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jefe nato o perpetuo, o de un empleo comprado es por consiguiente absurda. De ese modo habrá en todos nuestros Cantones un mismo espíritu, un respeto igual a la lei: el comun jamas sofocará la autoridad lejítima, i no se verán insurrecciones, sino para vengar la soberanía popular si fuese ofendida: que las peticiones mas justas han de sujetarse a las formas, a fin de que la libertad estribe en la lei, i que la lei no penda ni sufra de la petulante licencia, i se distinga la voluntad bien contestada del pueblo, de la de los movimientos sediciosos de hombres sin costumbres o mujeres depravadas. Que para evitarlos i disipar en la raiz el oríjen de las inquietudes, no hai medio mas probado que la educacion. Ocupada la clase numerosa, e instruida la que debe dirijirla, no pensará aquella en variar una situacion, que le es grata, i esta será el apoyo de vuestra obra. Encaminemos el valor, talentos i natural virtud de nuestros escelentes jóvenes, por la senda de los conocimientos útiles, hacia el bien que prepara la Constitucion, ellos serán sus garantes. Su ilustrado patriotismo pondrá mejorada bajo la salvaguardia de todas las profesiones, de todas las personas, que podrán reclamarla i deberán sostenerla. Está penetrada vuestra sensibilidad de los estragos de la hidra devoradora de los litijios, que al parecer escojió nuestro suelo para su infernal caverna. Si no podeis aniquilarla, encerradla a lo menos dentro de los términos mas estrechos que permita la humana prudencia. Precaved con teson los efectos de aquella tendencia que tenemos por habitual hácia la mania de perder i agraciar. Sobre todo, haced que vuestras reglas

no se contradigan con la invariable naturaleza, i que lestriben en las costumbres, cuya formacion es la grande obra de vuestra mision. Sí, señores, vosotros vais a crear este antemural de las leyes i sin el que seguramente perecerán. Nada hai mas necesario, ni mas fácil, si os resolveis a presentar a los demas en vuestras acciones, el modelo de las virtudes públicas i privadas: en suma, si considerais que el majistrado es el libro siempre abierto a los ojos de todos i el maestro nato del resto del pueblo. Esta conducta, mas que todos los reglamentos, hará vuestro verdadero carácter, i os constituirá inviolables en vuestras augustas funciones i en vuestras dignas personas. La probidad i la virtud serán vuestro asilo contra la lei. El que la quebrante faltando a sus empeños, no es digno de ser miembro del cuerpo lejislativo. No merece concurrir al órden público, quien lo perturba con sus odios, su ambicion o mal ejemplo. ¿Se dirá lejislador aquel que proscribe la lei? ¿Representante del pueblo, el que deshonra al pueblo? ¿Ni tratará de virtudes el que es acusado de crímenes e infidelidades? Pueblos: meditad bien los que elejís, i que sean tales, que no necesiten de la inviolabilidad. Majistrados, procurad ser tales, que la posteridad os bendiga: aspirad a que las naciones os citen mas bien como honrados, que como sabios. Abrazad con celo los negocios mas espinosos; seguidlos con asiduidad i constancia; conducidlos a su fin, sin salir de vuestra tranquilidad: haced el bien i limitad vuestras miras a la dulce satisfaccion de haber obrado bien; inmolaos jenerosamente a vuestra patria, i ocultadle con destreza los servicios que le haceis. Estas son las cua

lidades de un ilustre ciudadano, señores, i estas son las vuestras."

