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5. ESTADO ECONÓMICO I MORAL

Con la conquista de América, se abrian a la Metrópoli española nuevas i mui importantes perspectivas i mercados comerciales. Sus dominios, al parecer, no tenian término, reunidas las casas de Austria i de Aragon, en el grande imperio de Cárlos V i de Felipe II, i enseñoreadas del continente americano, cuyas riquezas i territorios aparecian como engrandecidos por la imajinacion de los conquistadores. Un imperio colonial estensísimo, casi ilimitado, se ofrecia a los gobernantes españoles. La industria del reino podia desarrollarse, i efectivamente se desarrolló, de una manera tan considerable, que las fábricas españolas tenian pedidos de productos hechos con seis años de anticipacion, para la esportacion a las colonias. Jamas pais alguno se encontró en situacion mas brillante que España, para establecer de una manera sólida las grandes industrias, alcanzando la primacía sobre las demas naciones de Europa, Con todo, cometió los grandes errores económicos señalados por la historia, entre los cuales figura quizá, como uno de los mas graves, la espulsion de los judíos i moriscos. Esta medida, dictada esclusivamente por el fanatismo relijioso, dió a la industria española un golpe de que no podria levantarse en adelante, enviando a las demas naciones del continente europeo, fabricantes, obreros i capitalistas, que debian establecer industrias rivales en diversas i apartadas rejiones. Junto con esto, se privaba a la península de una suma importante de capitales que debian necesariamente emigrar para robustecer otras naciones. Un estrecho e intolerante espíritu de secta, en materia rclijiosa, cortó el vuelo al espíritu científico español, haciendo imposible el desarrollo intelectual superior, i limitando sus producciones o la esfera meramente artística de la fantasía i de las bellas artes. Los paises que mas han prosperado en industrias i artes fabriles han sido los que asignaron a la ciencia el papel que le corresponde en el desenvolvimiento social. I para acumular errores, los monarcas españoles emprendieron guerras continentales costosísimas, sin provecho ni resultado prác

tico para su pais. España se desangraba en medio de un derroche continuado de los dineros públicos. Los tesoros de Indias se consumian estérilmente i las provincias de la Península se encontraban recargadas de impuestos abrumadores. Los monarcas. a pesar de las sumas fabulosas de que disponian "con el agua hasta encima de la boca", segun espresion de Cárlos Va la infanta gobernadora, en 1.o de abril de 1557.

La enorme accion militar desarrollada por los monarcas españoles, no solamente consumió cantidad considerable de capitales i de tesoros del reino, gravando al pais con impuestos de todo linaje, sino que tambien ocupó un número considerable de hombres, entregados a las tareas de la guerra. Forzosamente hubieron de abandonar las iudustrias, desamparando o reduciendo las fábricas. En virtud de las leyes económicas de relacion entre la oferta i la demanda, la disminucion del número de obreros trajo consigo el aumento de salarios, i la consiguiente alza en el precio de los artículos. Tan erróneas eran las ideas económicas dominantes en España que las cortes de Castilla, reunidas en Valladolid, decian: "Vemos que alza el precio de los víveres, paños, sederías, cordobanes i otros artículos que salen de las fábricas de este reino, siendo necesarios a sus naturales. Sabemos tambien que esa carestía no consiste sino en la esportacion de jéneros a las Indias..... Tan grande ha llega do a ser el mal, que no pueden ya los habitantes, con lo caro de los víveres i de todos los objetos de primera necesidad. Notorio es, e incontestable, que las Indias abundan en lana superior a la de España ¿por qué no se fabrican los indianos sus paños?.... Muchas de sus provincias producen seda.... ¿por qué no hacen terciopelos o rasos?.... ¿No hai en el Nuevo Mundo bastantes pieles para su consumo i aun para el de estos reinos? Suplicamos a V. M. se prohiba se esporten esos artículos...

Mas, si en realidad se hubiera querido consentir en que las industrias españolas se establecieran en América, debió permitirse el establecimiento de estranjeros en el Nuevo Mundo. Mas, los monarcas españoles no quisieron permitir ni la importacion de mercaderías estranjeras a sus colonias, ni la perma

nencia en ellas de súbditos estraños. En semejantes condiciones, sin obreros que no alcanzaban ni para las fábricas de la metrópoli, sin estranjeros, i sin espíritu alguno de asociacion i de empresa, no podian crear esas colonias industria alguna. Mas todavía, el ardiente espiritu nobiliario que ostentaban los españoles en América, les vedaba el ejercicio del comercio i de la industria, considerados como denigrantes, estableciéndose con esto una especie de prejuicio social en contra de la industria.

Hasta las ideas i prescripciones de carácter relijioso contribuyeron a dar fuerza a estos conceptos erróneos. La célebre bula de Alejandro VI, de donacion de las tierras descubiertas, escomulgaba a quien quiera que, sin permiso de los reyes de Castilla, negociara en Indias.

Áun los mismos súbditos españoles no podian emigrar al Nuevo Mundo sin vencer una serie de trabas, fórmulas i permisos, no siempre fáciles de alcanzar. Solo en 1585, en las Cortes de Monzon, vino el rei don Felipe II a conceder a los aragoneses el derecho de emigrar a América. El comercio no tuvo libertad suficiente, ni aun dentro de la misma Península, en sus relaciones con las colonias de Indias. Con el propósito de centralizarlo, se estableció la Casa de Contratacion de Sevilla, con la supervijilancia de cuanto se relacionaba con el comercio americano. Era tribunal, a la vez que oficina de administracion, hallándose sometidas a esta centralizacion las naves i mercaderías que comerciaban con América.

