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una de perlas y otra de pescado, donde él las señalare, y esto sea para él y sus herederos y sucesores para siempre.

Los cuales dichos capítulos suplica á V. A. los mande. ver, y hacerle merced de lo que en ellos pide, atento lo mucho que ha servido y gastado y ha de servir y gastar en hacer la dicha jornada.- Diego Fernández de Serpa.

Muy poderoso Señor:

Diego Fernández de Serpa dice: que en la gobernación de que V. A. le ha hecho merced no tiene puerto ninguno donde desembarcar, sino es un jirón de tierra que está desde el río Uyapari hasta el morro de Muare, que es en la costa del Píritu, la cual es aneja á la gobernación de que Su Majestad le ha hecho merced, y le fué dado á Diego de Ordas junto con la dicha gobernación, siendo proveído por este Real Consejo, porque en este pedazo de tierra está el puerto por donde se ha de entrar en la dicha tierra, así la gente como los ganados; y se ha de poblar en ella una cibdad que ha de ser principio de toda la gobernación, y allí tiene los indios amigos que siempre ha hecho en la comarca, y con este puerto ha de ser la contratación de las flotas que de España fueren y de todo lo demás de la tierra adentro. Y esto suplica á V. A. por lo que toca al servicio de Dios y de S. M., y bien y doctrina de los naturales, y conviene porque Franceses no se metan en este puerto.Diego Fernández de Serpa.

Relación que hizo Lope de las Varillas de la conquista y población de Nueva Córdoba, en virtud de los anteriores memoriales y capitulación.

El gobernador Diego Fernández de Serpa partió del puerto de Sancta María la Semana Sancta del año 1569 con cuatro navíos, para ser visitado del juez oficial en la bahía de Cádiz, donde surgió, y apercibió al dicho oficial viniese á hacer el registro, así de las cosas y bastimentos que llevaba, como de la gente de guerra y marineros que tenía embarcados. Pusieron inconvenientes los visitadores para no entrar en los navíos, diciendo venían de tierra sospechosa de pestilencia, y que no era justo tratar con ellos. Requirió el Gobernador al Juez le despachase; mandóse desembarcar toda la gente en los arenales de Cádiz, donde se les tomó muestra, en la cual hallaron pasados seiscientos y cincuenta hombres, sin mozos, mujeres y niños, con los cuales pasaron de ochocientas personas; visitaron los bastimentos y hallaron abundancia de todo lo necesario para siete meses, y la gente suficientemente armada. Dilataron el dar el despacho y registro muchos días, diciendo que en la capitulación que con S. M. había el dicho Gobernador asentado, ofrecía bastecerse para un año, y no lo estando ni teniendo artillería de bronce, le mandaban no partiese, so pena de ser habidos él y los que con él fueran, por traidores; de suerte que algunas personas que ya estaban remi

sos y espantados de verse en la mar, echaron mano de esta ocasión y declararon no querer ir la jornada. Estos eran personas validas y de quien pendían las voluntades de otros muchos á quien persuadieron siguiesen su opinión; echaron voz de querer irse á la guerra de Granada para que su culpa fuese menos grave; levantáronse con un navío gente y tropa que en él había; vino el corregidor Juan de Bustos á la nao capitana, y á instancia destos alterados, prendió al Gobernador, buscando para ello color harto flaca y de pasión clara. Despachó el Gobernador, desde la prisión y cárcel pública donde estaba, un capitán á esta corte á dar cuenta al Real Consejo de las Indias para que favoreciese su causa. Proveyó el Consejo, entendiendo la malicia de los alterados, á Francisco Duarte para que fuese á la expedición del Gobernador y armada, el cual halló que en los navíos no había la provisión y bastimentos para el viaje y larga navegación necesarios, por haber pasado cinco meses. en las dilaciones dichas y prisión del Gobernador. Fué necesario para volver á proveer la dicha armada, vender los navíos de ella, y con esto y con el socorro que la gente de nuevo hizo, fueron despachados.

