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mercedes, que fueron de grande consecuencia á la provin cia, entre las cuales debemos contar por las primeras el encabezamiento de alcabalas hecho á favor de las ciudades, por una corta cantidad que habían de contribuir al Rey por tiempo de diez años; la facultad de poder introducir cien toneladas de negros sin pagar derechos reales; la prorrogación de la merced concedida anteriormente á instancia de Sancho Briceño para que la ciudad de Santiago nombrase todos los años persona que trajese de su cuenta un navío de registro para al puerto de la Guaira; y otras que, aunque no de tanta consideración para el provecho, fueron de igual estimación para el aprecio.

Habiendo consumido Simón de Bolívar en estas pretensiones todo el año de 91, volvió á la provincia mediado ya el año de 92, y hallándose D. Diego de Osorio habilitado. para poder obrar lo que deseaba, empezó á poner en planta los acertados dictámenes que tenía premeditados; pues aplicando su desvelo á poner forma en la provincia, repartió tierras, señaló ejidos, asignó propios, entabló archivos, formó ordenanzas, congregó los indios en pueblos y partidos, y finalmente podemos con verdad asegurar que de un embrión informe en que se hallaba todo, lo redujo su actividad á las formalidades de un ser político; y porque no que. dase materia en que no pusiese atención su providencia, considerando que desde las ciudades del Tocuyo y Barquisimeto, tirando para el Sur hasta los términos donde se divide la jurisdicción de esta provincia de la del nuevo Reino, había mucha distancia sin población alguna que asegurase la posesión de aquel partido, dió orden á Juan Fernández de León para que llevando la gente que le pareciese necesaria, entrase por los llanos y poblase una ciudad en la parte que tuviese por más acomodada; en cuya ejecución el año de 93 pobló la del Espíritu Santo á orillas del río Guanare (de quien ha tomado el nombre para ser comúnmente conocida); su temperamento es sano, aunque en extremo cálido; abunda de ganado vacuno, por la conveniencia que ofrecen para criarlo los dilatados llanos y sabanas en

que está fundada, y de pescado por la facilidad con que lo cogen en los caudalosos ríos que la circundan: su vecindad es poca pero feliz, pues goza la fortuna de tener en su iglesia colocada la milagrosísima imagen de Nuestra Señora de Coromoto, portento de maravillas y prodigio de milagros, á cuya piedad ocurren en devotas romerías de todas las provincias circunvecinas, unos á buscar remedio necesitados, y otros á cumplir promesas agradecidos: su milagrosa aparición referiremos con el favor de Dios en el segundo tomo, entre los sucesos del año de 652, en que tuvo su principio, para gloria de aquella ciudad dichosa.

Restábale á D. Diego de Osorio para el cumplimiento de su planta suprimir en los Cabildos los regimientos cadaneros, y establecerlos perpetuos para lustre mayor de las ciudades y obviar algunos inconvenientes que traía consigo la elección: había ya dos de esta calidad en el Cabildo de San. tiago, por haber S. M. hecho merced á Garci-González de Silva del oficio de depositario general por los días de su vida, y haber traído Simón de Bolívar para sí el de oficial real de la provincia, con preeminencias de regidor y voz y voto en el Cabildo; á cuya imitación, conseguida cédula del Rey para que fuesen perpetuos y vendibles, sacó D. Diego de Osorio los demás oficios á pregones el año de 94, y hechas las posturas y corridos los términos, se remató el de alférez mayor en Diego de los Ríos, la vara de alguacil mayor en D. Juan Tostado de la Peña; y los regimientos ordinarios en Nicolás de Peñalosa, Antonio Rodríguez, Martín de Gámez, Diego Díaz Becerril, Mateo Díaz de Alfaro, Bartolomé de Mazabel y Rodrigo de León, de que hemos querido hacer expresión por la memoria de haber sido los primeros que obtuvieron estos oficios en propiedad y perpetuos.

CAPÍTULO X.

Saquea el Draque la ciudad de Santiago, y refiérese todo lo sucedido en la provincia hasta el año de 1600.