Sin obreros, pues, los españoles no alcanzaban para las propias fábricas de la metrópoli; sin capitales, pues éstos, como obra de la economía i del ahorro, solo se constituyen lentamente; sin espíritu industrial i de asociacion, sin emigracion estranjera, las colonias no debian poscer industria alguna. Mas tarde, cuando se vió la posibilidad de que se desarrollara la industria en América, en competencia con la metrópoli, las disposiciones administrativas vinieron a suspenderla i a prohibirla virtualmente. Sin otros horizontes de trabajo, los aventureros españoles en América se consagraron a la minería i a la agricultura. La mineria particularmente, provocaba su celo, pues en

ella aprovechaban mejor el trabajo de los indios, condenados a trabajar por cuenta ajena.

Los monarcas, por otra parte, sabian echar mano de los cápitales de sus súbditos, pretendiendo, con esto, ejercer derechos de soberanía. Así lo hicieron Cárlos V i Felipe II. En 1538 se apoderó el monarca de todos los tesoros llegados de Indias, sin atender a sus dueños para satisfacer las necesidades de la guerra en que se hallaba empeñado. En 1556, la flota de Indias habia llevado a Sevilla cerca de mil quinientos cincuenta millones de maravedises, de los cuales doscientos sesenta i uno pertenecian a la corona. Por órden de Felipe II, la primera gobernatura, por comunicacion de 1.o de marzo de 1557, mandó tomar posesion de todo el dinero.

De semejantes procedimientos, debia redundar un gran daño para el comercio de las Indias. Era natural que, en semejantes condiciones i en virtud de las leyes económicas que aumentan los precios con el riesgo corrido, las colonias americanas resultaran perjudicadas, disminuido su comercio, i con él, las espectativas de adelanto.

Estos procedimientos sumarios i arbitrarios de la corona, se repitieron en las Indias, donde los gobernadores, como Pedro de Valdivia i Hurtado de Mendoza, echaron mano de bienes acumulados a costa de grandes sacrificios por los conquistadores. Los monarcas se hacian dar donaciones estraordinarias por sus colonos; Felipe II, junto con anunciar a los gobernadores su exaltacion al trono, aprovechaba la ocasion, en 1556 para pedir donativos. La recaudacion de impuestos de Indias corria con las fundiciones de oro i plata, debiendo apartarse el quinto del rei.

Al terminar el siglo XVI, el estado de la colonia chilena o de Nueva Estremadura era lamentable. Su poblacion no pasaba de dos mil habitantes, repartidos en diez aldeas. La lucha, en Arauco, habia producido una serie de desastres para las armas españolas. Naturalmente, las noticias que llegaban a la metrópoli, del estado de la guerra incesante en la rejion de Chile, i de las dificultades para obtener rápida førtuna, no eran de naturaleza halagadora para los que deseaban emigrar. Los españoles que venian a las Indias se sentian, de ordinario, movidos por un

espíritu de aventuras, que debia apartarlos del cultivo pacífico de la agricultura. Querian labrarse una posicion que les hubiera sido difícil alcanzar en España. La prolongacion de la guerra de Arauco humillaba el orgullo castellano. Los monarcas de la Península i sus consejeros, no acertaban a comprender cómo un puñado de salvajes ponia en duros aprietos a los soldados acostumbrados a vencer en las campañas europeas, i hacian responsables á los gobernadores de las dilaciones i desastres de la guerra. Dos años de guerra, i a veces uno, espresa un historiador, bastaban para desprestijiar a gobernantes que habian tomado el mando, revestidos de una gran popularidad. Las fuerzas españolas habian sido considerablemente aumentadas. No se trataba ya de los cien hombres de Pedro de Valdivia; las operaciones militares empleaban cuerpos de quinientos i mas hombres. La colonizacion solo era posible en las provincias del norte. Las del sur estaban contínuamente espuestas a los peligros de la guerra.

Los trabajos de la agricultura i de la minería eran llevados a cabo por unos pocos esclavos africanos, de subido precio, i por los indios de servicio, cuyo número disminuia considerablemente. Los tratamientos a que estos últimos se hallaban sometidos eran tremendos; solian dislocarles un pié para que así no se arrancasen. Viendo que disminuian de un modo considerable los indios de las encomiendas, se recurrió al sistema de arrebatar a sus hogares a los indios pacíficos del sur, trasportándolos a las rejiones del norte. Con todo, los indios permanecian rehácios a la civilizacion i a la prédica del Evanjelio. La transicion civilizadora se efectuó por medio de los cruzamientos producidos entre los españoles i los indios domésticos. El mestizo formaba la transicion entre la civilizacion i la barbarie; de él nació la masa del trabajador del bajo pueblo chileno. Debian, naturalmente, participar de las condiciones de sus padres. "Los mestizos de Chile, escribia.el historiador González Nájera, entre sus naturales defectos, tienen una cosa buena, que es, ser por excelencia, buenos soldados, en lo cual aventajan a todos los soldados de las Indias. Mas, estos mestizos eran mirados en ménos por los hombres de raza española pura, de donde comenzaron

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