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en el horizonte del Perú, en los departamentos del Cuzco i Puno con el jeneral don Agustin Gamarra, que viniendo de Bolivia acaba de penetrar en esos departamentos, levantándolos como por obra de majia i proclamando en ellos la federacion. Despues del abrazo de Maquinhuayo, que, segun ya vimos, no fué otra cosa que la defeccion de la mejor tropa con que Gamarra contaba para batir a Orbegoso, aquel caudillo, burlado i despechado se refujió en Bolivia, donde Santa Cruz, su antiguo camarada en las armas i su rival en política, le acojió con consideracion i benevolencia. Ambos se conocian i en el fondo del corazon se odiaban, como que la codicia de dominacion i de vanagloria los dominaba igualmente; pero la violencia de Gamarra contrastaba con la calma de Santa Cruz, i mientras aquél propendia a cortar el nudo de cualquiera situacion difícil, éste preferia desatarlo. Ambos eran hábiles i esencialmente falsos por regla i por carácter. Apénas la fortuna con sus alas efímeras habia levantado a cierta altura a estos dos caudillos, ámbos se habian puesto a madurar en el secreto de su corazon planes de engrandecimiento personal, para cuyo logro contaban con los recursos de su propia carrera, militar i con las arterías i refinamientos de una diplomacia que les habrian envidiado los mas corrompidos gabinetes del viejo mundo. Ya hemos visto (16) como en 1831, hallándose a la cabeza de sus respectivas repúblicas estos dos caudillos, estuvieron a punto de venir a las manos, sin mas razon, en verdad, que sus celos mútuos, siendo necesario que Chile interviniese oficiosamente para ponerlos, sino en una paz verdadera, al menos en necesidad de aplazar sus conflictos. El pensamiento favorito de uno i otro habia sido siempre refundir en una sola nacion, bajo cualquiera forma, el Perú i Bolivia, sin perjui

(16) Tomo I, réjimen provisional, cap. V.

cio de dilatar todavía los límites de esta nueva potencia, cuando la ocasion se presentase propicia. ¿Quién ejecutaria primero esta obra? ¿Quién seria el afortunado que construyese i rejentase esta vasta potencia formada de las ruinas del antiguo vireinato peruano? Esta idea habia desesperado a entrambos ante el prestijio de Bolívar, a quien uno i otro habian osado emular i contra cuyo poder tambien habian conspirado separadamente, el uno (Santa Cruz) como ministro del mismo Libertador, fomentando el descontento de los peruanos i el pronunciamiento de la guarnicion colombiana (enero de 1827) que aquél habia dejado en Lima al ausentarse accidentalmente para Colombia; el otro (Gamarra) insuflando entre los bolivianos el odio contra su presidente, el virtuoso Sucre, e invadiendo el suelo de esta República con un fuerte ejército, hasta lograr la caida del vencedor de Ayacucho i extirpar de raiz la influencia de Bolívar en la república que llevaba su nombre. Todavía Gamarra habia ido juntamente con el presidente La Mar a hacer la guerra a Bolívar en el mismo suelo colombiano; pero esta vez la fortuna reservó a Sucre el espléndido desquite del Portete (febrero de 1829) donde como lugar-teniente de Bolívar derrotó el ejército de La Mar i Gamarra, i noble como siempre, les concedió retirarse sin molestarlos. Al fin, Santa Cruz i Gamarra suben casi al mis mo tiempo a la presidencia de sus respectivos estados. Entonces convierten sus celos, el uno contra el otro, no causándoles ya cuidado Bolívar, ni Sucre, envueltos como están en la bruma revolucionaria de Colombia, próxima a fraccionarse en estados independientes. Entre tanto, Santa Cruz pacifica a Bolivia i le da códigos, crudcs, poco congruentes, es verdad, pero que al fin son un ensayo honroso i en todo. caso una decoracion de su gobierno; organiza la hacienda pública i reforma i disciplina el ejército. Bolivia se presenta a los ojos del continente americano como un pais bien rejido.

