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fluctuacion, que no podia ménos de resolverse en el triunfo del interes español, que era el mas poderoso, el mas conforme a los antecedentes, a la educacion i a las inclinaciones de la sociedad.

La revolucion despierta ideas nuevas, ilusiones encantodoras, i atrae desde luego a muchos que por la novedad, o por un entusiasmo efímero, o por el deseo de mejorar de condicion, la abrazan sin fé i sin principios fijos. Pero no por esto varia la civilizacion, las costumbres, el modo de ser de los chilenos. Los que la encaminan, esperanzados en dar a la patria una existencia nacional, se dividen desde luego en la tác. tica que se ha de observar: los unos quieren escluir de la participacion del poder a los amigos de la metrópoli, mientras que otros piensan alcanzar el mismo fin con el disimulo i valiéndose de la cooperacion de los enemigos comunes. Principia el choque del egoismo individual encarnado en el corazon de todos; la irritacion cunde, porque no es posible que cedan de su propósito los contendientes, puesto que todos son hijos de la España i no pueden ménos de ser consecuentes con el carácter i las inclinaciones que les ha inspirado la madre patria. Los que tienen fé en la empresa, insisten por algun tiempo, pero no pudiendo vencer las resistencias, cejan al cabo i se pliegan a las circunstancias i aun a los caprichos de las preocupaciones para alcanzar algo en la senda que se han trazado; pero los que no tienen esa fé, los que carecen de valor i de virtud, se fatigan, se rinden ante el primer desengaño. El proceder de los primeros se confunde con la debilidad i falta de tino; mientras que el de los segundos se interpreta como efecto de la

MISC. H. I L.

cordura i de la prudencia. Las rivalidades se fortifican, el chisme, que hace tan notable papel en esta sociedad, lo perturba todo: no hai relaciones, no hai mancomunidad; i los representantes del interes de la corona, sin poner nada de su parte, sin intelijencia, sin plan i casi instintivamente aprovechan la division para sacar triunfante ese interes, apoyados por el espíritu español, que está en la sociedad i que se purifica i acrisola en aquel incendio que él mismo ha producido i atizado.

¿A quién culpar de este desarrollo natural de los elementos que forman la vida de nuestra sociedad? ¿Acriminaremos a los patriotas porque no tuvieron unidad, porque carecian de un interes estable, de los conocimientos i de la prudencia que debieran haber poseido para salvar la empresa que acometieron? Eso seria desconocer la naturaleza humana, seria castigar al que obra un bien porque no hace mas que lo que naturalmente puede hacer; seria tan injusto como si condenáramos a los realistas porque se aprovecharon de las ventajas que traian a su mano los antecedentes coloniales. Una jeneracion es culpable cuando, teniendo tiempo i medios de conocer i de correjir los errores i los crímenes de sus antepasados, los hace suyos i los perpetúa. La jeneracion de 1810 estaba dividida i careció de tiempo i de medios para conocer su situacion i correjirla.

Convengamos pues en que el resultado de estos primeros ensayos de la revolucion fué una consecuencia necesaria e indispensable de los elementos constitutivos de nuestra vida social, cuya influencia mortífera no habria podido ser enfrenada ni modificada

en aquellos breves instantes, sino por los esfuerzos de un jenio elevado i superior a las preocupaciones, el cual a la verdad no existia entre nosotros. Pero esta consideracion no puede escusarnos de tributar elojio al desinteres, al heroismo de los pocos esforzados patriotas que concibieron i realizaron la revolucion; asi como tampoco puede servir de disculpa a las faltas, a la villanía de muchos que por desgracia influyeron en los negocios, para hacerlos servir a sus pasiones mezquinas. Si el proceder de la revolucion fué lójico i ei su término fué necesario, no por eso desaparece la moralidad de las acciones; pues en una situacion social determinada, aunque los sucesos históricos sean su resultado, no por eso deben absolverse los crímenes con que los hombres hayan apresurado esos resultados. (1)

La historia que hemos hecho de la constitucion del gobierno en ese primer período de la revolucion es realmente la historia de los desaciertos i de los errores políticos de un pueblo nuevo que va a lanzarse en una carrera desconocida, sin antecedente alguno que le favorezca. En ella vemos el sello de la ignorancia, de la nulidad social en que viviamos;

(1) Afortunadamente no hallamos crímenes que condenar en esa época. Si al escribir lo de arriba, hubiéramos conocido las siguientes palabras que M. de Lamartine escribia mas tarde sobre la revolucion francesa, las habriamos aplicado a nuestros hombres de 1810, con mas verdad i justicia. "En las guerras civiles, dice, es preciso juzgar a cada partido con sus propias ideas. Las guerras civiles son casi siempre la espresion de dos deberes en oposicion, el uno contra el otro. El deber de los patriotas era la patria. El deber de los emigrados era el trono. Uno de los dos partidos podria engañarse en su deber, pero ámbos creian cumplirlo."

vemos los primeros esfuerzos de la civilizacion moderna, que pugna por establecerse, por vencer los antecedentes sociales, pero sin tener todavia quien la comprenda bien, quien la ame de veras, quien la apoye i la dirija. Los resultados no le scn favorables, pero su espíritu prende en el corazon de esa sociedad que va a rejenerar, i no es posible que de allí lo arranque la reaccion española por enérjica i poderosa que sea. Este es el efecto mas importante de aquellos primeros ensayos, i en él está el jérmen de la nueva revolucion que mas tarde aparecerá triunfante en las cumbres de Chacabuco, en donde el potente brazo de San Martin hará trizas la corona de Fernando i levantará del caos una nueva república.

No caigan jamas ni el vituperio ni la vergüenza sobre aquellos desaciertos: ellos fueron lójicos i mas de una vez provechosos: en ellos dejaron los padres de la patria vinculada su gloria i una leccion de grande utilidad para el porvenir.

DON

DIEGO PORTALES.

JUICIO HISTORICO.

(1861.)

TERCERA EDICION.

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