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licitaba el fundador, primero á favor de su padre el capitan don Luis de Torres Briceño, y despues en el presbítero don Dionicio y los descendientes de estos perpetuamente, con todos los fueros y prerrogativas que por derecho y costumbre pertenecen á los patrones y fundadores. El monasterio debia estar tambien sujeto al ordinario, y concedió el rey al mismo fundador tres becas para que tres sobrinas suyas entrasen sin necesidad de dote, y en todo caso, tres personas de su eleccion por la primera vez, y en adelante concedióle dos becas perpetuamente para que el patrono pueda darlas á dos mujeres que entren de religiosas sin necesidad de dote.

Bajo de estas condiciones que por estenso podrán verse en la cédula que publicamos en el apéndice, se hizo la concesion al doctor Briceño, quien dióle cumplimiento en la forma que veremos mas adelante.

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Además de esta real cédula el rey espidió otra en San Lorenzo, fechada á 29 de julio de 1718 y refrendada por el mismo don Juan Arana, dirijida "Al Consejo, Justicia y Regimiento de la ciudad de Buenos Aires", en la cual se lee lo siguiente: .... entre ellas ha de ser esta fundacion sin "costo de mi real hacienda sinó á espensas suyas poniendo para ello renta suficiente para su culto divino, congrua de "capellan y alimento de las monjas en buenas y permanen"tes fincas, reconociendo no se esperimente falta alguna en "el apronto de caudales para la ereccion y mantencion de este convento en la parte que le tocare al referido doctor "don Dionicio Briceño: os mando atendais á que en esto no "haya la menor dispensacion sinó que puntualmente se ejecute lo que está prevenido en la licencia que le tengo concedida, y no habiendo fincas seguras y permanentes para que en adelante no falte la congrua sustentacion, se suspenda la fundacion dándoseme cuenta con autos é infor"mándome sobre lo que se os ofreciese...'

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Apesar del cuidado con que se recomendó la congrua de las religiosas, ya veremos cuan aflijidas de pobreza se vieron

alguna vez, y cuan grandes fueron sus tribulaciones, penurias y necesidades.

Volvió el doctor Briceño á su ciudad natal, y en 1724 resolvió empezar su obra en frente del hospital del rey, hoy calle de Méjico de E. á. O. y de Defensa de S. á N: al efecto compró tres solares, cercó de pared el terreno, compró otros en la suma de cuatro mil pesos y empezó con mucho empeño la edificacion del convento é iglesia. El sitio en que se comenzó la obra es la esquina que hace cruz con el cuartel de Restauradores, propiedad de la familia de Vivot. El plano del convento y de la iglesia lo habia hecho el célebre arquitecto jesuita, el Padre Andres Blanqui, el mismo arquitecto del colegio de San Ignacio, de San Telmo, de San Francisco y de la Merced en Buenos Aires, y de la hermosa y notable Catedral de la ciudad de Córdoba. Bajo este plano se dió principio á la obra, estando su fundador con el mayor empeño y sin economizar gastos para acelerarla. En efecto, las paredes de la iglesia se encontraban á la altura de cuatro varas, poco mas ó menos, cuando la muerte arrebató al doctor don Dionicio de Torres Briceño, quien constituyó al monasterio por heredero de su pingüe fortuna, para que la obra terminase como era su voluntad.

Este suceso lamentable paralizó la edificacion del convento que quedó en este estado hasta que, andando el tiempo, el brigadier don Miguel de Salcedo, gobernador de estas provincias, tomó empeño en terminar la comenzada y deseada obra. Salcedo determinó que se aprovechase lo edificado por Briceño, prévio reconocimiento que practicó el arquitecto jesuita Primoli, lego, quien opinó que el terreno era bastante y buenas las paredes, segun consta de un auto de 14 de agosto de 1738, que corre á f. 38 del espediente de la fundacion. Con arreglo á este informe, Salcedo mandó sacar á remate la edificacion del monasterio, y se verificaron las almonedas, una en 10 de agosto, otra el 20 y la última el 21 del mismo mes, año de 1731. (1)

(1) "Apuntes" y M. S. del doctor don Saturnino Segurola.

Desde el primer dia presentóse como postor el capitan. don Juan de Narbona, á quien la crónica atribuye el rango de alto y poderoso contrabandista, sin perjuicio de edificar templos, pues asegúrase tambien que él edificó el convento de Recoletos. Nos estraviamos;-volvamos á nuestro asunto.

Narbona ofrecía hacer el monasterio en el mismo sitio esquina hoy de la calle de Méjico, sujetándose al plano que habia hecho entonces nuevamente el jesuita Primoli, por la suma de cincuenta y tres mil pesos.

En efecto, el remate se aprobó, se estendió una escritura pública de obligacion con las condiciones pactadas, dando el rematador fiador en forma, pero adoptándose el plano del padre Andrés Blanqui.

