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Las albardas, por consiguiente no vienen bien sino ali traductor: son su obra y el premio de su pésimo trabajo. Hizo bien Madame de Sévigné en comparar tales traductores: con los sirvientes que van á dar un recado de parte de sus amos y amenudo espresan lo contrario de lo que se les ha dicho.

En presencia, pues, de los elogios que las letras han tributado siempre á los buenos traductores, y de los esco-Ilos que rodean á los malos, el autor de la crítica hecha á la Revista de Buenos Aires, no podrá menos de convenir en que no hemos sido tan exagerados respecto de la excelente traduccion de la obra de Renan.

Por los demas, lejos de atacar su crítica con otra arma que con la de las letras mismas, no podemos menos de estar agradecidos al señor Obligado por su espíritu estudioso y su imparcialidad, puesto que hace una plausible escepcion á la indiferencia con que la prensa en general recibe las publica-ciones literarias, salvo en los reclames y hechos locales de conocido origen con que amenudo se importuna á los lecto-res para que se suscriban á lo que no quieren suscribirse.

MIGUEL NAVARRO VIOLA

Buenos Aires, febrero de 1864

ex

RECUERDOS DE EGIPTO.

A mis buenos amigos el doctor don Caupolican Molina, Alejandro Baldéz y Agustin Mariño

1.

Han pasado doce años, y perdido mis libros y mi cartera de viaje, salvando apenas algunas pájinas imcompletas de un diario insulso é imperfecto, como todo aquello que es obra de la juventud,-de la juventud sud americana sobre todo, que sin estar preparada por el estudio y la instruccion lánzase prematuramente á correr el mundo, pudiendo decir como Gil Blas, salvo lo del hurto al tio,-"héteme aqui ya fuera de Oviedo, camino de Peñaflor, en medio de los campos, dueño de mi persona, de una mala mula y de cuarenta ducados."

Tengo, pues, que evocar mis antiguos recuerdos, las reminiscencias de cuando no tenia cuatro lustros aun: hoy que, al ver blaquear algunos cabellos sobre mi síen, he lanzado ya mi blasfemia sacrílega al tiempo pasado, esclamando como el poeta que todos conoceis; malditos treinta años! para hablar de un pais que entonces no conocia, cuyas costumbres é idioma ignoraba, cuya historia, monumentos y mitologia presentábanse estupendos y misteriosos á mi espíritu, como el mito de Isis y Osiris, protectores de la agricultura, á la mente de sus primitivos adoradores.

El universo es un gran libro abierto á las curiosas miradas de la humanidad. Pero cuyas pájinas, aunque escri

tas con caracteres mas claros, perfectos y tanjibles que las de ningun otro, ilustradas, por decirlo asi, con las obras maravillosas del hobmbre y de Dios, no es dado á todo el mundo descifrar. Hay en ellas, algo de inescrutable y de simbólico, vedado á los que no se llaman Volney, Humboldt ó D'Orbigny.

No espereis, de consiguiente, que cuando asiente mi humilde planta sobre las ruinas de Menfis, ó contemple las llamas de Heliopolis desde la cúspide de la gran pirámide de Cheops, os hable de las revoluciones de los imperios, recordándoos que alli donde ahora reina el silencio y la soledad se ajitaba en otro tiempo una multitud activa y bulliciosa, cuyo poder se estendia desde el Indo al Mediterráneo; que esas columnas de manchado pórfiro; que esos pórticos de abigarrado granito, que esas pilastras de basalto etiópico, desmanteladas y deshechas; que todos esos colosales monólitos, amontonados unos sobre otros, desparramados acá y allá, como si un cataclismo espantoso los hubiera derribado, formaban en épocas remotas templos suntuosos como el 9 Balbec y Jerusalem, palacios como Penópolis, murallas como las Nívine y Babilonia, por cuyas puertas entraba y salia Tiro, las joyas de Sidon, el tisú de Cachemira; que se zahudia: iamente un millón de almas; que vestia la púrpura de maba con riquísima ambrosía y cuya civilizacion era en su jénero tan refinada como la nuestra.

No. A los diez y ocho años, no viaja el hombre como filósofo, ni como observador, ni como sabio. Viaja únicamente como simple curioso, y el mundo se desliza ante sus ojos, sin decirle nada, exactamente como las movibles vistas de un panorama.

