jero redondo, como causado por fuego; pero aquel agujero no tenia amplitud bastante para que pudiera salir por él un cuerpo humano. Abrióse el ataud por órden de la chancillería, y se le encontró vacío. Todos huyeron llenos de espanto, menos el arzobispo de Granada, los clérigos y los frailes, que no tenian miedo al diablo porque estaban acostumbrados á tratar con él. Exorcizaron pues al espíritu maligno, quemaron el ataud en el claustro, rociaron de agua bendita las cenizas, hicieron llenar de nuevo la sepultura, purificaron el templo, y despues de esto, salieron Ꭹ determinaron no se volviera á hablar mas del alcalde Ronquillo. Sin embargo, al dia siguiente apareció un agujero en el lugar de la tumba. Se mandó cegar. Volvió á aparecer al dia siguiente. Y así, apurando todos los medios posibles, exorcizando, conjurando, asperjando, tapando, se pasaron muchos dias. El tenaz agujero volvia á aparecer. Se dieron por vencidos, y el arzobispo de Granada dijo: -Hemos hecho cuanto se podia hacer, y el agujero continúa: esto es un milagro patente: esto es que el alcalde Ronquillo estaba condenado, y Dios quiere que se perpetúe la memoria de su condenacion. Cúmplase la voluntad del Señor. de Solo entonces don Antonio de Rojas rasgó su epitafio en latin, que estaba orgulloso. -¡Es lástima! dijo suspirando al rasgarle. Eran los mejores espondeos que yo habia hecho en toda mi vida; ¡pero en loor de un condenado! ¡Ah! ¡Perezcan, perezcan como su alma! Y el buen arzobispo se quedó tranquilo. Solo quedó de Ronquillo el horror de su memoria, y el terrible misterio de su catástrofe. 'EPÍLOGO. Si visitais un dia la iglesia de San Gregorio de Valladolid, vuestro cicerone, si le llevais, os dirá, ó si no cualquiera de los adjuntos de la iglesia: -Aquí doña María de Molina presentó á su hijo don Fernando á las Córtes para que le jurasen rey. Y luego, con paso lento y semblante misterioso, os llevará á otro lugar de la iglesia, os mostrará un agujero redondo, y os dirá: -¿Ve usted ese agujero? Imposible es que usted sepa quién ha hecho ese agujero, á no ser que se lo hayan dicho. qué? -¿Quién pues? preguntareis lleno de curiosidad. ¡El diablo! contestará acandilando los labios el cicerone. —¡Hombre, el diablo! respondereis con admiracion. ¿Y para -El diablo ha hecho ese agujero, os dirá vuestro guia, para llevarse al ALCALDE RONQUILLO. FIN. INDICE. LIBRO SEGUNDO. LA REINA LOCA. CAPÍTULO XXIV.-De cómo un asunto personal hizo perder CAP. XXX.-En que suceden cosas tan estraordinarias que 99 CAP. XXXI.-En que Ampuero encuentra un conocido anti- 117 CAP. XXXII.-Una de las historias de Gil de Ampuero. 127 160 167 184 CAP. XXXVI.—Una chispa que hace estallar un incendio.. 205 TOMO II. 107 CAPÍTULO XXXVII.-De cómo una intriga política puede pro- ducir un grave empeño de amor.. CAP. XXXVIII.-Una noche de horror. CAP. XL.-En que continúan los estraordinarios sucesos de CAP. XLI.-En que continúan las vueltas y revueltas de es- tos sucesos. 211 221 234 243 251 263 CAP. XLIII.-En que se trata de las varias alternativas de 287 CAP. XLIV-De cómo puede cambiarse en victoria una derrota. CAP. XLVIII.-El alma de doña María Pacheco. CAP. XLIX.-Los pensamientos de doña María. 325 342 348 CAP. LI. De la estraña caza en que se metieron Juan Bravo CAP. LII.-En que Gil de Ampuero se mete en una nueva CAP. LIII.-En que continúa el relato de estos estraordina- 381 CAP. LIV.-De cómo los comuneros tenian algo que buscar el Hermoso. 403 |