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»posibilidad de dedicarse mas de lleno à esas especiales tareas. >> Cuando la Academia se habia dirigido ya al R. P. Provincial de los Agustinos con el objeto de adoptar los medios convenientes para la conservacion futura de la biblioteca del Maestro Florez, como el Gobierno la habia encargado en 6 de noviembre siguiente, ocurrió la exclaustracion de los religiosos de Madrid en 18 de enero de 1836. A vista de este suceso redobló su celo la Academia, dirigiéndose á S. M. en 24 del mismo mes para repetir lo expresado en su anterior informe; y en cumplimiento de lo que dispuso S. M. trasladó á su habitacion la mencionada biblioteca en calidad de depósito. Pero todavia estaba sin resolverse el otro estremo de su exposicion, y con este motivo acordó dirigirse nuevamente à S. M. repitiendo su propuesta anterior y comprometiéndose á ejercer sobre la empresa igual inspeccion que hasta entonces el Definitorio provincial de la orden Agustiniana, á franquearla el depósito de noticias y documentos que posee, y á concurrir á su mayor perfeccion con las luces y talentos de sus individuos, asi de dentro como de fuera de la córte. Decia tambien que «< conti>>nuando el Gobierno á la empresa la corta pension que disfru>>ta al presente, con ella y el escaso producto de la venta de >>sus libros, atenderá como hasta aqui á los gastos de viages, >impresiones y copias de documentos; y si la experiencia acre»ditase no ser suficientes, no dudaba que entonces S. M. se >>dignará ampliarlos hasta donde sea necesario, asi como agre»>gar algun auxiliar cuando el continuador lo necesitare, como »se ha hecho cuando lo han pedido sus antecesores, conce>>diéndoselo con las exenciones correspondientes y las conside>>raciones debidas á su trabajo, para que sin distraerse á otros »>objetos se dediquen exclusivamente á este.» No dió lugar á esta comunicacion el haber recibido la Academia una Real orden de 30 de junio, mandándola continuar la España Sagrada y ponerla desde luego al cuidado del P. Canal durante su vida. Con gusto nos hemos detenido en referir todos estos pasos dados por la Academia para hacer público su interés hácia una obra que tan justamente le merece.

del tomo XLVI y empezó á trabajar el siguiente para conducir hasta nuestros dias la historia de la Santa Iglesia de Lérida. Aprovechando los materiales que habia recogido en su viage á aquella ciudad en 1833, y los documentos que le habia proporcionado la fina amistad y el ilustrado celo del respetable Archivero de la Corona de Aragon Don Próspero de Bofarull, escribió el Episcopologio, y lo relativo á Concilios, disciplina y Universidad. Pero sus años eran muchos y muy graves sus achaques: echaba de menos el silencio del claustro y la quietud de la celda, y ya no trabajaba rodeado de sus libros; circunstancia que la Academia habia considerado como muy principal para continuar la obra, y por eso en sus comunicaciones al Gobierno de S. M. siempre habia hecho ver la conveniencia de que el continuador tuviese habitacion en su edificio. Abrumado, pues, con el trabajo el Maestro Canal no adelantó mas el tomo XLVII, y dándole por concluido escribió el prólogo correspondiente. En él daba cuenta de los medios por donde la Academia habia recogido la biblioteca del P. Florez y encargádose de la continuacion de la España Sagrada:, hacia mérito de los materiales que le habian servido para componer este tomo, se disculpaba de no haber dado cabida en él, como correspondia, á los Santos, Colegiatas, Monasterios, Conventos y Seminario conciliar del obispado de Lérida: y persuadido de que seria esta la última de sus tareas literarias, concluia con las pa labras tan sabidas de la Eneida: hic . . . cæstus artemque repono. El considerable atraso de seis años con que cobraba su corta pension el benémerito continuador de esta obra tan importante y acreditada, le impidió dar á la prensa el último fruto de sus vigilias; pero sirvió para que tal vez salga á luz algun tanto mejorado. La modestia del autor hizo que nos le diese á reconocer como á persona que no se desdeñaba de honrar con su confianza, y no pudimos menos de decirle que le hallábamos escaso de noticias en los artículos que incluia, ademas de ser muy reparable la falta de los omitidos. Mas á todo esto contestaba que el remediarlo era una empresa superior á sus cansa.

das fuerzas, y que fuesemos nosotros por lo tanto quienes refundiesemos y adicionasemos el tomo que damos á luz ahora. Emprendimos en efecto ese trabajo, sujetándonos enteramente al plan del autor y respetando sus opiniones; y todavia conservamos el borrador escrito de su mano y corregido de la nuestra, juntamente con el prólogo, para hacer ver en todo tiempo lo que á cada uno pertenece. Y cuando únicamente habiamos retocado el Episcopologio del Maestro Canal, la muerte puso fin á sus bien aprovechados dias en 17 de abril de 1845.

La Academia se dedicó entonces à procurar que estos trabajos no se interrumpiesen, con el interés y acierto que debia prometerse el público de la ilustracion de sus individuos. Despues de varios acuerdos encaminados á este objeto, se resolvió en junio de 1849 que nos encargásemos no solo de trabajar el tomo XLVII, sino de continuar la obra bajo el mismo plan que habian seguido sus autores. Pudo tener presente para esta resolucion el decidido interés con que hemos mirado siempre á la España Sagrada, el estudio que hemos hecho de ella constantemente, el trabajo que teniamos entre manos, y las particulares relaciones que nos unieron tanto con el Maestro Canal, como con su venerable antecesor el Rmo. P. Maestro Fr. Antolin Merino. Mas sin embargo, nada de esto alcanzó para que nos considerásemos el sugeto mas á propósito para la empresa, aunque fué suficiente para decidirnos á acometerla. Dispuestos por lo tanto á dar principio á nuestras tareas, levantamos los ojos ante todas cosas al Padre de las luces para implorar su divina gracia, y los volvimos despues al Doctor de la gracia para suplicarle que si una posesion centenaria tenia vinculada la obra entre sus hijos, no se desdeñase concedernos para haberla de continuar el lugar mas infimo entre sus discípulos.