Gamarra, por el contrario, apesar de su intelijencia i de sus dotes de administrador, no acierta a domeñar los partidos i durante los cinco años de su gobierno (1829-1833) tiene que compartir su atencion i los recursos del Estado entre los actos de la administracion i los arbitrios para conjurar las revueltas o sofocarlas. El Perú parece lisiado del jenio revolucionario, que el mismo Gamarra lleva en su pecho como una enfermedad orgánica, pues no bien deja la presidencia de la república a su sucesor Orbegoso, cuando entra de lleno en el camino de las conspiraciones i motines, hasta que las vicisitudes de que ya hemos hecho mérito, lo obligan a acojerse al hogar de su feliz i ahora poderoso émulo Santa Cruz. Pero en esta ocasion Gamarra se propone lisonjear la ambicion del presidente de Bolivia, a quien va a encontrar en la remota capital de Chuquisaca. Allí conferencian largamente sobre la necesidad de cambiar la faz política del Perú i de hacer nuevos arreglos en el mapa de esta república i de Bolivia. Para los dos es un convencimiento íntimo que la federacion hará la felicidad de ámbas naciones i que esta idea es ya una bandera de partido en los departamentos australes del Perú, sobre todo en el del Cuzco, cuna de Gamarra i donde aun tiene prestijio i partidarios. Mas para vencer las resistencias que presenta la condicion anárquica del Perú, se hace indispensable el auxilio de un gobierno fuerte, como el de Bolivia. Para ninguno de estos dos rivales es un misterio lo que el otro piensa i reserva en su pecho. Santa Cruz sabe que Gamarra no consiente en ser su segundo en este plan, sino con la esperanza de ser la cabeza, una vez realizado; i Gamarra sabe tambien que Santa Cruz no le prestará su apoyo, ni desenvainará la espada, sino para hacerse el árbitro i jefe de cualquiera nueva situacion. El uno fia sus esperanzas a su osadía i a las complicidades de la fortuna; el otro cuenta con las pro

babilidades que se desprenden de su poder actual, de su prestijio i de su tino diplomático. Esta misma mala fé de entrambos caudillos los pone de acuerdo, i Santa Cruz, que está a punto de estipular por un pacto solemne con los emisarios de Orbegoso i de la Convencion peruana la intervencion armada de Bolivia i que mira con molesta inquietud el feliz éxito de las empresas de Salaverry, lanza a Gamarra sobre el Perú i aguarda ansioso el momento de atravesar el Desaguadero, que forma parte de la raya divisoria de ámbas repúblicas. Gamarra previene a sus ajentes en el sur que la federacion es el deseo de los pueblos i procura que esta causa se haga popular hasta en la raza indíjena; penetra en Puno, i desde Lampa pide auxilios Santa Cruz, que no se los envía; subleva la division de Lopera, que pocos dias antes habia reconocido al gobierno de Salaverry, i el 8 de junio llega al Cuzco, que el coronel Larenas le abandona, retirándose con una division que Salaverry le ha confiado i que la desercion i el contajio revolucionario reducen casi a la nulidad. "La soberanía reside en vosotros (dijo entónces Gamarra en una proclama a los departamentos del sur). Los vínculos que la ligaban a un centro comun, se han disuelto. Al recobrar vuestros derechos imprescriptibles, habeis llegado a ser de nuevo los creadores del pacto que ha de uniros. Hablad i me vereis efectuar, con la decision del patriotismo mas puro, el resultado de vuestro pronunciamiento.... Tiempo es ya de que cesen vuestras vacilaciones; nada falta para que se fijen de un modo irrevocable".... En pocos dias Gamarra reune hasta dos mil quinientos hombres de tropa i es dueño de los departamentos del Cuzco i Puno.

Pero la actitud de Gamarra presenta cierta reserva mezclada de perplejitud que infunde mil dudas i sospechas en los que contemplan su conducta. ¿Es un instrumento de Santa Cruz, o ha proclamado la causa de la federacion

para realizarla independientemente de aquel caudillo? ¿Tiene el propósito de unirse a Salaverry, o seria capaz de unirse a él, a lo ménos, para desbaratar las tramas de Santa Cruz i Orbegoso? Todo puede esperarse, todo puede temerse de aquel hombre que, apesar de sus cincuenta años, lleva en su corazon un torbellino, i que en medio de su intelijencia i de su valor militar, no está seguro de lo que hará mañana.

En esto llega a Lima la noticia de que el ejército de Santa Cruz ha pasado la frontera e invadido el departamento de Puno. Salaverry se decidió entónces a tratar con Gamarra, mandándole como emisarios a su antiguo amigo i partidario don Juan Anjel Bujanda i a don Felipe Pardo, que no tardaron en regresar con un pacto, en virtud del cual Gamarra ponia su ejército a disposicion del gobierno, a condicion solo de que éste respetase i considerase a los partidarios que habian ayudado a Gamarra en el último pronunciamiento. Al pacto acompañó todavía este jeneral una carta fecha en el Cuzco a 29 de julio, escrita en estos términos:

SEÑOR DON FELIPE SANTIAGO SALAVERRY.

Mi apreciado ahijado:

Cuzco, julio 29 de 1835.

Por mas que se hable contra mí i se quieran interpretar mis mas sanas intenciones, jamas caminaré sino por la senda del amor patrio i del honor. Los amigos Pardo i Bujanda han escrito a Ud. con extension sobre todos los acontecimientos del sur del Perú; i ahora que el primero lleva esta carta, informará a Ud. de cuanto se ha hecho por estos lugares en bien de esta patria desgraciada. Mis comunicaciones oficiales desengañarán a Ud. de mi modo

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