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a sus reyes i coronó a José. La ajitacion social estalló con violencia, la España europea i la España americana comienzan a tomar medidas de seguridad i de salvacion. En Sevilla se establece una junta o consejo de rejencia, en Méjico, Buenos Aires i Chile se instituyen juntas gubernativas para conservar estos paises al rei durante su cautiverio: en el conflicto de la metrópoli las colonias han reasumido su soberania. La junta de Chile, organizada en 1810, creyó oportuno hacer efectiva esa soberania reasumida, i la convocacion de un Alto Congreso que representase a la nacion fué su primer voto i el primer paso revolucionario que trastornaba desde sus cimientos las bases del sistema monárquico absoluto en que descansaba la organizacion antigua. En adelante la voluntad de la nacion i no la voluntad del rei es la que gobierna. Hé aquí echado el primer fundamento de un edificio nuevo, hé aquí el primer artículo fundamental de una nueva constitucion: en lo sucesivo el pueblo será el único soberano; el rei, cuando mas el primer individuo de la nacion. (1)

De este modo se inicia la revolucion sin ser sentida ni aun de los mas celosos partidarios del sistema antiguo. Los hombres de un pensamiento alto pero reposado, de un cálculo fino i prudente, hacian consistir toda la habilidad de su obra en insinuar de dia en dia insensiblemente principios nuevos que despertasen en la sociedad ideas nuevas, pero que no alarmasen las convicciones recibidas, el sentido comun del pais en aquella época. El congreso se

(1) Discurso de inauguracion del primer Congreso.

MISC. H. I L.

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reunió en junio de 1811. Convocado ya por la voluntad del pueblo un Congreso Nacional, para adelantar la revolucion, se necesitaban providencias consecuentes con la primera base del sistema que trataban de fundar; i en virtud del cual el mismo Congreso se hallaba reunido: hablo del sistema de Juan Jacobo Rousseau sobre la soberania popular. Pero en este Congreso, donde se encontraban tantos atalayas del interes español, los primeros revolucionarios estaban condenados a no hacer nada en favor de la revolucion, o a descubrir su plan, marchando a su fin con franqueza i arrojo. Entónces aparece el jeneral Carrera, jóven ardiente, intrépido, apasionado de corazon por el nuevo órden de ideas que, con viva impaciencia, se apresuraba a plantear en su patria. Carrera, apoyándose en esa misma voluntad popular que habia convocado al Congreso, destruye esta asamblea, que tan enorme obstáculo oponia al progreso del espíritu nuevo, da una nueva forma al Gobierno, i marcha de frente al grande objeto de organizar la revolucion. Desde entónces empiezan a deslindarse en Chile los tres grandes partidos que hemos visto aparecer en la historia de todas las revoluciones sociales: los absolutistas, los reformadores moderados i los radicales. Estos partidos que en la revolucion inglesa se han distinguido con los nombres de Episcopales, Independientes i Puritanos; en la revolucion francesa con los de Monarquistas, Jirondinos i Jacobinos, en la revolucion de Chile se han conocido con los nombres de Godos, O'Higginistas i Carrerinos.

Aquí es de admirar la perspicacia con que el talento delicado i profundo del señor Lastarria descu