Tres puntos nos llaman la atencion en esta pieza: las razones justificativas con que se demuestra la necesidad en que Chile especialmente se encontraba de constituir una junta gubernativa i convocar un congreso nacional; las que se destinan a inculcar la necesidad i utilidad social de una constitucion, que organice el Estado, i las nuevas doctrinas que se emiten, proclamando la soberanía del pueblo i la igualdad de derechos, sentando que es absurda la idea de un majistrado o jefe nato o perpetuo, porque los administradores o funcionarios han de ser elevados del seno de las virtudes públicas por medio del sufrajio libre de los pueblos; señalando en fin como peligroso el gobierno monárquico i ofreciendo como modelos dignos de imitarse los de Helvecia i Norte-América, "porque es la obra maestra de la creacion humana aquel gobierno que contenga al pueblo en la justa obediencia i a los gobernantes en la ejecucion de la lei, haciendo de esta lei el centro de la dicha comun i de la recíproca seguridad." Estas ideas eran demasiado avanzadas en aquella época, i el atrevimiento de concebirlas solo estaba reservado a los pocos iniciados en el gran secreto de la independencia; mas no se pro. claman de una manera abierta, sino con cierto arte calculado para imbuirlas disimuladamente i sin atacar as preocupaciones dominantes ni ultrajar el senti. miento, que es antes que la intelijencia, la única base de las opiniones i de los actos de la mayor parte de

los actores llamados a figurar en el drama que vá a desarrollarse. Este discurso es sin duda el reflejo de la ilustracion política de los hombres mas adelantados de la revolucion, i debe notarse que en él no aparece la idea de la libertad, sino en el sentido que la daban los revolucionarios franceses, los discípulos de Rousseau i de Mably, que la hacian consistir en la soberanía del pueblo. La igualdad de derechos era en aquella época, como lo es todavia en Francia, el complemento de la soberanía. Los derechos del hombre estaban reducidos a la soberanía i la igualdad; pero la libertad no consistia en la posesion de esos derechos por el hombre, sino en la soberanía ejercida por peting de el pueblo.

Si comparamos esta conducta de los hombres mas ilustrados de aquella época con la de los que procedian sin transijir con los partidarios del sistema antiguo, obrando aquellas repetidas variaciones en el gobierno que vinieron a terminar por la destruccion del entonces llamado Alto Congreso Nacional, veremos que habia entre unos i otros un verdadero desconcierLeto, i hallarémos la causa inmediata que perpetuó has

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ta mucho tiempo despues una lucha fratricida, que mas de una vez entorpeció la marcha i progreso de la revolucion. De parte de aquellos se mostraba una cantela que bien podia confundirse con la pusilanimidad, mientras que éstos procedian con una franqueza que a veces rayaba en la imprudencia. El jeneral don José Miguel Carrera, que aparecia como el caudillo de los últimos, era, segun ha dicho un escritor, "el único hombre de aquel tiempo capaz de poner en movimiento los medios de defensa que el pais po

seia, i si la opinion pública le hubiese prestado su apoyo, muchos males se habrian ahorrado a Chile i a casi toda esta parte de la América." (1) En realidad él contaba con el arrojo i enerjía que se necesitan para emprender una revolucion radical, pero no tenia la capacidad de todo punto estraordinaria que habia menester para consumarla en un pueblo, como este, que ningun antecedente poseia favorable a semejante propósito. Laudable era su empresa i digna solo de los héroes de que se enorgullece la humanidad; pero nuestra revolucion no podia ser radical, sin obrar graves desastres i sin un caudillo bastante fuerte para no retroceder al aspecto de las víctimas que necesita-. ba inmolar; porque los intereses del pasado, las preocupaciones en que apoyaba su poder la metrópoli, estaban en el corazon de la sociedad, i no solo eran el móvil de los que se empeñaban por rehabilitar i defender el órden antiguo, sino tambien que influian poderosamente en los que, sofocando los impulsos del sentimiento i adoptando las ideas nuevas, se esforzaban por realizarlas i defenderlas. Asi es que aun estos se sentian contrariados por el proceder enérjico i no siempre prudente del jeneral Carrera, i los que entre ellos habia bastante intelijentes para comprender i propagar un nuevo sistema de ideas, careciendo de enerjía para encabezar la revolucion, tenian bastante juicio para conocer que valia mas adherirse a los que combatian, invocando la prudencia i la reserva, que a un hombre que no siempre sabia reconstruir lo que destruia i que, si era enérjico para atacar,

(1) BENAVENTE. Memoria, etc.

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