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aprisionados por Napoleon. La prensa, dirijida por el ́ esforzado i sabio Camilo Henriquez, guardando un perfecto acuerdo con estos procedimientos, inculca las doctrinas revolucionarias i zanja los primeros cimientos de una nueva civilizacion, de una rejeneracion completa en las ideas.

En agosto se dirijia a los pueblos americanos aquel escritor hablándoles de sus derechos i usando este lenguaje:

"Si conocieseis la ignominia de vuestras cadenas, la miseria de vuestra situacion actual! ¿Inmensas rejiones han de depender de una pequeña comarca de la Europa? ¿En vano la naturaleza puso entre ella i vosotros la inmensidad del Océano? ¿Habreis de surcar los mares para mendigar favores, para comprar la justicia de las impuras manos de unos ministros perversos?"

Este es el tono de la prensa periódica: el disimulo ha desaparecido de sus columnas, asi como de los actos de la administracion; los revolucionarios se han apoderado de los primeros resortes de la sociedad i la harán marchar en la nueva senda; a lo ménos tal es la esperanza de los que han aceptado cordialmente la revolucion.

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Con todo, los amigos de la metrópoli no desmayan en su esperanza de conservar estos dominios para el rei Fernando, i cuentan en su favor el interes, las simpatías que despiertan en el ánimo de los chilenos las recientes desgracias del jóven monarca, i sobre todo el imperio de las preocupaciones i de las costumbres. Mas la reaccion no es aparente, sino sorda i disimulada, porque mejor vale, que un proce

der enérjico, el tentar la pusilanimidad de los unos, alhagar el espíritu conservador de los otros i sublevar disimuladamente las preocupaciones de todos. Una opinion principia a prevalecer entre las jentes de mas nota, una opinion que reclama algo de mas seguro i estable en el sistema de la administracion i que aconseja guardar por lo ménos alguna deferencia, algun respeto, aunque sea simulado, hácia los derechos de la corona de España, para no traer al pais las calamidades de una guerra, ni esponerlo a caer bajo el cetro de Napoleon o del Brasil, que lo amenazan. Esta era la inspiracion del miedo, que era el sentimiento que daba mas fuerza a la reaccion, i que debilitaba el poder de la revolucion.

El gobierno i la prensa principian a cejar, porque no se atreven a combatir de frente esa opinion, que ha llegado a hacerse robusta i poderosa. El mismo Camilo Henriquez revela con cierta amargura, en setiembre de aquel año, el influjo letal de esa reaccion. "La revolucion americana, dice, lleva en todas partes como dos años; i en las mas de ellas ofrece un aspecto no mui diferente del que tuvo en sus principios: riesgos que pudieron haberse aniquilado; una marcha lenta e incierta; fluctuacion entre esperanzas i temores: irresolucion i a las veces frialdad." En otro pasaje del mismo escrito reconoce con su certero tino filosófico las causas de esta reaccion, i aconseja al gobierno que use mas enerjía. "La naturaleza de las cosas, esclama, presajiaba a la revolucion un progre so lento i difícil. Un gobierno indolente i tenebroso; una corte corrompida; una larga série de tiranos subalternos; tres centurias de ignorancia, de indiferen

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cia por la educacion popular; el hábito del egoismo i de pasiones tan serviles como miserables..... todo se reunia para que fuesen los pueblos una masa mui irregular e informe. Las costumbres i hasta los deseos i los pensamientos debian llevar impreso el carácter de la administracion. Entre todas las causas capaces de influir sobre la especie humana, ninguna obra de un modo tan notable como el gobierno. Los hombres se forman. Los árboles de una misma especie varian por la diversa cultura que reciben. Pero dar la razon de los acontecimientos tristes, ni consuela, ni debe lisonjear la incuria i la desidia: ántes debe crecer la actividad a proporcion de la grandezaa i gravedad de las causas infaustas, cuya influencia hai que destruir."

