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banas, y siempre fueron vencedores dellos; y allí hallaron dos coronas de oro fino en 1537, y tuvieron gran noticia por nuevas de indios que habían estado allá de mucha riqueza, la cual era á las espaldas del Perú y del Nuevo Reino, y decían llamarse la provincia del Dorado. Y volvieron á Coro, y venía el General con pensamiento de hacer gente y volver á la dicha conquista, y allegando á Tocuyo encontró un Caravajal, gobernador que había hecho la Audiencia de Santo Domingo, y porfió el Caravajal porque el Felipe no pasase adelante á Coro; y el Felipe súpose dar tan buena maña, que lo espaldaró y le quitó la más gente y se fué camino de Coro, más de treinta ó cuarenta leguas, el Caravajal había hecho paces con él; y yendo seguro el capitán Felipe, fué tras él el dicho Caravajal con ochenta ó noventa hombres, y lo prendió y le echó unas colleras de hierro, y les mandó cortar las cabezas á él y á Bartolomé Belzar y á otros principales sin que confesasen; y hecho esto se estuvo quedo en el Tocuyo, descuidado de pensar que nadie le había de enojar.

y

Y en este tiempo vino á Venezuela un gobernador y juez de residencia llamado Tolosa, vizcaíno, el cual hizo gente en Coro, de guerra, y fué sobrél una madrugada, y lo prendió y lo mandó arrastrar y ahorcar, y tomóle toda su hacienda para el Rey, y apaciguó la tierra y hízolo muy bien con todos los conquistadores, repartiéndoles la tierra y dándoles de comer, y envió á un hermano suyo á una entrada á un valle que se decía de micer Ambrosio, por haber estado en él, que decían ser rico, y no acertaron con él, y vinieron al cabo de dos años muy desbaratados y perdidos el año 1548. Y después desto nunca más hicieron entrada los conquistadores, sino poblado y descubrir minas y criar ganados; por manera que en este tiempo habrá en esta tierra, entre yeguas y caballos, más de mil, y mucha cantidad de vacas, de tres mil, y más de doce mil ovejas, y mucha cantidad de cabras, y muchos puercos, en que la tierra está abundosa de comida, y van descubriéndose cada día minas y poblándose la tierra. Coro fué poblado por micer Ambro

sio; Vuruvuata, por el licenciado Tolosa; Nueva Valencia, por el gobernador Villacinda. Este Gobernador fué después de Tolosa, estuvo tres años y murió allí. Tolosa estuvo tres años y murió en cabo de la Vela, yendo á tomar residencia. Nueva Segovia pobló Juan de Villegas, que quedó allí por teniente y capitán general. A Trujillo pobló Diego García de Paredes, por mandado de los alcaldes ordinarios que residen en Tocuyo. Este pueblo fué el que pobló Caravajal el que ahorcaron. Alzáronse en esta tierra hasta doscientos cincuenta negros, y vinieron á la Nueva Segovia en 1550 é hicieron su Rey para matar los cristianos, y tenían repartidas las mujeres de los cristianos entrellos, y vino socorro de la ciudad de Tocuyo á la de Segovia, y aquel día que llegaron los cristianos, luego á la noche, dieron en el pueblo los negros con lanzas y mataron cinco ó seis cristianos y un clérigo (año de 55), y los cristianos mataron mucha cantidad de negros, y por la mañana vino Diego de Losada con cuarenta hombres y halló que los negros que se habían escapado aquella noche estaban en una sierra, y fué tras ellos con la gente que traía y con la más gente que tomó del pueblo, y fué do ellos estaban y los mataron á todos, salvo á las negras.*

MS. anónimo, en el archivo histórico nacional.

Cartas dirigidas al Rey por el Licenciado Juan Pérez de Tolosa, con noticia de ocurrencias y descripción del territorio de su gobernación.

PRIMERA CARTA.

Muy alto y muy poderoso señor:

Porque de las letras y despachos que á V. A. he enviado, después que llegué á la provincia de Venezuela, solamente he habido respuesta de las primeras que desde la ciudad de Coro escrebí; y porque escritas aquéllas luego partí la tierra adentro, y escrebí haciendo relación á V. A. de todo lo sucedido y de lo demás que había de avisar destas provincias y de lo que se había ordenado de la gente que aquí estaba, y porque de todo esto no he habido respuesta, por la duda que tengo si se recibió este despacho, he determinado duplicarlo en esta, porque ninguna cosa quede de que V. A. no sea avisado; y porque también se hará relación de todo cuanto ha pasado y sucedido en esta provincia después que los alemanes, con poderes de S. M., vinieron á la conquistar y gobernar, y va todo uno en pos de otro escrito, como yo lo he hallado por las informaciones y procesos de residencia, y por otras vías que fuera de procesos he procurado saber, es la primera letra la que se sigue, y después todo lo sucedido por su orden.