Gustosa se hallaba la provincia disfrutando las felicidades en que la tenía puesta el justificado gobierno de D. Diego de Osorio; pero como no hay prosperidad en esta vida á quien no siga como sombra un infortunio, cuando se consideraba más segura en las posesiones de su dicha, empezó á padecer los contratiempos con que la persiguieron las desgracias, siendo la primera una cruel hambre que se introdujo el año de 94, originada de una plaga de gusanos tan voraz, que asolando las sementeras, convirtió en cenizas los sembrados, sin que pudiese reservar la providencia ni aun granos que sirviesen de semillas para volver á sembrar: trabajo que molestó mucho la provincia, porque entrando todos á la parte á padecer, fué general el clamor y común el desconsuelo, creciendo más la aflicción al paso que se multiplicaba la plaga por instantes sin hallar remedio humano para poder extinguirla, hasta que ocurriendo á la piedad divina por intercesión del glorioso mártir San Jorge, á quien escogieron por patrón, se consiguió el consumirla, en cuyo agradecimiento se obligaron por voto los labradores de la ciudad de Santiago á fabricarle una capilla y contribuir todos los años cada uno con una fanega de cualquier

semilla que sembrase, como llegase á cincuenta fanegas la cosecha, para que su importe se distribuyęse en los precisos gastos de su adorno; pero entibiado el fervor después que cesó el trabajo, tuvo lugar el descuido para olvidar las circunstancias del voto, contentándose sólo con celebrarle su fiesta en la iglesia catedral el día 23 de abril: devoción que ha conservado la costumbre hasta los tiempos presentes.

Con estas penalidades y miserias corrió el año de 94, y para que en todo tuviese los requisitos de aciago, cerró los días de su curso con la muerte del Sr. Obispo Dr. Fr. Juan de Manzanillo, Prelado de gran piedad, á quien veneró esta provincia, más que como á Obispo, como á padre: en su lugar presentó S. M. para esta Sede al Sr. D. Fr. Diego del Salinas, religioso Dominico, natural de Medina del Campo, hijo del convento de San Andrés de su patria y Procurador general que era en la corte para las dependencias de su Orden; y aunque su venida á este Obispado no fué hasta el año de 98, por haberlo detenido en España la conclusión de algunos negocios que estaban á su cuidado, hemos querido anticipar la noticia de su presentación por si acaso no hubiere oportunidad de referirla á su tiempo; y dejando esto anticipado para entonces, pasaremos á los acaecimientos del año de 95, en que D. Diego de Osorio, con el deseo de visitar la provincia para que en todas las ciudades al respeto de su presencia quedasen más bien establecidas y corrientes las providencias que había aplicado su celo, pasó á la ciudad de Maracaibo: determinación en que consistió en parte la calamidad que sobrevino poco después á la ciudad de Santiago, porque faltando de ella su vigilancia ó su fortuna, quedó expuesta á la desdicha que le trazó su desgracia.

Recaló á principios del mes de junio sobre el puerto de Guaicamacuto (media legua á barlovento del de la Guaira) aquel célebre corsario Francisco Draque, á quien hicieron tan memorable en el orbe sus navegaciones, como temido

Gil Gonz. p. 1. The. Ecclesiast.

en la América sus hostilidades, y echando en tierra quinientos hombres de su armada, ocupó sin resistencia la marina, porque los indios que pudieran haber hecho alguna opugnación para estorbarlo, desampararon su pueblo antes de tiempo, y buscaron seguridad en la montaña: gobernaban la ciudad, por la ausencia de D. Diego de Osorio, GarciGonzález y Francisco Rebolledo, como Alcaldes ordinarios de aquel año; y teniendo la noticia del desembarco del corsario, recogida toda la gente de armas que pudo juntar la priesa, salieron á encontrarlo en el camino que va del puerto á la ciudad, resueltos á embarazarle la entrada con la fuerza en caso que pretendiese pasar para Santiago: prevención bien discurrida, si no la hubiera malogrado la malicia de una intención dañada, pues ocupados con tiempo los pasos estrechos de la serranía y prevenidas emboscadas en las partes que permitía la montaña (como lo tenían dispuesto con gran orden) era imposible que al intentar el corsario su trasporte, dejase de padecer lamentable derrota en sus escuadras; pero el ánimo traidor de un hombre infame fué bastante para frustrarlo todo, porque habiendo el Draque apoderádose de la población de los indios de Guaicamacuto, halló en ella á un español llamado Villalpando, que por estar enfermo no pudo ó no quiso retirarse, como lo hicieron los indios, y procurando hacerse capaz del estado de la tierra por la información de este hombre, para que obligado del temor le dijese la verdad, le hizo poner una soga á la garganta, amenazándole con la muerte si no le daba razón de cuanto le preguntase: demostración que conturbó de suerte á Villalpando, que ó sofocado del susto, ó llevado de su mala inclinación, se ofreció á conducir al pirata por una senda tan secreta, que podría ocupar por interpresa la ciudad de Santiago antes que fuese sentido.

Esta era una vereda oculta, ó por mejor decir, una trocha mal formada, que subía desde la misma población de Guaicamacuto hasta encumbrar la serranía, y de allí bajaba por la montaña al valle de San Francisco, camino tan fragoso é intratable, que parecía imposible lo pudiese trajinar huma

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