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CAPITULO V.

Las ideas revolucionarias se comunican al ayuntamiento mismo. - Nombramiento de nuevos cabildantes muy favorables á dichas ideas. Carrasco nombra á Campos presidente del cabildo.- Sumo descontento que este nombramiento causó á los miembros de aquella corporacion, que désamparan á Carrasco. - Instalacion de una junta de vijilancia. — Rogativas en todo el país por el éxito de los ejércitos de España y contra las ideas suversivas de los revolucionarios de Chile. Arresto de Fr. Rosauro Acuña y del coronel don Pedro Ramon Arriagada. Arresto de Ova le, Rosas y Vera. — Ruido que ocasiona.-Argomedo nombrado procurador de la ciudad.— Instalacion de una junta en Buenos-Aires.

Mientras que Carrasco procuraba sofocar la revolucion, tomando, por sistema mas bien que por carácter, medidas de rigor, sin discernimiento, los principales motores trabajaban aun con mas celo y actividad en sacar partido de sus pueriles violencias, aprovechándose diestramente de ellas; para lo cual tenian sus miras en el Cabildo, cuyas reuniones podian llegar á ser un centro de accion susceptible de oponer contrapeso, aun legalmente, á los actos del gobierno, y de llevar adelante sus ideas de justicia y de libertad. Es verdad que en este punto, como en otros, no tenian mas que seguir el buen ejemplo del de Buenos-Aires, que se hallaba revestido de un poder suficiente para resistir al del virey Cisneros, sirviéndose de la mayoría de los habitantes, de cuya adesion estaba cierto y seguro. Mas, siendo compuesto el cabildo de Santiago de personas que, por la mayor parte, eran afectas al órden de cosas monárquico, era necesario, ante todas cosas, reformarlo, y, para esto, se presentó muy pronto una ocasion en tres vacantes de

rejidores á las cuales se habia de proveer. Informados de esta particularidad y del intento de los patriotas, los realistas quisieron anticiparse á sacar provecho de ella; pero eran mucho menos activos, y sus enemigos ganaron la ventaja consiguiendo que las tres vacantes fuesen compradas por personajes de la mayor distincion, que fueron : el conde de Quinta Alegre, el mayorazgo Cerda y don Fernando Errazuri. (?) Errázuriz.

Poco tiempo despues, llegó la 'eleccion de los alcaldes y procurador, y, gracias al influjo hábil de estos nuevos miembros, los nombramientos recayeron en otros tres liberales, tambien sujetos de mucha distincion, animados de los mismos sentimientos y no menos influyentes por su mérito y por su posicion social; que fueron : el director don Francisco Perez García, abogado de mucho crédito y de grande habilidad; por alcalde, don Agustin Eizaguirre, que contaba en su partido con su noble y numerosa familia; y por procurador, don Juan Antonio Ovalle, sujeto de no mucha entereza, y antiguo amigo y consejero de Carrasco, pero que muy luego pasó al partido de los liberales y fué uno de sus mas firmes apoyos.

Con semejante formacion, el Cabildo no podia menos de tomar una grande preponderancia en los asuntos políticos del país, asegurándose de la opinion pública, no solo por el mérito personal de sus miembros, sino tambien por sus numerosas y opulentas familias. La oposicion realista, constantemente alerta, buscaba elementos de resistencia al rededor de sí; pero no hallaba ninguno que no fuese débil é impotente. Orgullosa con sus memorias de tres siglos, se habia figurado, por un momento, poder combatir los nuevos principios sociales; pero hizo

inútiles esfuerzos para conseguirlo, y le fué necesario atacarlos por medios sordos y falaces, intrigando igualmente al partido realista y al liberal y soplando la discordia entre los miembros del Ayuntamiento. En sus deliberaciones, los patriotas ya no reparaban en decir en alta voz su parecer sobre las cosas de España, y hablaban con desmesurada libertad de su pérdida inevitable, y de la necesidad en que estaban de seguir el ejemplo dado por sus provincias, instalando una junta gobernadora capaz de parar el golpe de rechazo que les amenazaba. En este punto, sus discusiones eran, mas que animadas, tumultuosas, motivo por el cual resolvieron reunirse en un pequeño club afin de preparar en él con tranquilidad y sijilo el potente mobil que debia romper finalmente su cadena. Estas reuniones tenian lugar, muchas veces, fuera de la ciudad, y, muy á menudo, á horas desusadas de la noche, tan pronto en la quinta del conde de Quinta Alegre, tan luego en casa de Eizaguirre, ó en la de Larrain. Tambien recibian á personas que no eran del Ayuntamiento, y Fretes, Alvarez Jontes, Hipólito Villegas y otros, dejaban raravez de asistir á dichas reuniones.