Muy alto y muy poderoso señor:

Desde la ciudad de Coro hice saber á V. A. mi llegada á esta provincia de Venezuela y de los desconciertos que en ella habían pasado, y de cómo Juan de Carvajal, gobernador y capitán general proveído por la Audiencia de la Española, había degollado á Felipe de Huten y á Bartolomé Belzar y á Diego Romero y Gregorio de Placencia, capitanes y soldados desta provincia; envié la información que dello se pudo hacer, y enviado aquel despacho, con la gente que pude sacar de Coro me partí en seguimiento del dicho Juan de Carvajal, y tomé el camino de las montañas pensando atajar camino, y sucedióme el camino muy trabajoso por la braveza de la tierra y de los indios de las montañas, que me dieron muchas guazabaras, yéndome siguiendo de noche y de día hasta pasar á los llanos que dicen de Carora; matáronme dos caballos y fueron heridos cinco cristianos, aunque ¡bendito sea Dios! ninguno peligró de muerte; tardóse en caminar estas montañas treinta días, y en los llanos de Carora, que es una tierra fértil de caza de venados, se rehizo la gente del cansancio que traía de las montañas, de la falta de comida, que diez días anduvieron sin que comiesen otras cosas sino frutas silvestres que en aquellas montañas hay en mucha abundancia y mucha miel en estos llanos de Carora, que son diez y seis leguas en largo y obra de seis en ancho; nos bastecimos de maíz é carne de venados, pasando adelante, á tres jornadas, una montaña, entre dos ríos; encontramos diez y siete cristianos de á caballo que Juan de Carvajal, siendo avisado de indios que le iban á buscar cristianos, enviaba á ver qué gente de cristianos era, y como yo iba muy sobre aviso, desde que pasé los llanos tomé la vanguardia con veinticinco soldados de pie y de caballo, muy buenos isleños, y ellos venían algo derramados y sin orden; dímosles tanta priesa en tomarles el vado, que aunque lo quisieran hacer muchos, ni uno solo se nos escapó que no tomamos; y mostradas las provisiones obedeciéronlas luego, y como leales

vasallos de V. A., de hacer todo lo que se les mandase; y ansí seguí mi camino con esta gente, que fué gran ayuda para lo que después sucedió.

Fuí avisado desta gente que Carvajal había salido con ellos, cinco leguas deste asiento, con otros sesenta de pie y de caballo, y que hasta que ellos volviesen había de agoardar allí, que es en un lugar que se dice Quibure, donde hay unas grandes sabanas y caza de venados y conejos, y que tenían pensamiento de suplicar de las provisiones que viniesen y ponerse en resistencia contra cualquiera que las llevase, para le quitar el cargo: y por evitar escándalos y diferencias me fuí llegando á la ligera, dejando todo el servicio atrás de aquellas sabanas de Quibure, con pensamiento de pasar adelante á este asiento y mostrar las provisiones que traía, y hacerme mejor parte con la gente del asiento; y hícelo así é caminé toda la noche, día de San Bartolomé, y en riendo el alba entré en este asiento, al cual había venido el mismo Carvajal á ver una amiga que tenía, y así lo tomé y prendí estando muy descuidado; y la gente del campo que con él estaba, estaba lo mismo, y aunque turbados, luégo vinieron á hacer la obediencia, especialmente un teniente suyo que se dice Juan de Villegas, buen isleño, antiguo en esta provincia, y por ser contrario á las liviandades pasadas, la noche antes había determinado de le cortar la cabeza y á otros siete ú ocho gentiles hombres deste campo, y tenía ya preso á uno dellos: tiénese por averiguado que si no llegara yo á la sazón, que todos se hicieran pedazos cuantos estaban en este campo: luego que prendí al dicho Carvajal y á otros dos, envié á Diego de Losada, que conmigo vino en esta jornada, que es un caballero de cerca de Benavente, muy esforzado, isleño antiguo y diestro en la guerra de los indios, á la gente que estaba en Quibure, la cual obedeció las provisiones, y todos con mucha alegría vinieron á dar la obediencia.

En este campo hay docientos y quince hombres, gente muy escogida; hay entre ellos setenta de á caballo; habrá cien caballos, docientas yeguas, trecientas vacas de vien

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