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o por el móvil mas noble de modificar en un sentido dado la direccion de los negocios, no por eso es ménos grave, i todo el mecanismo se falsea. La hipótesis no tiene nada de quimérico i cuando, por ejemplo, un grupo de 85 miembros irlandeses se declara pronto a sostener o combatir uno de los partidos segun sea que éste acceda a sus deseos o los combata, el peligro es estremo. Lo seria por lo menos en un pais en que el patriotismo tuviera mas débil accion sobre el alma de los hombres políticos.

Es aquí donde es menester reconocerlo; se halla el vicio i el peligro del réjimen parlamentario, porque puede suceder que la voluntad que predomine, sea, no de la verdadera mayoría, sino la de los espíritus flotantes, la de los facciosos.

Pero al lado de estos verdaderos inconvenientes se encuentran ventajas positivas.

Si todos los miembros del Parlamento se hallaran indisolublemente ligados a uno de los dos partidos, ¿cuál seria la utilidad de los debates parlamentarios? En presencia de una oposicion impotente i desalentada, un Ministerio seguro de su mayoría gobernaria sin contrapeso, i podria hacerlo todo impunemente. La opinion pública i el pensamiento de las próximas elecciones podrian seguramente contenerlo hasta cierto punto, pero siempre el peligro seria sério.

Es de consiguiente útil que haya en una Asamblea cierto número de miembros independientes que, aun votando con la mayoría, no le estén enfeudados a punto de no poder, si se presenta la ocasion, prestar a la oposicion el concurso de sus votos.

Aunque rara vez se usara de ese medio para dar una leccion a los Ministros, el hecho solo de su presencia inspira a estos últimos una saludable prudencia, al mismo tiempo que dá a la oposicion esperanzas i valor.

En las cuestiones graves el aporte de esos votos es la apuesta de la lucha, i si no obedecieran a otros móviles que el del bien público, pueden prestar al pais inestimables servicios, sea derribando a los Ministros, sea obligándolos a modificar su política.

Voi mas allá: se necesita que los mismos Ministros puedan, en ciertas ocasiones, apelar a todos los miembros de una Asamblea, i obtener de aquellos que no los apoyan habitualmente un número de votos suficiente para colmar i hasta exceder las defecciones que puedan producirse en su propio partido.

Cuando el Gobierno resolvió en 1829 abolir las leyes dadas contra los católicos, los Ministros no ignoraban, en manera alguna, la repugnancia que inspiraba a la mayoría de su partido una medida que ellos mismos habian combatido, i Sir Roberto Peel se esplicaba a ese respecto de esta manera:

Yo no puedo comprar el apoyo de mis honorables amigos prometiendo adherir siempre, i suceda lo que suceda, en mi condicion de Ministro de la Corona a los argumentos i a las opiniones que puedo haber sostenido en esta Asamblea.

Yo me reservo claramente i sin equívoco alguno el derecho de adaptar mi conducta a las exijencias del momento i a las necesidades del pais.

Tal ha sido la conducta de todos los hombres de Estado, en todos los tiempos i en todos los paises; mi defensa es la de todos aquellos que antes que yo han obrado de la misma manera; ella está espresada por las palabras mas bellas que yo podria pronunciar, quiero decir, por estas palabras de Ciceron:

«Hæc didici, hæc vidi, hæc scripta legi, hæc de sapientisimis et clarisimis viriis in hac republica, et in iis civitatibus monumenta nobis litteræ prodiderumt, non semper easdem sententias abi isdem sed quiascumque Teipublicæ status temporum inclinatio, ratio concordia postularent esse defendendas.»

Esto aprendí; esto ví; esto está escrito en la lei, esto nos enseñaron hombres sapientísimos i distinguidos varones, en escritos

monumentales; que no siempre las mismas razones han de prevalecer en cualquier estado en que se halle la República, sino que debe atenderse al estado de los tiempos, i a la paz de los hombres.>>

La lei fué votada como mas tarde lo fué la de los cereales, i dos de las mas importantes medidas de que se honra el Parlamento, se deben al hecho de que los lazos de partido han podido ensancharse, en esas oca. siones.

Lo mismo sucedió en sentido inverso en 1886.

