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lota Joaquina de Borbon; al embajador español en la misma corte, marques de Casa Irujo, y al de Inglaterra, lord Strangford. Despachó circulares en el mismo sentido á la junta de Cádiz y á la de Buenos-Aires, en donde fueron recibidas con el mayor entusiasmo, persuadidos sus miembros de que aquella hermana se aprestaba á entrar por los principios democráticos que muy luego habian de introducirse en todo el nuevo continente.

En este punto, es preciso confesar que la república de Buenos-Aires ha tenido grande influjo en la suerte de la de Chile, pues, bien que esta última se haya elevado por su misma inspiracion, casi espontáneamente y en razon de las circunstancias en que se hallaba, no se puede negar, sin embargo, que los patriotas de BuenosAires han contribuido con eficaz perseverancia á determinarla á obrar con arranque y decision. En efecto, vemos, desde el principio, á dichos patriotas seguir una correspondencia tirada con los pocos Chilenos iniciados en el secreto de la santa causa, persuadiéndoles, aconsejándoles, dándoles ánimos y aun enviándoles emisarios. Finalmente, vemos que escribieron directamente al presidente ofreciéndole socorros, en caso de un ataque del Perú (1), y aun le despacharon tambien un represen

(1)« La junta no duda que se atrevan, en Lima, á atentar contra la respetable persona de V. S., y para tal caso, si no bastasen los recursos de ese reino (que el despotismo antiguo habrá debilitado diestramente), podrá Buenos-Aires partir con él los abundantes auxilios que la poderosa nacion inglesa franquea con mano pródiga á los pueblos fieles del rey Fernando, que sostiene, etc. >>

Oficio de la junta de Buenos-Aires al presidente de Chile, del 1 de setiembre 1810.

En otro oficio del 31 de octubre, aquella misma junta persuade á la de Chile se ligue muy estrechamente con la Gran Bretaña (como el mejor apoyo de nuestra causa), descubriendo así tristemente el fatal principio de alianza con grandes potencias, muchas veces injustas, casi siempre imperiosas y que han ocasionado frecuentemente anarquía durable, y siempre por causa del carácter inconsecuente é imprudente de los enviados.

tante, que salió de allí el 18 de setiembre, y, por consiguiente, el dia mismo del movimiento de Chile, que no podia saberse en Buenos-Aires, con órden de establccer relaciones de interes y de alianza con la junta, si sus previsiones se realizaban, y, en caso contrario, secretamente con el ayuntamiento, foco político de la suerte del país.

El encargado de esta importante mision fué Albarez Jonte, el cual la llenó con tanto tino como habilidad, y desde aquel momento se establecieron entre las dos partes relaciones íntimas y tiradas, con el objeto de fundar en bases sólidas las máximas politicas que habian de servirles de regla para proveer á los medios de defensa contra ataques esternos, prometiéndose recíprocamente union y prudencia en sus proyectos, union y perseverancia en sus acciones.

Al recorrer la correspondencia de aquella época, se ve con que esmero estas dos repúblicas procuraban prestarse mutuamente auxilio para asegurar la conquista de sus derechos y preparar todo cuanto podia ser principalmente útil á los intereses comunes de su patria. Pero lo que se nota de mas particular es que ya en aquella época se dejaba presentir la grande necesidad de un congreso jeneral de todas las repúblicas de la América meridional para formar en él una alianza firme y duradera.

. Esta junta (dice un oficio de 26 de noviembre) conoce que la base de nuestra seguridad esterior, y aun interior, consiste esencialmente en la union de la América, y por lo mismo desea que, en consecuencia de los principios de V. E., proponga á los demas gobiernos (siquiera de la América del Sur) un plan de congreso para

establecer la defensa jeneral de todos sus puntos, y aun refrenar las arbitrariedades y ambiciosas disensiones que promuevan los mandatarios; y cuando algunas circunstancias, acaso, no hagan asequible este pensamiento en el dia, por lo menos lo tendrá V. E. presente para la primera oportunidad, que se divisa muy de cerca. »

Este pensamiento, debido al gran patriota don Juan de Rosas y sostenido hábilmente por don Juan Egaña, fué claramente esplicado en un diario que escribia el primero á la sazon, y que, por no haber imprenta, salia á luz manuscrito, con el título de Despertador americano, en el cual aparecia como idea primitiva del congreso de Panama (1).

