Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Supremo, constituyó el Estado Sud-Peruano, compuesto de Arequipa, Ayacucho, Cuzco i Puno, por ́acta solemne de 17 de marzo de 1836. En julio de aquel año se debatia en la asamblea de Huaura todavía la formacion del Estado Nor-Peruano, i la asamblea habia nombrado entre tanto presidente provisorio a Orbegoso, que tambien era Presidente del Estado Sud-Peruano.

Tal era la situacion política del Perú, cuando zarpó del Callao la espedicion de los proscritos chilenos organizada al abrigo de aquella situacion. El gobierno provisorio, que tenia una escuadra de once buques sin ocupacion ni accion, i sin fondos para sostenerlos, determinó ponerlos ea arriendo: i los chilenos, que vieron la oportunidad de procurarse buques de guerra con tan gran facilidad, se pusieron en movimiento i organizaron su empresa, mediante las relaciones que allí tenian don José Maria Novoa i don Rafael Bilbao.

Pero los chilenos no solicitaron la proteccion del gobierno peruano, ni éste la ofreció, ni la prestó. A haber sido así, aquel gobierno habria adoptado, como podia, segun dice Santa-Cruz en su Vindicacion, medidas mas eficaces i mejor calculadas para el logro de sus fines, i dado ausilios importantes al jeneral Freire para facilitarle el triunfo.» Tres cajones de tercerolas, uno de sables i unos cuantos tiros de cañon que los espedicionarios se procuraron con los pocos medios que contaban, no eran elementos bastantes, ni siquiera para empezar una insurreccion en Chile; i si el gobierno peruano hubiera tomado parte en la empresa, seguramente no habria permitido por su

propio interes que se acometiera con tan insignificantes elementos.

Pero si la historia puede absolver a los chilenos espedicionarios de la falsa acusacion de haberse pues. to al servicio de un gobierno estranjero contra su propia patria, no puede escusar del todo a los depositarios de la autoridad que rejia entónces en Lima, porque, si no prestaron su aquiescencia a la empresa, fueron por lo ménos remisos i no cumplieron con el deber de impedir la realizacion del proyecto de los desterrados, que sin duda conocieron en tiempo.

Novoa arrendó por medio de don José Maria Quiroga la Monteagudo en 4,400 pesos por un año, con la fianza de don José Maria Barril, que tambien era desterrado chileno. Don Vicente Urbistondo arrendó el Orbegoso, por el mismo término en 3,500 pesos con la fianza de un señor Letelier. Ambos arrendamientos se hicieron por las autoridades peruanas con todos los trámites acostumbrados, bajo un inventario prolijo, del cual resultaba que la fiagata tenia siete cañones de a doce i cuatro de a diez i ocho en la bodega, i el bergantin seis carronadas con veinticuatro cartuchos.

Los arrendatarios tripularon sus buques en el Callao, pagando a algunos de sus marineros en la capitanía de puerto; i tomando sus papeles para Guayaquil, zarparon con bandera peruana el 7 de julio, en la noche, pero sin llevar a bordo al jeneral Freire. Al dia siguiente en alta mar se les juntó el jeneral i montó el Orbegoso. El coronel Puga i algunos otros se trasbordaron a la Monteagudo, i dando a conocer a la tripulacion el objeto de la espedicion, pusieron

proas al sur, i marcharon juntos durante seis dias. Su plan era tomar la guarnicion i los presos de Juan Fernandez i con ellos entrar a Valparaiso; o en caso de no poder verificarlo así, dirijirse a Chiloé, donde el jeneral contaba con antiguas simpatías.

