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VIII.

Algunas ideas sobre la influencia social del sistema colonial español en la revolucion de la

independencia.

El estudio de la historia de nuestro pueblo, en los doscientos setenta años que permaneció bajo la tutela i servidumbre de la metrópoli, autora de su existencia, me ha dado por resultado lójico i necesario las observaciones que hasta ahora he apuntado sobre la influencia social de la conquista i del sistema colonial. Ellas no podrán bastar sin duda a presentar con verdadera precision histórica un cuadro completo de nuestra sociedad, durante la época a que me refiero, pero a lo menos podrán suministrar una idea mas que aproximativa del estado i de la condicion de nuestro pueblo al tiempo en que se preludió la revolucion de su independencia-¿Qué era pues el chileno en 1810?-La solucion de esta cuestion importante se encuentra en la esposicion que he presentado.

Importante llamo esta cuestion i deberia calificarla de fundamental, porque sin resolverla filosófica e históricamente, es imposible que podamos estudiar i conocer de un modo exacto los resultados de nuestra revolucion, ni mucho menos la tendencia que debemos darla para completar su desarrollo. Sin tomar en

cuenta los antecedentes de nuestra sociedad, sin hacernos cargo de sus preocupaciones antidemocráticas, de sus costumbres i de sus inclinaciones características, ¿cómo es posible que veamos en los acontecimientos de nuestra independencia otra cosa que hechos aislados i sin consecuencia? ¿Cómo es posible. que podamos aprovecharnos de las ventajas de la forma de gobierno que hemos adoptado, cómo podremos apreciar debidamente el movimiento reaccionario obrado por la revolucion en nuestra sociedad? Es erróneo i aun peligroso juzgar de otra manera: por eso vemos a los pensadores vulgares, cuyos raciocinios no tienen otro punto de partida que las impresiones del momento, encastillarse ciegamente en el vituperio o en el elojio, en temores quiméricos o en esperanzas locas: sin atender a la fuerza de los antecedentes i sin ver otra cosa que las personas, califican los hechos de la revolucion de heroicos o ignominiosos a su arbitrio, se asombran de los acontecimientos políticos i pronuncian sin apelacion su injusto fallo contra las formas i garantias democráticas; o bien acojen un buen resultado i exajeran sin freno ni cordura su bondad; divisan alguna espontánea manifestacion del desarrollo natural de la intelijencia o de las facultades materiales de la sociedad, i, segun la primera impresion que les produce, alaban o vituperan con frenesí, pensando siempre que de su parte está el acierto i la justicia.

Este modo de proceder, injusto por demas i constantemente odioso i perjudicial, debe abandonarse cuando tratemos de apreciar los hechos de nuestra vida presente. Atendamos lo que fué nuestra socie

MISC. H. I L.

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dad para ver lo que debe ser i lo que será. ¿Estaba o no preparada para entrar a nueva vida i someterse a un sistema diametralmente opuesto al que la rijió tres siglos, i bajo el cual se desenvolvió su existencia? No por cierto: el colono habia sido precisamente educado para vivir siempre ligado a la servidumbre, i para no desear ni conocer siquiera una condicion mejor que aquella a que estaba sometido; las leyes i las costumbres conspiraban de consuno a ocultarle su importancia moral i a destruir su individualidad; el colono, en fin, no tenia conciencia de sí mismo i todo él, su vida i sus intereses estaban absorvidos en el poder real i teocrático, del cual dependia íntegramente. El sistema colonial se apoyaba, pues, en las costumbres i marchaba con ellas en íntima unidad i perfecta armonia. Esta verdad nos da a conocer cuán absurdo seria considerar nuestra revolucion como un efecto de nuestra civilizacion i de nuestras costumbres, tal como puede considerarse la de Norte-América i hasta cierto punto la de Francia. Los angloamericanos tenian una manera de vivir profundamente democrática, tenian sobre todo costumbres industriales, intereses mercantiles que elaboraban en aquel pueblo desde mucho tiempo atras un elemento poderoso de independencia; así es que desde el instante mismo en que estas costumbres i estos intereses llegaron a ponerse en conflicto con los de la metrópoli, se rompió bruscamente el vínculo debilitado que a ella los unia, i apareció una república omnipotente, que luego se atrajo los respetos del mundo entero. La revolucion de Francia, por otra parte, fué un resultado lójico de antecedentes conocidos: desde la

muerte de Luis XIV principió a debilitarse el trono i a dejar de estar en armonía con las costumbres e intereses populares; i en la época de Luis XV, "trono, parlamento, nobleza, clero, relijion i filosofía, todo se hallaba ya en completa guerra"; i no podia ser de otra manera, puesto que las costumbres estaban en pugna abierta con las leyes i con los intereses del clero i la nobleza. Hubo un tiempo de indecision, las opiniones no podian definirse ni clasificarse, “pero a la primera ráfaga de la luz que esclareció algun tanto el horizonte político i moral de la Francia, al oir de boca de Mirabeau resonar aquellas palabras -id i decid a vuestro amo que nosotros nos hallamos aquí reunidos por la voluntad del pueblo, todos tomaron su partido, cada uno ocupó su puesto en las filas i se trabó el combate." (1)

Fueron, pues, radicales las revoluciones de Francia i Norte-América, porque apoyándose en las costumbres, i hallándose el individuo con la conciencia de su importancia moral i de sus derechos, la fuerza de la reaccion fué necesariamente espansiva i abrazó todos los estremos, haciendo completa la reforma. La nuestra, por el contrario, no siendo consecuencia de iguales antecedentes ni estando apoyada en las costumbres, debió seguir el curso ordinario i fatal de la naturaleza de las cosas i no pudo ménos de ser disimulada en su orijen i parcial en su objeto i en su desarrollo.

Si los americanos al traves de las tinieblas de la co

(1) MATTER De la influencia de las costumbres sobre las leyes, etc, part. 2 cap. III.

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lonia habian columbrado el esplendor de los triunfos de la libertad i de la intelijencia en el Norte de nuestro continente i en la Francia, en lugar de conservar en relijioso silencio su ilustracion i sus vastas aspiraciones hubiesen tentado romper bruscamente los vínculos que nos unian a la metrópoli, no solo habrian tenido que vencer formidables obstáculos para llegar a inculcar su pensamiento en los hombres mas aventajados de aquella época i preparar los elementos i arbitrios que necesitaban para emprender nuestra emancipacion política, sino que tambien habria fracasado necesariamente su empresa heróica en el escollo insuperable de las costumbres, Era necesario que acontecimientos enteramente estraños i casuales para los colonos viuieran a despertarlos del letargo i a presentarles una ocasion feliz para emanciparse. Las juntas provinciales gubernativas que se improvisaron en España con motivo de la prision de los reyes católicos en Bayona, en abril de 1808, i su posterior reclusion en Valencey, sirvieron de ejemplo i de estímulo a Méjico i Buenos Aires para que erijieran tambien sus juntas soberanas. Tan notables acontecimientos despiertan la apatía de la servidumbre en Chile i llaman la atencion de los mas ilustrados sobre el derecho que les correspondia para imitar aquellos ejemplos; porque en Chile habia tambien corazones que, en el centro de la esclavitud, latian por la libertad. ¡Tan cierto es que el despotismo, por fiero que se muestre, no puede sofocar jamas aquellos arranques espontaneos de la naturaleza que revelan al hombre su dignidad! Un accidente feliz en aquellas circunstancias viene a avivar la exaltacion, tal es la oposicion tenaz que

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