Empero, la junta gubernativa parece que desmaya de cu antiguo propósito i muestra someterse al imperio de esas causas infaustas que el sabio escritor aconseja destruir: teme contrariar las preocupaciones, no tiene ánimo para atacarlas, i deja libre el campo a la reaccion, que cada momento se ostenta mas enérjica i vencedora. El jeneral Carrera, que dirije el gobierno, ha renunciado el esfuerzo con que ántes encaminaba la revolucion: colocado en la severa alternativa de someterse al interes conservador i retrógrado de los contra-revolucionarios i de los patriotas medrosos, o de atacarlos empleando todos los medios de rigor que necesitaba para salvar la revolucion, prefiere el primero de estos estremos fatales, acepta el disimulo, no se siente bastante fuerte para arrostrar los peligros de un combate a muerte con los representantes del pasado o para separar del teatro de los

negocios a los patriotas que por ignorancia o por miedo embarazaban su marcha; teme ratificar la nota de ambicioso que se le reprocha, i cree todavia poder dirijir la revolucion, a pesar de tantos embarazos, aunque sea engañando las preocupaciones i haciendo el sacrificio de sus principios, de sus convicciones i de su amor a la libertad. El jeneral adopta el partido mas prudente, o mejor diremos, el mas suave; pero se equivoca al suponer que jamas haya de triunfar esa reaccion que por ahora no teme; i al creer que su heroico desinteres será reconocido i que se le dejará a lo menos un lugar para combatir por la independencia que medita, se forma una ilusion halagüeña, que mas tarde va a romperse de un modo cruel i terrible. ¡Desgraciado jeneral! ¡Quién podrá mirar los esfuerzos que desplegaste por salvar a tu patria, sin tributarte un aplauso! ¡Quién podrá conocer tu desinteres, tus sacrificios; quién podrá saber que tu vida gloriosa se terminó en un patíbulo sangriento que erijieron tus mismos compañeros de revolucion, sin que derrame una lágrima de dolor sobre tu memoria.....!

El jeneral Carrera, sus hermanos i amigos fueron los primeros que trataron de dar a la reaccion un jiro pacífico, a fin de conciliar la opinion de la mayoría con los intereses del pais, i no perderlo todo. Al efecto promovieron asociaciones privadas, en las cuales se trataba de obrar una reforma en la constitucion del gobierno i de conceder algo a los amigos de la metrópoli para lisonjearlos i adormecer sus esperanzas. En esas asociaciones se acordó proclamar como voluntad nacional la reforma, i se estendió la Consti

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tucion que debia rejir en adelante. Acerca de este acontecimiento i sobre el objeto de tal reforma nos da mucha luz el manifiesto que en 1813 hizo a los pueblos el comandante jeneral de artilleria don Luis de la Carrera. En esta pieza hallamos el siguiente pasaje:

"En corazones llenos de jenerosidad jamas puede cimentarse la opresion, ni cosa que suene a tiranía: así es que en la publicacion de la Constitucion no tuvimos otro objeto que contener a los enemigos del sistema, i establecer un tribunal (cuya necesidad se sentia demasiado) compuesto de los hombres de mejor opinion i mas adictos a nuestra sagrada causa. Para el mejor acierto se reunieron don Francisco Antonio Perez, don Jaimes Zudañes, don Manuel Salas, don Hipólito Villegas, don Francisco de la Lastra i el padre Henriquez, que formaron a su gusto todos los artículos, sin que por nuestra parte se hiciese el menor reparo. Ellos se opusieron a la reunion del pueblo, que no juzgaron conveniente por las circunstancias en que nos hallamos, i tambien a ciertas cláusulas que debieron agregarse para asegurar mejor los derechos de la libertad civil, porque eran incompatibles con las leyes que nos rijen: ellos en fin nombraron los individuos de la Junta, del Senado i del Cabildo, e instaron con importunidad a mi hermano don José Miguel para que entrase en el gobierno."

Acordada de este modo la reforma, algunos que se decian diputados del pueblo, pidieron a la Junta que se promulgase. La Junta, defiriendo a esta solicitud, hizo poner la Constitucion el 27 de octubre en uno de los salones del Consulado, juntamente con una

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