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despliega el presidente Carrasco contra los deseos de los revolucionarios; desde este momento comienzan a chocarse las opiniones i a dividirse los ánimos. Esta escitacion, de todo punto estraordinaria en la colonia, ajita de tal modo a los chilenos que relaja en sus almas los vínculos que los unian al sistema antiguo: se habla de responsabilidad, se somete a exámen la conducta irregular del presidente, se ridiculiza su ineptitud, se vituperan sus arbitrariedades i al fin se le depone por medio de un movimiento popular ordenado i pacífico, dirijido i promovido por el ayuntamiento de la capital. Estos preludios de la revolucion produjeron por resultado una junta gubernativa que se instaló en 18 de setiembre de 1810 con el título de conservadora de los derechos del rei durante su cautiverio.

Observando la marcha de los acontecimientos revolucionarios hasta julio de 1811, se vé todavía patente el predominio de las costumbres i de las preocupaciones coloniales: todo el pasado aparece influyendo en las deliberaciones i en las medidas del nuevo gobierno, la idea del monarca sojuzgaba los ánimos i su bien i libertad personal eran el único objeto ostensible de todos los procedimientos, porque no habria sido posible despreciar violentamente su augusta majestad, sin esponerse a hacer abortar la empresa de una manera deplorable. Mucha luz nos da sobre el estado moral de nuestra sociedad en aquella época, para siempre memorable, el discurso pronunciado en la apertura del primer Congreso de representantes convocado en Santiago en julio de aquel año. (1) En (1) Lo pronunció don Juan Martinez de Rosas.

él aparece ya un feliz desarrollo de las ideas, se concibe la utilidad pública, el bien de la patria; se proclama la soberanía del pueblo i se reconoce la importancia del hombre, se inculca la necesidad de una constitucion i aun se deja entrever el deseo de estatuir una forma de gobierno que contenga al pueblo en la justa obediencia i a los gobernantes en el círculo de sus atribuciones, haciendo de la lei el centro de la dicha comun i de la recíproca seguridad. Empero, estos principios se disfrazan todavía con los antiguos: se lamenta el cautiverio de la augusta familia de los reyes, se protesta que toda la nacion obedecerá esclusivamente a Fernado VII i le reservará a toda costa sus dominios de Chile, aun cuando pierda los demas, i en fin se funda en el bien de este monarca la necesidad de sostener al gobierno que acaba de establecerse. De esta manera disfrazan i prosiguen su conducta los revolucionarios; mas la idea del soberano va desapareciendo paulatinamente i perdiendo su prestijio en fuerza de los acontecimientos, hasta que es reemplazada por la de la independencia de la patria, cuando la conflagracion llega a hacerse jeneral, tomando parte en el movimiento la mayoría de la nacion.

Es para mí todavía un problema si en este modo de proceder influyó la prudencia de los fautores de nuestra revolucion, o el temor de chocar bruscamente con las preocupaciones sin terer elementos para vencerlas, o bien la limitacion de sus aspiraciones, reducidas talvez únicamente al bien de no ser gobernados por un poder estraño que no estaba revestido de la majestad de los reyes. Curioso i en gran manera útil

seria investigar para resolver esta cuestion cuál de esos móviles o si todos ellos simultaneamente produjeron la conducta de nuestros revolucionarios; pero yo no me detendré en ello, porque lo espuesto basta a mi propósito de manifestar la influencia del sistema colonial en los primeros actos de la revolucion de nuestra independencia. Como quiera que sea, estoi persuadido de que esta fué lenta i progresiva, parcial i no radical, obra de unos pocos varones ilustres i no nacional, precisamente a causa de ese influjo. No estando preparada la sociedad para recibir el impu'so rejenerador, era de consecuencia fatal que se ciñera únicamente a combatir por su libertad política, porque si se hubiese avanzado a romper bruscamente con el pasado, a proclamar su completa rejeneracion, aun teniendo jenios elevados que la dirijieran en su santa empresa, se habria estrellado en mil resistencias poderosas i no habria alcanzado su triunfo; sino con un completo esterminio i derramando proporcionalmente mas sangre que la que costó la revolucion de Francia. Esto esplica, a mi modo de ver, no solo las dificultades que ha tenido que vencer el sistema democrático adoptado en Chile para llegar a hacerse tolerable, no digo firme, sino tambien las causas que han suscitado la animadversion contra algunos de los caudillos de nuestra independencia, que pretendian al parecer dar a la revolucion una tendencia radical.