Pero en las alturas de Juan Fernandez, el 19 de agosto, entre dos i tres de la mañana, la tripulacion de 42 hombres de la Monteagudo, que navegaba sola, se sublevó, poniendo presos al coronel Puga i a sus compañeros que eran 11; i levantó una acta de adhesion al gobierno de Chile, aclamando comandante primero i segundo a Rojas i Zapata, que eran los caudillos de la insurreccion. Rojas habia concebido la idea de este movimiento desde que supo el objeto de la espedicion, i aprovechando la oportunidad de haber sido comisionado en alta mar con Zapata i otros para trasbordar del Orbegoso las tercerolas i sables que traian los espedicionarios, se confabuló con ellos fácilmente, persuadiéndolos de que no tenian nada que esperar de una empresa tan arriesgada, mientras que podian recibir pingües recompensas del gobierno de Chile, si le entregaban la fragata. Rojas, que era de una familia aristocrática de Chile, habia fugado en su niñez de la casa paterna, i de marinero habia recorrido toda la costa del Pacífico. Despues de haber sido jornalero mucho tiempo en Guayaquil, se habia trasladado al Callao, i hallándose mal en este puerto i con la determinacion de volverse a su anterior residencia, se enganchó en la Monteagudo; pero se sintió violentamente contrariado cuando en la navegacion supo cual era el verdadero rumbo del buque i el objeto de la empresa. Animoso como era, i

sin ninguna simpatía por los espedicionarios, se propuso i logró cruzar sus planes. (1)

Entre tanto el gobierno habia puesto en accion todos sus recursos para escitar el patriotismo con la idea de que la espedicion era un ataque del gobierno peruano a nuestra independencia nacional. Los antiguos infantes de la patria i las milicias de Santiago i Valparaiso, por indicaciones bajadas de lo alto, hicieron pomposos ofrecimientos de sus servicios, i el gobierno les correspondió con decretos laudatorios. La gran mayoría de la nacion, no obstante, estaba a la espectativa de los sucesos, haciendo votos en el fondo de su corazon por el buen éxito de la empresa de los liberales, cuyas desgracias los habian hecho altamente simpáticos; pero como el terror inspirado por la política del gobierno habia aniquilado el espíritu público e introducido la desconfianza, todos callaban i disimulaban sus esperanzas.

El 6 de agosto por la tarde entraba en la bahía de Valparaiso la fragata Monteagudo escoltada por el Aquiles i las lanchas cañoneras que, habiendo salido a atacar a los buques espedicionarios, tuvieron la fortuna de encontrar la fragata ya rendida por la insurreccion de Rojas. El pueblo entero coronaba todas las eminencias i presenciaba en silencio los regocijos i algazara a que se entregaban los amigos del gobierno.

El dia anterior habia tomado a San Carlos de

(1) Rojas fué despues nuestro cliente, i sus relaciones, asi como las del capitan jeneral Freire i otros actores de aquellos sucesos, nos han servido para formar esta relacion, en vista de los documentos oficiales de la época.

Chiloé el jeneral Freire con diez i ocho hombres, i se habia instalado allí pacíficamente a esperar la fragata; pero en su lugar llegó la goleta Elisa que iba a dar la noticia de la espedicion, i cayó en poder de los espedicionarios. Los dias pasaban i el jeneral no tomaba medida alguna: apénas se habian encontrado doscientos malos fusiles i trescientos pesos.-Urbistondo escribia a Lima sobre la fortuna que habian tenido en la toma de Chiloé, pero lamentaba la escasez de armamento i decia que si lo hubieran traido, habrian podido poner en pié de guerra un ejército de cuatro mil hombres. Al fin el 28 en la noche llegó la suspirada Monteagudo, pero tripulada i armada por tropas del gobierno. Su comandante Diaz finjió una completa docilidad a las indicaciones del práctico que salió a introducirla; pero a las pocas horas ya se habia apoderado sin dificultad del Orbegoso, de la Elisa i de las fortalezas. Al dia siguiente, la autoridad destituida se reinstaló, i el jeneral Freire con algunos de sus amigos se asilaron en una ballenera, de donde los sacó Diaz i los trajo prisioneros a Valparaiso. Así fracasó en poco mas de un mes la mal calculada espedicion de los chilenos proscritos, que estimulados por su desesperacion i engañados por sus esperanzas i por la fé que tenian en su causa, se habian lanzado sin recursos a una empresa tan arriesgada.

« AnteriorContinuar »