Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Hallábase Losada á la ocasión en cama algo indispuesto, y dándole noticia de la multitud de bárbaros que venían marchando á la ciudad, con aquel sosiego natural que siempre tuvo, sin alterarse en nada, se empezó á vestir, mandando que le ensillasen un caballo, y cuando le pareció tiempo acomodado salió de la ciudad, llevando en su compañía de los jinetes á Gabriel de Avila, Francisco Maldonado, Antonio Pérez (soldado antiguo de las guerras de Africa y que se había hallado con el Emperador en la expugnación de Túnez), Francisco Sánchez de Córdoba, Sebastián Díaz, Alonso Andrea y Juan de Gámez; y de los infantes á Miguel de Santacruz, Juan Gallego, Juan de Sanjuan, Alonso Ruiz Vallejo, Gaspar Pinto y otros, hasta el número de treinta, dejando á los demás en guarda de las casas para que los indios con la confusión no las quemasen, y apellidando á Santiago acometió al enemigo en la sabana, abriéndose camino con las lanzas, que en aquella confusa muchedumbre ni erraban golpe ni perdonaban vida, cuando los infantes, por su parte, embrazando las rodelas y esgrimiendo los aceros, empezaron á dividir aquellos cuerpos desnudos, que, embarazados con su multitud, poniéndose en desorden, se fueron retirando, atropellándose unos á otros por asegurar las vidas, de suerte que en breve espacio sólo quedó en la campaña, para vender bien la suya, un indio llamado Tiuna, natural de Curucutí, quien con una media espada, enastada en una guaica, desafiaba con repetidas voces á Losada.

Hallábase cerca de él Francisco Maldonado, y no pudiendo sufrir su atrevimiento, hizo piernas al caballo, llevando la lanza baja al embestirle; pero al ejecutar el golpe le huyó el indio el cuerpo con tal arte, que pasó la carrera de largo sin tocarle, y sin darle tiempo á revolver el caballo le tiró con la media espada un bote tan violento, que pasándole las armas y atravesándole un muslo, lo derribó del caballo, y asegundándole con otro antes que se levantase, le dió otra herida en un brazo; Juan Gallegos, Gaspar Pinto Juan de Sanjuán, viendo el aprieto en que estaba Maldo

y

nado y recelando no lo matase aquel bárbaro, llegaron con presteza á socorrerlo; pero el Tiuna, sin desmayar en su aliento, antes más soberbio en su osadía, se mostró tan valeroso, que, haciendo cara á los tres, empezó á jugar la guaica con tan linda ligereza, compases y movimientos, que sin que le pudieran ofender hirió en la frente á Juan Gallegos, privándolo de sentido; y haciendo demostración de acometer á Gaspar Pinto, descargó el golpe en Juan de Sanjuán, atravesándole un brazo, que le hizo soltar la espada; y pasara más adelante en maltratarlos (según la traza llevaba) si no llegara por detrás, sin que el Tiuna lo advirtiese, un indio de los amigos, criado de Francisco de Madrid, quien le disparó una flecha que, entrándole por la espalda, le atravesó el corazón, de que cayó luego muerto, dejándoles á los tres, en parte de recompensa de las heridas recibidas, un idolillo de oro, del largo de un geme, que traía pendiente al cuello y unos brazaletes de lo mismo, y llevando que contar del arresto de aquel bárbaro dieron la vuelta á la ciudad acompañando á Losada, que sin seguir el alcance de aquel deshecho escuadrón, tavo por mejor retirarse á dar descanso á su gente, contentándose con la facilidad que había tenido en deshacer aquella conjuración tan poderosa sin ponerse á contingencia de algún adverso accidente.

CAPÍTULO X.

Despuéblase la ciudad de Borburata: funda Losada la de Caravalleda, y sale después á reconocer la tierra.

Las descomodidades que experimentaban los vecinos de la Borburata con lo poco saludable del país, y los continuos sustos que padecían de las invasiones de corsarios, por la poca defensa de su puerto, los tenía tan descontentos y deseosos de mudar su vecindad, que aunque el gobernador D. Pedro Ponce, teniendo noticia de la intención con que se hallaban, les había prohibido con penas y amenazas el que la ejecutasen; mediado el año de 68 se determinaron á desamparar la ciudad, y dejándola despoblada se pasaron unos á vivir á Valencia, y otros, que fueron los más, en piraguas y canoas se vinieron á Caracas á incorporar con Losada, quien hallándose con el aumento de fuerzas que le causó este socorro y el que de la Margarita le había conducido Juan de Salas, conociendo que para la conservación y crecimiento de su nueva ciudad de Santiago era preciso y conveniente hacer otra población en las orillas del mar, que sirviendo de puerto y abrigo á las embarcaciones del comercio, facilitase las conveniencias del trato, de que habían de resultar los intereses para su mayor aumento, se determinó á ponerla en planta, y buscando el sitio más acomodado para su fundación, bajó personal

mente á la costa, llevando consigo sesenta hombres; y habiendo asentado paces con los caciques Mamacurí, Guaicamacuto y los demás circunvecinos (que escarmentados de la rota recibida se la ofrecieron voluntarios), pareciéndole el lugar más á propósito el mismo donde Fajardo tuvo fundado el Collado, distante siete leguas de la ciudad de Santiago, el día 8 de setiembre del año de 568 pobló en él una ciudad que intituló Nuestra Señora de Caravalleda, y señalando treinta vecinos que habían de quedar en ella, nombró por regidores á Gaspar Pinto Duarte de Acosta, Alonso de Valenzuela y Lázaro Vázquez, que juntos en cabildo, eligieron por primeros alcaldes ordinarios á Andrés Machado y á Agustín de Ancona; pero esta ciudad, que con tan buenos principios prometió grandes aumentos, con firmes esperanzas de una segura consistencia, fué bastante para que se despoblase una violenta sinrazón con que el gobernador D. Luis de Rojas quiso mortificar á sus vecinos, malogrando los buenos fundamentos con que había empezado población tan necesaria, pues huyendo sus moradores del rigor de un absoluto poder, tomaron por partido abandonarla, retirándose con sus familias, como veremos después.

Poblada la ciudad de Caravalleda y dispuestas por Losada aquellas ó cosas precisas para su conservación, dió la vuelta á la ciudad de Santiago, donde considerando ser ya tiempo de que tuviesen alguna remuneración de sus trabajos los que con tanto afán y peligro le habían acompañado en su conquista, determinó repartir las encomien das, usando de los poderes que tenía del gobernador D. Pedro Ponce; pero como quiera que para disponer materia de tan grande consecuencia era preciso tener conocimiento y noticia individual de todas las parcialidades y caciques que las gobernaban, con el número de gente de que se componían, para que la aplicación de los repartimientos fuese correspondiente á los méritos de cada uno, quiso primero reconocer toda la tierra, haciendo los apuntamientos de ella en la mejor forma que le permitiese el

« AnteriorContinuar »