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rables yerros políticos y militares, era indispensable conferir el mando á Laserna en el término de cuatro horas, y que el ex-Virey se embarcára en el de veinticuatro.

La exposicion fué leida con la natural sorpresa por Pezuela, quien, no por falta de valor, sino por no dar un paso inútil, se abstuvo de presentarse al ejército; y viendo, que tampoco queria hacerlo Laserna, reunió la junta directiva de Guerra. Muchos vocales se sorprendieron tambien al saber aquel movimiento sedicioso; pero, mientras se acordaba lo más conveniente, un segundo comisionado de los jefes, reunidos en Aznapuquio, exigió una contestacion inmediata, por estar ya al expirar el plazo prefijado. El Virey rechazó entonces con dignidad, en una respuesta de su puño y letra, los cargos, que se le hacian, y por la salvacion de la patria y de sus compañeros de armas, renunció el gobierno en Laserna. Aunque éste aparentaba negarse á la aceptacion concertada con los conjurados, cedió fácilmente á las observaciones de su rival, y todo estaba arreglado, cuando los diez y nueve firmantes de la exposicion enviaron un tercer oficio más apremiante.

El ejército no se apercibió del cambio efectuado hasta que se le dió á reconocer al nuevo Virey, á la caida de la tarde del 29. Desde las dos y media empezó á circular en la ciudad la extraordinaria noticia, que á las seis quedó puesta fuera de duda con

la salida de Pezuela para el inmediato pueblo de la Magdalena. De allí partió despues para Rio-Janeiro, y llegó pobre á la península, habiendo ejercido en el Perú los cargos más lucrativos por largos años. En un fundado Manifiesto dió á conocer, si no sus aciertos, la honradez de sus intenciones; en la administracion apénas habia tenido holgura para expedir un reglamento de policía, y prestar una mediana atencion à la mejora, que se proyectaba en el mineral del Cerro, haciendo el desagüe por bombas. Restablecido el Rey al poder absoluto, le consideró mucho y le dió el título de Marqués de Viluma.

CAPÍTULO III.

DON JOSÉ DE LASERNA.

1821.

La facilidad con que habian logrado la ilegal deposicion del Virey, no podia ocultar á los jefes realistas los peligros de su posicion, que siempre se ven más claros desde las alturas del poder. Con haberse sublevado contra el representante del Rey, quitaban á su sucesor impuesto por la violencia, el prestigio indispensable, para que los independientes pudiesen ser combatidos ventajosamente á nombre de la ley y del órden; tenian que temer la

desaprobacion de la córte, y la mala voluntad del ejército del Alto Perú, con el que no habian contado; la opinion de los paisanos adictos á la causa real, podia serles desfavorable. Procuraron sobreponerse á tales obstáculos, enviando al Monarca comisionados que explicáran satisfactoriamente su osado proceder, y trataron de influir sobre la tropa y los paisanos, ya calumniando á Pezuela, ya adoptando una conducta más favorable al sostenimiento de la dominacion colonial. El gobierno español, hijo de un motin militar, y sin medios para combatir el del Perú, se dió fácilmente por satisfecho; el ejército, que en el Sur estaba á las órdenes de Ramirez, no presentó por entonces la menor muestra de oposicion, si bien uno de sus jefes habia de invocar más tarde la ilegal elevacion de Laserna para sustraerse á sus órdenes con gran discordia y daño irreparable de los realistas; el voto de éstos se conquistó sin gran dificultad, reduciendo el nuevo Virey su sueldo de 60.000 á 12.000 pesos, arreglando su secretaría de manera que no pudiera temerse la revelacion de sus planes, nombrando general en jefe á Canterac, y jefe de E. M. á Valdés, ambos de gran nombradía, no dejando en las fortalezas del Callao personas sospechosas, y procurando llenar las bajas del ejército y surtirse de víveres, que escaseaban mucho. Monet partió á Yauyos por ganado; primero Ricafort, y en seguida de él Valdés, recibieron órden de marchar á Jauja, no

sólo para hacer un gran reclutamiento, sino principalmente para arrebatar á los patriotas aquella importante posicion militar, que Carratalá les estaba disputando.

Conforme á los deseos manifestados por Aldao, habia dado San Martin lugar en el ejército á sus guerrilleros, distinguiendo á la caballería, puesta á las órdenes de aquel intrépido jefe con el nombre de GRANADEROS Á CABALLO, y la infantería con el de LEALES DEL PERÚ. Para que la nueva division adquiriera la aptitud militar, se envió como jefe instructor y organizador á D. Agustin Gamarra, que gozaba de gran crédito bajo ambos conceptos, y como cuzqueño podia fomentar el levantamiento en la sierra. La eleccion no podia ser más desacertada: las buenas cualidades de Gamarra eran opuestas al espíritu de los guerrilleros, acostumbrados á vivir sin disciplina, pelear sin órden y retirarse á sus casas, lo mismo despues de una victoria gloriosa, que en consecuencia de la más fatal derrota; en cambio, carecia del genio aventurero, del valor incontrastable y de la fuerza de voluntad, que son requisitos indispensables para arrostrar las privaciones y fatigas, inherentes á las guerrillas. Así fué, que, sólo con saber la aproximacion de alguna tropa realista, se retiró de Jauja ántes que pudiera hostilizar, ni ser hostilizado, y habiendo hecho un ligero alto en Pasco, buscó la seguridad en Oyon, pasando la cordillera, y perdiendo en su penosa

marcha, junto con el crédito, casi toda la division, que debia servir de base para un ejército de re

serva.

Sin encontrar fuerzas regulares, que pudieran resistirle, sorprendió Ricafort, el 3 de Marzo, cerca del pueblo de Concepcion, á cinco leguas de Jauja, una partida de Aldao, á la que mató cuatro hombres é hizo algunos prisioneros, y sin más oposicion continuó hasta Izcuchaca. Reunido despues con Valdés en la banda occidental del rio, intimidó á los indios, que de la orilla opuesta querian contenerle, vadeándolo con su caballería á todo riesgo, y les dió alcance cerca de Ataura. Los infelices, aunque pasaban de 4.000, pelearon en el mayor desórden, casi sin otras armas, que hondas y palos, de modo, que fueron arrollados completamente y muertos á centenares. Sus desapiadados vencedores ostentaron su fácil triunfo hasta Pasco; toda aquella importante region quedó bajo el duro mando de Carratalá, y la dominacion colonial no encontró desde el Cerro hasta Oruro, combatientes que osáran arrostrarla, sino los intrépidos morochucos, quienes, acostumbrados á una vida independiente en las punas y valles próximos á la region media del Pampas, no podian plegarse al yugo, ni con la más espantosa carnicería, ni con la devastacion de sus pueblos. Dos revoluciones se habian intentado en la sierra: una en el Cuzco, por el coronel Lavin, enviado allí á causa

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