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han otorgado? ¿Quién no ve en ellas retratadas las circunstancias, los principios, las verdades i los errores que en esos tiempos dominaban?

Esta es una faz sobrado interesante de nuestra historia, que servirá algun dia de tema a los estudios mas serios i provechosos. Por necesidad tendremos que ir a conocer en ella el orijen de nuestras instituciones liberales, porque en realidad no nos han venido éstas de los campos de batalla, sino del gabinete del lejislador o del político, que echaban los cimieņtos de la República i combatian las preocupaciones i los intereses que se oponian a su pensamiento. El guerrero peleaba por defender el pabellon en que estaba simbolizada una nacion independiente; pero no sabia ni exijia nada de la constitucion que se habia de dar a esa nacion que él formaba i defendia. Eso estaba reservado al estadista. ¡Cuántos heroes de la independencia americana no podriamos señalar como esforzados partidarios de la monarquía! ¡Cuántos no mirarian por lo menos con indiferencia las leyes que en aquellos tiempos formulaban un principio, una garantia social!

La historia de las instituciones políticas de un pueblo es en efecto la de su vida, porque mientras pasan para no volver las revoluciones, las guerras i las jeneraciones, permanece, modificándose con la accion de los tiempos i de todas estas vicisitudes, la constitucion; aunque sin dejar de ser el fómes que mantiene i anima la existencia, la personalidad social.

Cuando hayan trascurrido los siglos i las jeneraciones venideras pidan cuenta a Chile de su historia, desearán arrancar de sus hechos el orijen i progreso

de sus instituciones políticas; i por eso es preciso que nosotros salvemos del desgaste de la mano del tiempo los documentos que nos revelan ese oríjen i esos progresos. No pretendemos hacer una historia especial i separada del resto de los accidentes i acontecimientos que forman la historia jeneral del pais; tampoco pretendemos escribir para el público, porque sabemos que para interesarle en la historia, para que la comprenda, la guste i saque de ella el provecho que necesita, es preciso, como dice el célebre Guizot, "no limitarse a una narracion especial, parcial i mutilada, sino ántes bien presentarle los hechos, los diversos órdenes de hechos, en su ligazon i conjunto: todos están trabados entre sí, se desarrollan simultáneamente i recíprocamente se modifican: guerras, negociaciones, intrigas de gabinete, de corte o de partido, revoluciones, instituciones, creencias, ciencias, letras, costumbres i tantas causas que obran unas sobre otras i en comun sobre la sociedad." Lo que deseamos no es, pues, otra cosa que arrancar del olvido ciertos incidentes preciosos que hasta ahora solo han merecido de nuestros historiadores cuando mas una rápida mirada.

Tal es nuestro objeto; pero nuestros deseos pasan mas allá: queremos elevar un monumento en este trabajo a la primera constitucion que tuvo Chile. Si asi no lo hicieramos, ¿quién nos daria mañana noticia de ella? Hoi mismo no la conoce sino uno que otro curioso, cuyos recuerdos perecerán mas tarde. I sin embargo, esa constitucion es una obra preciosa, i lo será mas todavia para las jeneraciones futuras, porque en ella se compendia el orijen de nuestra re

volucion, las miras, los principios, la civilizacion política de los que la promovieron. ¿Quién no la estudiará con interes? No: no está en ella el descrédito del pais, como ha dicho uno de los historiadores mas dignos de elojio i de respeto que tiene Chile (1); no eg un error de aquellos que se cometen en la juventud i que es vergonzoso confesar en la vejez: ella es solamente la espresion pura i verdadera de los intereses i de las ideas que dominaron en aquel tiempo a los que nos dieron una República independiente, una patria. ¿Qué mas podria exijirse de ellos con justicia? Ellos fueron lójicos en su proceder: seámoslo tambien nosotros en nuestros juicios.

(1) BENAVENTE. Memorias sobre las primeras campañas de la guerra de la independencia.

1847

CAPITULO PRIMERO.

Constitucion del Gobierno en 1810 i 1811.

El gobierno de Chile durante la dominacion española, no es propiamente otra cosa que una administracion subalterna, arreglada segun el sistema, no siempre fijo, adoptado por la España para el réjimen de sus colonias.

Estaba a la cabeza de esta administracion un Presidente, Gobernador i Capitan Jeneral del reino, nombrado por el rei de España. Este alto majistrado, que dependia de la Corte i aun del virei del Perú en circunstancias estraordinarias i urjentes, era el jefe del ejército de la Colonia i por tanto de los tres grandes oficiales titulados el Maestre de Campo, el Sarjento Mayor i el Comisario, así como de los gobernadores militares de las cuatro plazas marítimas de Valparaiso, Valdivia, Chiloé i Juan Fernandez. Como Supremo Gobernador, tenia bajo su dependencia a los gobernadores de las provincias en que se dividia el reino i a sus cabildos, los cuales se componian de rejidores perpetuos i de los alcaldes que administraban justicia i eran elejidos por éstos entre las personas de mas alta distincion. Como representante del rei, ejercia jurisdiccion i presidia a la Real Audiencia, que juzgaba en última instancia las causas

MISC. H. I L.

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