

Por una singular coincidencia han llegado á Chile de allende los Andes y de mas allá de los mares dos publicaciones del todo distintas sobre el chileno verdaderamente grande, cuyo nombre se lee al frente de este artículo.

Vino primero á nuestras manos, hace solo pocos dias, un libelo de don Antonio José de Irisarri escrito á su hijo desde Nueva York en forma de carta y que reprodujo un diario de esta capital. Componíase aquel escrito esclusivamente de dos clases de insultos; los unos punzantes, pero leves, dirijidos al que esto escribe en su caracter de historiador contemporáneo y de sobrino del libelista, y atroces los otros. contra los antiguos próceres de la república, á quienes, como á los Carreras y á Manuel Rodriguez, acusaba de "ladrones y asesinos."

Nosotros creimos que no valían la pena de una réplica puramente de diatriba los ataques que el anciano escritor satírico dirijía á nuestra humilde persona, ni menos juzgamos que merecieran respuesta ni contradiccion los cargos del libelo hechos por un hombre renegado de 1810 en agravio de los caudillos que habian purificado la historia contra

el pasquin, y de los mártires que habia glorificado la gratitud contra el ódio. Hacía solo pocos meses que todo un pueblo habia ido á postrar su alma al pié del monumento que en una quebrada solitaria recordaba el heroismo y el infortunio de Manuel Rodriguez, y faltaban solo otros pocos meses para que ese mismo pueblo asistiese á la glorificacion del mas ilustre de aquellos tres hermanos que solo á millares de leguas de Chile pueden llamarse impunemente "bandidos".

¿Qué fuerza podia entonces tener la calumnia de odios envejecidos, la difamacion de una eterna envidia, ese último desahogo, en fin, de las negras pasiones que empañaron la dicha y la gloria de Chile?

Como una reminiscencia personal habria bastado solo recordar al empecinado libelista, que en 1816, mientras él habia ido á buscar en el ocio y el desaliento las delicias de las cortes europeas, el ínclito americano á quien él llama asesino, recorria los pueblos en que él mismo habita ahora para difamarle, arrastrado del afan insaciable de traer á su patria las naves de la libertad, empresa que llevó á cabo con esfuerzos de jenio verdaderamente maravillosos.

Pero ya que nosotros hemos guardado el silencio del respecto, voces lejanas se han hecho oir, como un eco providencial, en defensa de los héroes acusados. Así, la mano de Dios ha querido que tras el dicterio venga la alabanza, en pos de la impostura la justificacion, junto con el baldon de la afrenta, la palma de la glorificacion.

Tal ha sido el fin que se ha propuesto el distinguido jeneral arjentino don Tomás Iriarte al diseñar á grandes rasgos la biografia del jeneral don José Miguel Carrera, en un hermoso folleto de cerca de 100 pájinas imprese en Buenos Aires, hace solo unas pocas semanas, con el título que encabeza estas líneas.

El ensayo del jeneral Iriarte no est es una contribucion nueva ofrecida á la historia americana, porque el escritor ha puesto manos á la obra mas por un espíritu de amor al hé

roe cuya memoria ensalza, que por el interés de la crítica ó de la compulsacion histórica. Testigo ocular de muchos de los actos, de las hazañas y de las faltas de Carrera en la época mas aciaga y azarosa de su vida, no se ha preocupado sin embargo de referirnos aquellos lances característicos del hombre y del caudillo que hubieran puesto bajo una nueva luz sus formas atléticas de caudillo, de montonero y vengador. Difiriendo en esto de los capitanes Pueyrredon y Olazabal, subalterno el uno y adversario el otro de Carrera durante sus milagrosas campañas trasandinas, no nos ha referido como éstos, ni como el valeroso americano Yates, los episodios terribles de aquella cruzada de la venganza del patíbulo que terminó en la espiacion del patíbulo tambien para el vengador mismo. Los primeros de aquellos oficiales escribieron á propósito de las revelaciones de la obra titulada Ostracismo de los Carrera, en que se contaba aquella vida digna de la inspiracion de los mas grandes bardos de todas las edades, y por esto refrescando sus recuerdos en nuestros pálidos diseños, nos han regalado en los diarios arjentinos pájinas interesantísimas de esa época desconocida.

El jeneral Iriarte, al contrario, ha tomado por base, como él mismo lo declara, la Dictadura del jeneral O'Higgins, obra mucho mas interesante y compendiosa que aquella, pero deficiente en lo relativo á la vida de los Carreras en el otro lado de los Andes, pues su autor no tuvo la fortuna de consultar ni los archivos de aquellos paises, ni los papeles de familia que esplotó á su sabor el autor de la primera. En realidad, el ensayo del señor Iriarte es solo un estracto de la obra del señor Amunátegui, y en esto no le hacemos agravio, pues él mismo lo declara en su prefacio.