Cuando M. Gladstone presentó el bill que concedia a la Irlanda un Parlamento aparte, un considerable número de miembros que aun votando con él, conservaban siempre cierta independencia, se pronunciaron enérjicamente contra la medida, i produjeron así, la caida del Gabinete.

Estos ejemplos, que podrian multiplicarse, bastan para mostrar la utilidad de esos terceros partidos, o de los miembros independientes, i, si se interroga la historia, se constatará, sin duda alguna, que la suma de ventajas es mui superior a la de los inconvenientes que produce su existencia.

Yo no me atreveria a decir que siempre será lo mismo, i la organizacion del partido separatista irlandés constituye para las instituciones parlamentarias un peligro de estrema gravedad; pero los ingleses sabrian conjurarlo gracias a su paciencia, su valor i su admirable patriotismo.

CAPITULO LXXIX

El Gobierno Parlamentario

Me he esforzado en esponer, de una manera tan clara un tema tan complejo; el papel del Gabinete i de sus

miembros, i al hacerlo he descrito en el hecho, el conjunto de sistemas que se llama gobierno parlamentario, o gobierno de los partidos (party government). Antes de terminar me resta examinar sus inconvenientes i sus ventajas.

El espíritu de partido tiene el gran defecto de arrastrar consigo la falta de franqueza o de equidad.

En el ardor de la política los hombres se exaltan i se animan recíprocamente, i cesan de juzgar imparcialmente las cosas. Atribuyen fácilmente a sus adversarios malas intenciones i propósitos vergonzosos de los que éstos están tan lejos como ellos mismos. Son mui pocos los que desdeñándose merecer el reproche de debilidad o inconsecuencia, se atrevan a reconocer públicamente las faltas que les señalan sus rivales.

La obstinacion para sostener un error, porque la admision de lo que era justo i verdadero hubiera hecho triunfar al adversario, decia Lord John Russel, ha hecho adoptar a mas de un Ministro inglés la línea de conducta mas funesta al pais. (Bristish gobernment and Constitucion XVII).

Se puede decir mas aun: que la mayor parte de las medidas sometidas al Parlamento han sido aprobadas o rechazadas ménos por razon de su propio mérito, que por consideraciones de partido. Se puede aun señalar la exajeracion que hace presentar las medidas que se sostienen, bajo su aspecto mas favorable, atenuando o disimulando sus inconvenientes mientras que se obra precisamente en sentido inverso cuando se trata de las proposiciones del partido contrario, cosa tanto mas sensible cuanto que, en los negocios públicos, la verdad rara vez se encuentra, solo de una parte.

Yo añado que el espíritu de partido puede producir la auulacion de las individualidades haciendo contraer a

los hombres esos hábitos de disciplina casi militar que un sagaz observador, el abate Galiani, calificaba de «espiritu monacal», dominando en las Asambleas políticas de Inglaterra.

Este último inconveniente es ménos de temer en el dia, pero lo que es un mal real es la esclusion mas o ménos prolongada, de hombres de Estado eminentes de los que, la mitad permanece constantemente fuera de los negocios, haciendo que sus luces, su esperiencia, sus talentos, se pierdan para la cosa pública.

Por fin, cada administracion se halla constantemente espuesta a cambiar de jefes i, por consiguiente, a encontrarse dirijida por Ministros ignorantes e incompetentes en los asuntos que tienen que dirijir; en una palabra, todas las fuerzas vivas del pais se encuentran dispersas; i todos los ciudadanos útiles luchan constantemente en lugar de juntarse i colaborar en el bien público. Hai, pues, en esto, una evidente pérdida de fuerzas i un fatal antagonismo. Para compensar todos estos inconvenientes se necesita que haya grandes ventajas.

¿Esas ventajas existen i son mas considerables que los inconvenientes señalados?

La organizacion de los partidos crea compromisos, tanto mas poderosos cuanto que han sido contraidos. voluntariamente, i con lazos capaces de resistir a las tentaciones de la ambicion o del interes; muchos hombres que cambiarian fácilmente de opiniones i renunciarian a sus principios por obtener un puesto importante, no se atreverian a desertar de su partido i romper con sus amigos políticos.

El espíritu de partido da un cuerpo a las opiniones. vagas i pasajeras, ligándolas de una manera fija a princi

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