Antes de terminado el contrato bajo estas esplícitas bases, Narbona solicitó del gobernador se mudase de sitio, porque, decía, que el elejido por Briceño estaba en la parte baja del pueblo, que las paredes no podrian sufrir la carga que correspondia, y ultimamente, por no tener mas de media cuadra para toda la obra. Estas observaciones las hizo Narbona en un informe que dirijió al gobernador, en el cual recayó esta providencia: "Hágase saber esta representacion á los diputados del Cabildo", pero se mandó la almoneda, segun el doctor Segurola, quien parece haber tenido á su vista el espediente de la materia, que nosotros no hemos podido consultar.

Los diputados á su turno espusieron que, las paredes eran sólidas segun el dictamen de Primoli y suficiente el terreno y buena su situacion, pues con empeño se solicitaba para fundar allí el convento de Capuchinas, para no hacerlo en los arrabales, donde tenian sitio con ese fin.

El hecho indisputable es, que se acordó abandonar lo edificado, y entonces el administrador del monasterio que iba á fundarse, de acuerdo con el rematador de la obra Narbona, compraron á don José Núñez y doña Victoria Cueli,

por una parte, y á don Juan Sanchez y doña Victoria Cueli, por otra, todos vecinos de esta ciudad, una cuadra de frente por otra de fondo, cuyo terreno íntegro forma una manzana completa, en la suma de dos mil ochocientos pesos, situada á siete cuadras de la plaza mayor, barrio llamado entonces del Retiro. La escritura se otorgó el 23 de diciembre de 1737 ante don Juan de Melo, escribano público.

Ese terreno era una quinta, en la cual existian dos edificios, segun lo refiere el título de propiedad.

Narbona además de los cincuenta y tres mil pesos me tálicos que debia percibir en esta forma-veinte mil al contado, del primer plazo, y los treinta y tres mil restantes conforme se fuese ejecutando la obra, ofreciendo darla concluida segun el plano formado por el jesuita Andrés Blanqui, plano que recibió Narbona para que se arreglase á su de' neacion, obtuvo otras ventajas.

Se le dieron mil y trescientas fanegas de cal, nueve negros esclavos y una negra que fueron del fundador, para que los utilizase en la obra, los útiles del edificio abandonado, herramientas, clavazon, herraje y toda la madera allí existente. (1)

Briceño habia calculado gastar en el edificio treinta y dos mil pesos, y por el contrato celebrado con Narbona iban á gastarse cincuenta y tres mil, abandonando los útiles y edificio empezado, que continuó como propiedad del monasterio.

Los primeros veinte mil pesos los percibió en el año de 1737, y sucesivamente en 1739 y en febrero de 1740. El contrato tenia una cláusula por la cual, en caso que se hiciesen obras no comprendidas en el plano, se abonarian como esceso. En efecto hubo esceso en las obras construidas, y á pesar de la oposicion del administrador del monasterio, Narbona reclamó, despues de muchos pasos, para concluir el monasterio la suma de quince mil pesos mas, pues habia inver

(1) M. S. del doctor Segurola y acta de fundacion del convento.

tido casi toda la suma recibida sin terminar la obra. Su amistad con el gobernador don Domingo Ortiz de Rosas, por una parte, y la buena voluntad del obispo Peralta, le hicieron obtener por esos trabajos no comprendidos en el contrato, la cantidad de quince mil pesos, ocho mil al contado y siete mil despues.

Estando la construccion ya muy adelantada falleció el rematador don Juan de Narbona, y entonces su viuda doña Teresa de Robles y su yerno don Francisco Martín Camacho, vecinos de esta ciudad, pidieron continuarla y concluirla como sucesores del muerto, bajo las mismas condiciones. Su oferta fué aceptada, y la edificacion continuó.

Próxima á terminarse la edificacion del convento, concluido el primer claustro y dos viviendas altas y bajas de bóveda y lo demás necesario, se pensó, como era natural, en llenar sin pérdida de tiempo las miras del fundador. Con este fin el mismo provisor don Juan Antonio de Espinosa y Tirado y el presbítero don Juan Antonio Gonzalez, llevando veinte y cinco hombres de tropa por escolta, partieron el dia 21 de marzo de 1745 hácia la ciudad de Córdoba para conducir del convento allí establecido, las monjas que debian. fundar este de Buenos Aires.

El 25 de mayo del mismo año hicieron su entrada en esta capital con cuatro monjas fundadoras, cuyos nombres y cualidades personales se detallan específicamente en la acta de fundacion que publicamos en el apéndice. Empero á la llegada de estas madres el monasterio aun no estaba concluido, de manera, que, tuvieron que alojarse en una de las casas del fundador, mientras que alistado el convento se procedía á su solemne y pública fundacion. En esta residencia provisoria permanecieron algunos meses, dando lugar á que pudiese habitarse el monasterio de Catalinas.

El 25 de diciembre de 1745 tuvo lugar en esta ciudad la solemne é imponente ceremonia de la instalacion del convento. Hasta la iglesia Catedral fueron conducidas en coche las madres fundadoras, que lo fueron la madre Ana Maria de la

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