bre estos partidos en el caos del primer período revolucionario, i la verdad, tino e imparcialidad con que los juzga i caracteriza. Deteniéndose principalmente en los dos partidos reformadores, el moderado i el radical, dice: "Aqui tenemos, en el orijen de la revolucion de la independencia, dibujados ya los dos partidos que mas tarde han de disputarse la direccion de esta sociedad que ámbos a dos van a crear: el uno es rejenerador, i obra solo a impulsos de la 'intelijencia, sin curarse de las dificultades ni de los resultados; el otro es conservador i en él obra mas el sentimiento que la intelijencia, de modo que propende a realizar su pensamiento sin ultrajar las preocupaciones, sin destruir de un solo golpe." Hé aqui que con solo la clasificacion i apreciacion de estos partidos, i la intelijencia del modo como cada uno de ellos concurre a la obra de la rejeneracion social, el señor Lastarria ha dado una luz nueva que aclara el horizonte del primer período de la historia política del pais, i nos ha puesto en estado de seguir el hilo de los sucesos de aquella época de manera que comprendamos las verdaderas causas de las determinaciones de los jefes de ambos bandos, i por consiguiente la historia real de aquel período. Por falta de esta apreciacion de los partidos O'Higginista i Carrerinos, al parecer tan fácil de formar, pero que solo es hija de un pensamiento filosófico que penetra en el fondo de las cosas, de una ciencia sólida que posee la teoria de las clasificaciones i distinciones, i de una intelijencia aguda i fuerte que encuentra el verdadero método que nos dirije al descubrimiento de la verdad; por falta de esta apreciacion justa de esos partidos, los

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hombres del mas fino criterio, de la mas alta razon, de mas talento para las investigaciones históricas, han cometido errores capitales, al hacer la historia política del primer período de la revolucion, emitiendo siempre un juicio parcial ya en pro ya en contra de algunos de los jefes rivales, dando de este modo a los hechos un sentido esclusivo i por consiguiente falso i trasmitiéndonos, de aquella época, una historia que está mui léjos de ser la verdadera.

Hé ahí la superioridad del historiador constitucional sobre el historiador puramente político. Miéntras que el primero observa con vista de águila el cuadro entero de la vida de un pueblo, sus costumbres, sus creencias i convicciones de toda especie; mientras que 1 él ve a todas esas palancas del antiguo sistema oponer una resistencia tenaz a la idea nueva que se trata de establecer, i que comprende que la division o desintelijencia de los partidos consiste solo en el modo como cada cual concibe la mas fácil i pronta realizacion de aquella idea; el historiador político no ve sino un solo rincon del cuadro, los hechos de gobierno, i, si bien observa i relaciona el movimiento i lucha de los partidos, no nos da las causas primarias, raices de esta discordancia i choque, sino cuando mas las secundarias i accidentales, atribuyendo todas las determinaciones a celos, rivalidades, intereses personales.

Agradezcamos pues al señor Lastarria el que se haya apartado de sus predecesores en la tarea de fijar los hechos, como quiere la comision, i que se haya elevado a un trabajo mas importante, dándonos la esplicacion de estos mismos hechos i remitiéndonos la clave que

debe facilitarnos la comprension de la historia política del primer período revolucionario.

Con la aparicion del jeneral Carrera en la escena, el movimiento de la revolucion se precipita. Las nuevas ideas, que habian de traer una nueva constitucion basando la sociedad en un órden de principios distinto del antiguo, empiezan a introducirse abiertamente en la nacion. Hé aquí los instrumentos de la grande obra revolucionaria: 1.° la prensa, sostenida por intelijencias superiores que comprendian el movimiento de la época i capaces de dirijir maestramente la revolucion, como un Henriquez, un Irisarri; 2.° los establecimientos de instruccion, fundados por Carrera para encarnar las ideas en los hombres, formar falanjes de espíritu moderno, i estender el círculo de los conocimientos, sacándolos de los estrechos límites. de esa filosofía escolástica que formaba charlatanes irritables i vanidosos intolerantes, de esos estudios. teolójicos tan mal dirijidos como mal dijeridos que traian por fatal consecuencia el alejar al hombre de las fuentes mismas de los libros sagrados e inclinarle, (como al estraviado estudiante de derecho, mas bien al estudio de los comentadores que al de los códigos) mas bien al estudio de los teólogos que al de las santas escrituras; i 3.° el movimiento de las nuevas costumbres políticas que hacian del pueblo un soberano cuya voluntad se consultaba para todo i de quien dependian los cargos públicos: todos estos poderes de un órden nuevo eran otras tantas palancas que movian de raiz los cimientos del sistema antiguo, i preparaban el campo para sentar sobre sus ruinas las bases de un edificio nuevo. Hé aquí como el señor Lastarria

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