Partieron de Sanct Lucar por agosto, tomaron puerto en Canaria, donde compró el Gobernador una nao para que la gente fuese más holgada y acomodada; proveyóse allí de algunos bastimentos; partió de las islas á los 9 de setiembre; llegó á la Margarita, isla de Tierra Firme, á los 4 de octubre, donde, á trueco de algunas cosas que llevaba, compró ochocientas vacas, á entregar en los llanos de Venezuela; los soldados que pudieron se proveyeron de caballos en esta isla, en la cual estuvieron ocho días. Llegó el Gobernador á los 13 de octubre al puerto de Cumaná, donde aquella noche desembarcó con todos sus capitanes, dejando uno en la armada, á quien encomendó aquella noche la guarda della, y para que otro día, con toda la gente en orden de guerra, entrase en los bohíos de la población. Bajaron de aquellos valles y montaña siete ú ocho caciques á saber qué gente y navíos eran los que habían surgido y tomado tierra; á quien

el Gobernador recibió bien y satisfizo de lo que preguntaban. Holgaron de ver nuestro orden y traje, porque aunque había allí cristianos mestizos, vestían lienzo; trajeron de presente al Gobernador mucho maíz y otras provisiones. Tomóse otro día muestra de la gente, y hallóse doscientos ochenta hombres de guerra y pobladores, casados todos, con sus armas. Desembarcáronse el día siguiente las mujeres y niños con su ropa; trazóse la iglesia, plaza y calles, para que por su orden todos en ella se acomodasen de alojamiento.

Poblóse en ocho días la Nueva Córdoba de más de ciento cincuenta casas, cubiertas de paja ó caña; despacháronse indios lenguas á los caciques comarcanos para que les amonestasen viniesen á ver á su Gobernador y le trajesen comida para sus gentes; vinieron muchos á la amistad y obediencia de los cristianos, y otros hubo que por entonces no. Al cabo de algunos días los pilotos y marineros pidieron sus salarios y licencia para irse; consignóseles la paga en sal y pescado en las salinas de Araya, de lo cual fueron contentos, por la ganancia que dello en Santo Domingo se les seguía.

Envió el Gobernador á las dichas salinas y pesquería un capitán con doce soldados, y cuatro caciques con trescientos indios; metiéronse en ocho días en los tres navíos más de cuatro mil hanegas de sal y más de dos mil arrobas de pescado seco, lo cual en este tiempo con mucha facilidad se pescó, sin lo que fresco comían más de trescientas cincuenta personas que á la carga de los dichos navíos asistían. Vinieron el Gobernador con sus capitanes á ver la grandeza y abundancia desta hacienda; tomóse posesión della en nombre de la ciudad de la Nueva Córdoba, y esto por cierto respeto. Estando allí, se trató de lo que se debía hacer para que no se perdiese tiempo; resolvióse por el Gobernador y los capitanes en que antes que la muchedumbre de la gente acabase la comida que había en la población y comarca, fuesen capitanes con gente la tierra adentro, á dos efectos: para entretener los soldados, y para calar y tentar la tierra

TOMO II.

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y que della enviasen bastimento á la ciudad, en el cual efecto no estuviesen más de cuarenta días.

Dióse orden á otro capitán para que se aprestase con brevedad para ir á la provincia de los Aruacas con una instrucción de lo que en aquella tierra había de hacer. Cometióse al yerno del Gobernador fuese á la isla Margarita y tratase con los vecinos della diesen ganados, yeguas y caballos á los pobladores de la Nueva Córdoba, por los precios y como en la dicha isla se compraban y vendían; y para esto se les notificó una cédula y provisión deste Real Consejo de Indias, lo cual obedecieron muy al revés de lo que al servicio de S. M. convenía y en la dicha provisión se les mandaba. Vuelto el Gobernador á la Nueva Córdoba, partió della el capitán Pedro de Ayala con ciento treinta y dos hombres, con instrucción de seguir siempre la vuelta de Levante, ribera del golfo de Cariaco, y que trajese consigo los indios que de paz le recibiesen, y llevó rescates y cosas que dalles. Volvió en el término dicho, y hizo relación de haber hallado tierra trabajosa de andar y fragosa, y por esto había tenido necesidad de calzados. Esto causó una guía, no queriendo llevar la gente por parte llana, poblada y bastecida, á causa de que no fuesen por los buhíos de un su pariente y amigo de quien pretendía tener interés. Con todas las separaciones que la dicha guía hizo, hallaron buena tierra, muy cultivada de grandes labranzas de maíz, yuca, batatas, agyamas, aunque no en sazón de cosecha; vieron muchos ríos y grandes sabanas donde hallaron y mataron venados y vaquiras: hay en esta tierra gallinas en abundancia.

Dábanles los indios algún oro por bonetes, cuchillos y anzuelos; traían todas las indias perlas; hay una cacica que tiene una cinta dellas, que la aprecian en más de mill y quinientos ducados.

Trajo este dicho capitán consigo desta entrada dos indios principales, muy viejos, con sus mujeres y hijos, que es la mayor señal de paz que pueden dar, los cuales dijeron haber en su tierra é comarca en la falda de la sierra muchas

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