Los que no se detienen a meditar sobre los acontecimientos i pasan por sobre ellos rápidamente, i los que se arrogan la facultad de juzgarlos siendo impulsados por intereses viles o pasiones mezquinas, censuran amargamente la conducta de los patriarcas de

nuestra libertad. Unos los atacan porque no supieron dirijir sus esfuerzos contra todos los vicios de la sociedad para rejenerarla de improviso, otros los condenan calificando de intempestiva la revolucion i alegan contra su oportunidad los argumentos que proporciona la desmoralizacion e irregularidades de que han sido presa los estados independientes americanos. Los primeros cometen un error en que incurren siempre los que por un exajerado amor a la humanidad quisieran precipitar los acontecimientos, invirtiendo el órden natural del universo moral. Nuestra revolucion no podia ser completamente rejeneradora ni terminarse tampoco en la última batalla en que triunfaron los independientes, porque el pueblo solo pretendia emanciparse de la esclavitud sin renunciar a su espíritu social ni a sus costumbres. Es fácil que el hombre se connaturalice con las preocupaciones antisociales que le han sido trasmitidas de jeneracion en jeneracion como creencias sagradas i lejítimas, i que con las costumbres que en ellas tienen su orijen intime de tal modo su existencia, que las mantenga i se esfuerce en defenderlas como parte integrante de su ser; pero no es tan fácil habituarle a la esclavitud i a las arbitrariedades del despotismo, porque siempre queda en el alma algun concepto vago de la dignidad natural, i una vez que un rayo de la libertad fecunda el entendimiento, despierta éste de su letargo i ve a la tiranía, tal como es, en toda su deformidad. Al proclamarse en Chile la emancipacion del poder monstruoso de los reyes católicos, denunciando sus iniquidades i advirtiendo al pueblo sus derechos, mide éste sus fuerzas, se hace cargo de su

importancia moral i a la fascinacion de la esclavitud se sostituye la de la libertad; la revolucion se jeneraliza i se encarna en el corazon de la sociedad; todo conspira entonces contra el poder absoluto, la victoria exalta el entusiasmo i redobla los esfuerzos, hasta que consuma la ruina del despotismo, sellando para siempre la independencia i personalidad de la República. Empero ¿cuáles son las preocupaciones, las inclinaciones características, cuáles las costumbres de esta nacion que va a constituirse, de este pueblo que ya no volverá a ser hollado por la planta de los monarcas españoles? ¡Son las que le inspiró el sistema colonial que le dió existencia i que le dirijió por el espacio de tres centurias! Cayó el despotismo de los reyes, i quedó en pié i con todo su vigor el despotismo del pasado, porque así debia suceder en fuerza de los antecedentes. Los padres de la patria i los guerreros de la independencia obraron en la esfera de su poder, llenaron su objeto, i al disiparse con el humo de la última victoria el imperio del despotismo, el cañon de Chiloé anunció al mundo que estaba terminada la revolucion de la independencia política i principiaba la guerra contra el poderoso espíritu que el sistema colonial inspiró a nuestra sociedad.

Sobre la opinion de los que acusan de intempestiva nuestra revolucion, es preciso observar, en honor de la justicia, que se halla mas fuera de camino i mas escasa de fundamento que la que acabo de examinar. Si era incontrovertible el derecho que la América tenia a ser considerada como una preciosa e importante porcion de la humanidad; si es de todo punto imposible que pueda llenar los fines de la naturaleza

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