Su mayor interés consiste por esto en los juicios personales que de cuando en cuando aventura el escritor, confiando su criterio á los recuerdos de sus propias impresiones.

Escuchémosle pues un instante, que la palabra del viejo soldado refresca el alma despues de haber oido el sordo gruñido del viejo pasquinero.

"El destino (dice, páj. 55) de aquel hombre singular y estraordinario, fué vivir constantemente desde que se alejó del suelo natal, entre la esperanza y el temor, la gloria y el patíbulo. Pero Carrera, en la adversidad, cuando parecía que no le quedaba ningun recurso, cuando se multiplicaban en torno los mas duros golpes á que no pueden resistir los caracteres mas bien templados, era precisamente la ocasion en que desplegaba todo el poder y estension de su jénio. Hom bre superior, de alma muy elevada, y dotado de grandes medios intelectuales; prestijioso y osado, que sabia dominar con un ascendiente irresistible cuanto lo rodeaba, espíritu fecundo que subyugaba las situaciones en los mayores conflictos, que se sobreponía á las circunstancias del momento cuando estas ya lo apremiaban. Tal era el brazo fuerte que Chile perdió en Carrera".

Los mas laudables esfuerzos del biógrafo arjentino están dirijidos á lavar la memoria del infortunado jeneral chileno de las manchas que las pasiones de sus émulos, mas que sus propios hechos, arrojaron sobre su fama durante su tormentosa existencia en el otro lado de los Andes. En esta parte el bien intencionado escritor vuelve una y cien veces sobre su empeño reparador.

"El luchó por su honor, esclama Iriarte, al terminar (páj. 80) por su libertad, por defender su vida y todo lo que en ella es mas caro: él se veía sin cesar amenazado por enemigos poderosos y vengativos, de los que no podia esperar imparcialidad ni justicia. Se le puede con razon reprochar si, en tan violenta y desesperada posicion, trataba de aniquilarlos por defenderse?"

Y luego añade, bajo la autoridad de sus propias revelaciones, las siguientes interesantes palabras:

"Le hemos oide proferir con frecuencia, visiblemente conmovido, estas ó equivalentes palabras del mismo sentido: "Que sus soldados lo habrian abandonado, ó tal vez entre"gádolo á sus enemigos, si hubiera tratado de sujetarlos "bajo un réjimen severo de disciplina militar, careciendo

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"absolutamente de recursos para refrenarlos é impedir se entregasen al pillaje de los objetos que necesitaban para entretener su existencia material". El queria atravesar los Andes á todo trance: su vida dependía, y su fama tambien porque necesitaba rehabilitarla. Queria pisar el suelo de su patria querida, y para conseguirlo era condicion forzosa conservar á toda costa sus soldados. Esto, ó perecer".

El juicio definitivo del antiguo camarada del jeneral Carrera no es menos certero que sus raciocinios sobre la complicacion de fatalidades que produjo las culpas y el castigo de aquel hombre estraordinario.

Dice, despues de referir su heróico suplicio :

"Así murió el malogrado don José Miguel Carrera, á la edad de 35 años. Así terminó sus dias el varon fuerte é impertérrito. ¡Hombre verdaderamente estraordinario! Tenía todas las cualidades requeridas para haber sido el orgullo y el ornato de su pais.

"Su persona

era muy interesante; sus ojos revelaban las pasiones vehementes de su alma ajitada; en sus modales se notaba la mas esquisita compostura; su lenjuaje cautivaba el espíritu de cuantos lo oian. No se notaba en su espresion y maneras la menor muestra de pedantería: un aire de dignidad y enerjía natural, patentizaba la elevacion de su ca

racter.

"Estaba dotado de vigor y fecundidad de espíritu; de raro talento para el mando y para las discusiones de los asuntos mas graves; de celo ardiente por el honor y los intereses de su patria, de una noble serenidad que resistió á todas las pruebas de la mas adversa fortuna: serenidad que conservó inalterable, ya fuese en la prosperidad, ó en las tribulaciones de una vida sembrada de contratiempos los mas acerbos hasta en el patíbulo."

Es digna de una particular atencion esta homejeneidad de todos los juicios pronunciados sobre el carácter de D. José Miguel Carrera por todos los hombres que le conocieron en el otro lado de las cordilleras, fueran sus enemigos como

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