Por la misma correspondencia se ve que lo que mas preocupaba á la junta era la necesidad de armarse contra tantos enemigos esternos, pues se aparentaba temer continuamente una invasion europea, y muchos la creian con tanta mas razon cuanto las cartas de España hacian una pintura espantosa del estado del país, que ya se hallaba, ó poco mas o menos, á la merced de su ambicioso conquistador. Es verdad que los oficios de la junta de Cádiz y los del embajador Casa Irujo tendian á persuadir lo contrario, ó, á lo menos, parecian predecir mejores dias y la próxima espulsion de los Franceses; pero como las malas nuevas causan siempre mucha mas impresion, estas habian obtenido de preferencia crédito en el vulgo, el cual daba por cierta la ruina total de España. Así, todos hablaban de ella sin rebozo y como

(1) Man. Tocornal, Memoria sobre el primer gobierno nacional, p. 128. No hemos oido nunca mencionar este diario manuscrito, bien que tengamos en nuestro poder algunos otros de la misma especie, aun despues de la introduccion de la imprenta en la República, tales como el de Aconcagua, el Valdiviano federal, que, en el principio, salió manuscrito en Valdivia, y otros.

de cosa indudable. La junta gubernativa parecia estar en la misma creencia, y so pretexto de prudencia procuraba organizar una resistencia armada, que los vocales de buena fe pensaban emplear contra los enemigos de España, pero que las opiniones adelantadas consideraban, al contrario, como verdadero auxiliar y defensor de los derechos que acababan de conquistar.

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El país, en aquel tiempo, se hallaba sumamente atrasado en todos los ramos de la industria, sin maestranzas y sin fábricas de armas, y solo se veian algunos armeros pertenecientes á los rejimientos para componer las que no estaban en buen estado de servicio. En tal estado de penuria, don José Antonio Rosas fué encargado de pedir de afuera armeros intelijentes y hábiles para fabricar fusiles y sables, de que habia suma falta; pero esto pedia tiempo, y no se podia esperar, por lo que se hubo de recurrir á un Ingles, llamado Diego Wintiguen, con el cual se pasó una contrata para encargarlos á Inglaterra; y como este país ardia en guerra y podia negarlos, por esta razon se tomó la precaucion de pedirlos directamente al marques de Welesley, y tambien se escribió á la junta de Buenos-Aires, suplicándole se sirviese tratar con un Ingles ó Americano del Norte para conseguir aquellas armas, destinadas al armamento de los cuerpos que se iban á formar (1).

Con este fin, se habia apelado á los sentimientos patrióticos de los Chilenos. Se despacharon oficiales á las provincias para instruir y disciplinar á los milicianos. En Santiago, se organizaron un rejimiento de grana

(1) Archivos del gobierno. Las armas que se pedian eran 6,000 fusiles, 1,000 pares de pistolas, 3,000 sables y 62,000 piedras de chispa, y, posteriormente, á Valdivia, seis cañones de á 24, dos de á 16, cuatro de á 8 y dos de á 6, todos de bronce y con suficiente cantidad de valerios.

deros de setecientas plazas, dándole por coronel á don Santiago Lucos, y por sarjento mayor á don Juan José de la Carrera; dos escuadrones de trescientas plazas cada uno, al mando de don José Joaquin Toro, con don Joaquin Guzman de sarjento mayor, y una brigada de artillería compuesta de piezas pedidas posteriormente á Valdivia. La mayor parte de estas tropas fueron acuarteladas en el edificio de los espósitos, dispuesto como cuartel, traspasando las doce ó catorce criaturas que habia en él á la casa de recojidas.

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En vista de esta actividad, la revolucion podia contar con una fuerza numérica ofensiva, á la vez, y defensiva, y condición precisa de existencia en medio de enemigos humillados y activos. Los dos grandes poderes (la junta suprema y el cabildo) parecian rivalizar de celo y de ambicion para el sustento de tan bella causa; pero bien que sus principios fuesen absolutamente los mismos, muchas veces no estaban de acuerdo, porque cada uno queria el bien segun lo entendia, sin miramiento al amor propio y á las pretensiones individuales. Por lo mismo, hubo algunas veces zelos de supuestas usurpaciones de derecho y de autoridad. Afortunadamente, estas pequeñas desavenencias duraron poco, y las dos ilustres corporaciones pudieron continuar, en la parte respectiva de cada una, llenando sus deberes con grande satisfaccion de la nacion, orgullosa de yerse gobernada por sus propios hijos.

Pero en medio de esta grande dilatacion de una actividad belicosa, los ilustres mandatarios no descuidaban los negocios administrativos. A pesar de que su posicion precaria y su título provisional no les permitiesen emprender grandes reformas, suprimieron, noobstante, las

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