Carrasco, cuya vijilancia se habia hecho mas minuciosa y molesta, sabia muy bien lo que se trataba en ellas, y se quejó al cabildo. Los miembros de aquella corporacion paternal, que eran de su partido, suscitaron sobre el particular una larga y reñida discusion; pero ¿qué podia una minoridad de ideas ya muy pasadas contra una coalicion llena de convencimiento y de virilidad y que aspiraba á gozar de nueva vida social? Nada, en efecto, mas que reconocerse impotente, y someterse con resignacion al prestijio que reinaba y que era una

necesidad imperiosa de las circunstancias. No obstante, aquella minoridad aun quiso hacer un esfuerzo, protestando abiertamente, y pidió al gobernador pusiese á la cabeza del cabildo, para presidirlo, un hombre de talento y firmeza y, sobre todo, afecto á la monarquía española. Carrasco adoptó sin dificultad este nuevo proyecto, y, por la misma fatalidad inseparable de su flaqueza, nombró al mismo Campos, que le habia ocasionado tantas desazones con la Universidad, acarreado la enemistad de la real audiencia, y que iba, en aquella ocasion, á quitarle el único apoyo que le quedaba en todos los cuerpos políticos de su gobierno.

Claro estaba que los miembros del cabildo, que habian solicitado de él aquella medida, verian con sumo disgusto un nombramiento que, en cierto modo, los ponia bajo la dependencia de un presidente, ya malquisto de ellos, y estraño á la corporacion. Así sucedió, y se quejaron amargamente á Carrasco, arguyéndole con dificultades ilusorias, y, lo que fué peor, altaneras, y propias á producir su efecto ordinario, á saber, una negativa terca y obstinada. De allí se siguió una correspondencia agria, enconada, insultante, que concluyó haciendo odiosas á entrambas partes, y desuniéndolas de un modo deplorable para los realistas; porque desde aquel instante el presidente se quedaba aislado de toda corporacion política, y reducido á sus débiles medios de resistencia contra una faccion que se reforzaba cada dia mas, y que anhelaba por vengar sus derechos ultrajados.

En semejante situacion, ya no puede un hombre hacerse ilusiones sobre el peligro que le amenaza, y presiente de antemano su ruina por la diminucion de su fuerza moral, que le abandona y le hace incapaz de

pensar con juicio ni fruto. Sin embargo, no le medió así á Carrasco, el cual hizo como el avaro, cuando en el momento de perder su tesoro arrastra los mayores peligros para conservarlo, y quiso imposibles para defender su agonizante autoridad, bien que no tuviese mas apoyo que algunos empleados y las tropas que guarnecian la capital y la frontera. Con esto contaba, sin reflexionar que en casos tales un jefe debe apoyarse en la fuerza moral y no en la material; y, recordando los consejos que le habia dado Cisneros, resolvió seguirlos y convocó á la Real Audiencia para nombrar una junta de vijilancia, capaz de favorecer sus proyectos. Esta junta fué compuesta de siete miembros (1), de la clase mas distinguida de la sociedad, pero muchos de los cuales estaban ya imbuidos de las nuevas ideas. Al mismo tiempo escribió á los gobernadores, prescribiéndoles rigores contra los revolucionarios, y, para darles mas vigor, empleó las amonestaciones de la relijion, ordenando rogativas y sermones para que Dios se dignase preservar á los fieles de las armas francesas y de las seducciones de los novadores.

El clero se apresuró á ejecutar aquella órden con su fervor acostumbrado, pidiendo á Dios con fe viva y con esperanza firme se dignase poner paz en aquellos conflictos políticos. Al mismo tiempo, tronaban los púlpitos

y

fulminaban anatemas contra los impíos enemigos de la relijion y del rey. Por la parte del Sur, especialmente, los misioneros, que eran casi todos españoles, ejecutaron con fanático celo las órdenes de Carrasco. En Osorno, un relijioso que predicaba con la mayor vehemencia contra

(1) Los SS. marques de la Plata, Irrigoyen, Olaguer, Ugarte, Prado, Bravo del Rivero y Jerónimo Pizana.

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