Voy, pues, á referir sencillamente lo que he visto, durante un mes de residencia en la tierra clásica de las esfinjes; de los monstruosos etiópicos y de las mómias seculares; en un pais que no está en contacto con el nuestro, por cuya razon nos es casi desconocido.

Si se tratara de Europa callaria; porque el que quiere

conocerla la conoce: descendemos de alli, estamos en contacto con ella, cambiamos nuestros productos por sus manufacturas, tenemos sus costumbres, vestimos sus trajes y sus telas, hablamos sus idiomas, profesamos sus relijiones, leemos sus libros, vivimos de su pensamiento en fin.

Y no hablaré de las impresiones de mi alma, porque mentiria. Reconozco que los viajes han iluminado un tanto la oscuridad de mi imajinacion. Pero hace doce años sabia muy poco; el mundo real hablábale solo á mis sentidos, sin despertar en mi espíritu ningun recuerdo histórico. Mi educacion habia sido mercantil, y si en lugar de frecuentar la Bolsa, llevo una espada al cinto, osupándome muy poco de si suben ó bajan las onzas, es que el destino tiene sus misterios y la suerte su ssarcasmos, ó en términos mas usuales, es que el hombre propone y Dios dispone.

Mientras yo viajaba, mi spíritu dormitaba, no habiéndose despertado sino cuando vuelto á la dulce y uniforme monotonía de la familia y de la Patria sintió la necesidad de pedirle cuentas al cuerpo de la manera como habia empleado su tiempo durante los tres años de sus correrías.

II.

Es de dia, veinte carruajes semejantes á nuestras galeras, pero mas cómodos y confortables, y á cada uno de los cuales hay enganchados seis briosos caballos árabes, manejados por un solo cochero, estan colocados sucesivamente en una espaciosa plazoleta. Los fogosísimos animales relinchen, escarcean y se encabritan conteniéndose á duras pe

nas.

En frente, formando una linea paralela doscientos y tantos camellos y dromedarios, á cual mas deforme, patudo y jiboso, á cual mas pestífero y adornado de sonantes cascabeles, trapillos y zarandajas de infinitos colores, yacen echados con su habitual mansedumbre, durmiendo los mas sobre sus encogidas patas, rumiando los otres, y atados todos, como nuestros arrieros suelen atar sus mulas, es decir, la

cola del que hace cabeza, en el cabestro del bozal del segundo, la de este en el del tercero y así sucesivamente, ocupando una estension de cerca de quinientas varas. Donde la cadena de colas y cabestros se interrumpe quiere decir que las bestias cambian de dueño.

Al lado de cada uno de ellos está de pié ó echado de barriga sobre la arena ó sentado sobre sus piernas, cruzadas en sentido opuesto, con las puntas de los piés casi escondidas bajo las nalgas, charlando con su vecino, meditando al parecer ó saboreando el tabaco de su negruzca pipa,-un hombre, cuya vestimenta consiste en un turbante, en una camisa, en un chaleco, en una chaquetilla, en unas anchas bom bachas, casi todo género listado, y en una gran frazada blanca en la que se envuelve desde la cabeza á los piés; su calzado son unas espaciosas babuchas amarillas ó coloradas, que no se calza jamás, en las cuales caben dos piés, y que maneja con gran habilidad, haciendo alarde de correr con ellas á pié conservándolas descalzadas, y de sostenerlas en un dedo yendo á caballo al galope ó á todo correr; este hombre alto por lo regular, flaco y muy moreno, de mirada ardiente é inquieta, que lleva por lo comun una larga daga, un sable ó yatagan y á veces pistolas, y cuya vida es recorrer el desierto en todas direcciones, es un beduino.

El beduino en Egipto es una especialidad como el cipayo en la India; tiene peor reputacion de la que merece, pues. su principal delito es tener gran amor á una libertad é independencia perfectas. Profesa el Islamismo. Pero no reza como el Mahometano ortodoxo, porque no tiene agua suficiente para sus abluciones; pero no ayuna durante el mes del Ramadam, porque el pobre ayuna todo el año; pero no vá en peregrinaciones á la Meca, porque para él el templo de Dios está en todas partes donde le dirije sus preces.

El gran Cheik ó Sheihhs, es decir, el jefe de los beduinos, reside en el Cairo; él es responsable ante el Pachá, de la obediencia y sumision de aquellos que están divididos en in

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