Nuestra primera diligencia fué dirigirnos al obispado de Lérida para reconocer los archivos de la Santa Iglesia, de la Ciudad y de las Colegiatas; y aunque privados de la corta pension antes mencionada, pero con los escasos recursos de la Academia, emprendimos nuestro viage en 2 del siguiente mes, Hevando para auxiliar de nuestros trabajos á Don Vicente Lafuente, jó

que

ven despejado y estudioso, que concluida su carrera literaria con lucimiento y crédito, acababa de graduarse de licenciado en medicina. Llegamos á Lérida y nos encontramos con que para bien de la España Sagrada conservaba Dios en aquella Santa Iglesia al cabo de diez y seis años á los Sres. Dean y Canónigo Archivero, con quienes se habia entendido el Maestro Canal en su último viage, y de quienes le habiamos oido siempre hablar con la mayor estimacion y elogio, los Dres. Don Juan Mensa y Don Rafael Maria Soldevila. Cumpliendo el acuerdo del Illmo. Cabildo, nos dieron entrada franca en su archivo, y pusieron en nuestras manos el Libro verde, cuya descripcion queda hecha en el tomo anterior. De él nos aprovechamos para tomar apuntes, copiar documentos y cotejar otros adquiridos despues de muerto nuestro antecesor. Pero no se encontraron todos los que apeteciamos, con especialidad los Episcopologios, á causa del desorden causado por manos extrañas que habian ido en busca de títulos de pertenencia. En el archivo de la ciudad hallamos igual acogida de parte de su digno Secretario Don Juan Mestre, nos enseñó el respectivo Libro verde y la Carta-puebla dada por Don Ramon Berenguer, conquistador de la Ciudad; mas no encontramos un códice curioso de Apuntamientos históricos de los siglos XIV y XV de que teniamos noticias, y que debió perecer en la guerra de la Independencia. El Dr. Don José Castell, Director del Instituto, nos franqueó su biblioteca con la mayor cortesanía, y nos permitió disfrutar á todo nuestro sabor el Ordinario Ilerdense; y los Sres. Fuster padre é hijo nos acompañaron á visitar la Catedral antigua, convertida hoy en castillo, cuya entrada nos permitió la autoridad militar. No estaba en la ciudad á la sazon el Excmo. Sr. Obispo Don José Domingo Costa y Borrás, que actualmente lo es de Barcelona, pero llegado un dia antes de nuestra salida nos dió cartas de recomendacion' muy atentas para las Colegiatas de la diócesis. Los oficios que la urbanidad del Sr. Gefe político nos estendió para varios pueblos de la provincia nos fueron inútiles, pues no pasamos á ellos, por no pertenecer al obispado. Tampoco lo hicimos á la Iglesia de Roda, no tanto por lo incómodo del viage, cuanto

por la inseguridad que á la sazon ofrecia el camino: y las Colegiatas de Monzon, Tamarite y Albelda no nos prestaron tampoco materiales algunos por haber perecido sus documentos ó hallarse diseminados á causa de las guerras y revoluciones anteriores. Pasamos en seguida á la hermosa ciudad de Barcelona, y si el Maestro Canal tuvo siempre motivo para recordar con placer la muy agradable acogida que halló constantemente en el archivo de la Corona de Aragon de parte de su digno Gefe el ya mencionado Bofarull, nosotros nos tendremos todavia por mas afortunados, por haberse agregado á sus finas atenciones las de su apreciable hijo Don Manuel, actual Archivero. Qué. danos sin embargo el sentimiento de no poderlos expresar á nuestra satisfaccion ni corresponder à ellos debidamente. Pero no dejaremos de llamar la atencion del lector hácia nuestro Apéndice de documentos, sacados en su mayor parte de aquel riquísimo depósito, para confesar cuanto tenemos que agradecer á estas dos personas tan dignas de la estimacion pública por todos títulos.

Asi que nos hicieron regresar á Madrid los dias del otoño, emprendimos nuestro trabajo con presencia de los nuevos materiales sin levantar mano, de suerte que ya pudo empezarse á leer en la primera sesion de la Academia á que tuvimos el gusto de asistir, y así continuó haciéndose en las juntas sucesivas. Damos principio á nuestro tomo XLVII con el Episcopologio enteramente refundido y aumentado en mas de dos terceras partes, separándonos de la opinion de nuestro respetable antecesor cuando así lo exigen los datos adquiridos despues de su fallecimiento ó el distinto modo de ver unas mismas cosas. Siguense los Concilios, de los cuales solo tuvo noticia de cinco el Maestro Canal; pero nosotros insertamos hasta nueve, entre los cuales hay dos inéditos y enteramente desconocidos, y otros que tales pueden reputarse por haberse escapado á las investigaciones de Labbe, Harduino y Mansi, asi como á las de Aguirre y Villanuño. Pasamos despues à la disciplina, cuyo capítulo se reducia en el ms. del Maestro Canal á extractar los apuntes dejados por el Canónigo Don Francisco Martinez Marina en el archi

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