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ne á ser la paciencia con que se resignan á tolerar los atropellos y usurpaciones cometidos por los gobiernos perseguidores de la Iglesia, dejándose en consecuencia despojar humildemente de sus derechos, sin repeler la fuerza con la fuerza, pero sin consentir jamás en la injusticia de las usurpaciones, antes por el contrario encomendando á Dios la vindicta de su santa causa. Segun esta moral verdaderamente divina, los legisladores no tienen que temér en ningun caso de los Obispos, pero sí del Todopoderoso, cuando se desmandan, pues asi nos lo ha revelado, y desde el establecimiento de la Iglesia está patente en la historia, que el Señor ha condenado á la maldicion á cuantos príncipes han abusado de su autoridad contra nuestra santa Madre: y se viene á los ojos, que si la obediencia pasiva durase constantemente sin el socorro sobrenatural de Dios, la hubiera sido imposible sostenerse. Pero de tal modo, Señora, la sabiduría inefable del Espíritu Santo conduce el gobierno de la Iglesia, que los sufrimientos mismos de los Obispos y los sacerdotes la elevan en la consideracion de los mundanos, y poco á poco van preparando la opinion á los gobiernos justos, dándoles lugar á que reformen sus actos violentos, previniendo de este modo los castigos de la Providencia.

6. Sin embargo, se formaria una opinion muy equivocada de los Obispos, si se dedujese de esta obediencia pasiva que se habian confor

mado ni podian conformarse con los continuos atropellos irrogados á la Iglesia del Señor, y que por haber creido prudente abrazarse con una heróica paciencia mientras el Gobierno se hallaba sin completa libertad para imponer respeto á los malvados, se encuentran en el mismo caso en las circunstancias ya mas ventajosas de estos dias, en los que reunidas desde el célebre convenio de Vergara al régimen del Gobierno las dos masas numerosas de la nacion que se contrapesaban en sentido opuesto, ofrecen ahora á V. M. la garantía mas plausible para sostener con firmeza los principios religiosos innatos á su corazon, que han sido siempre la principal gloria de la Corona de España. La obediencia pasiva es la norma que adoptan los Obispos cuando, estrechados por un Gobierno perseguidor, ó lo que es todavia, mas terrible por el torrente revolucionario, carecen de tribunales y jueces á quienes recurrir en sus demandas, pues entonces apartan sus ojos de la tierra y los alzan á Dios, esperando el consuelo de su inefable misericordia, que jamás ha fallado ni fallará á la Iglesia; pero cuando existen tribunales y gobierno que proclama la justicia y la administra con imparcialidad, no cumplirian entonces con lo mas sagrado de su ministerio si no levantasen su voz en defensa de la Iglesia siendo de notar, que aun cuando por efecto de la maligna influencia de los hombres pervertidos se frustrasen sus reclamaciones, siempre sería mas ventajoso á la Religion dejar

patente la mala fe de sus enemigos que someterse á sus planes infernales.

7. Sería mejor, Señora, repito, segun observó ya el Nacianceno, que la Iglesia desamparada enteramente de la autoridad civil quedase entregada á sus propias fuerzas, que no el verse desamparada en realidad bajo la apariencia de una mentida proteccion. En el primer caso volveria á la carrera que continuó con tanta gloria mas de tres siglos, y la caridad ardiente de los fieles sostendria sus sacerdotes, sus templos y su culto, como novísimamente lo está haciendo la Bélgica, la Inglaterra, los EstadosUnidos americanos, y en las dilatadas regiones de la antigua América española; en vez de que, bajo la proteccion simulada del segundo caso, despues de no reportar utilidad ninguna temporal se llenaria de oprobio. En el primer caso, añadiré, libre la Iglesia del imperio del mundo, conservaria la pureza de la fe y su doctrina evangélica en medio de todas las vicisitudes humanas; y si bien correria riesgo de volver á acogerse á los sepulcros y catacumbas como en los primeros siglos, ó ampararse en los desiertos, nunca. se veria privada de la antorcha del Evangelio, y con ella sola vivificaria el universo, sostendria y practicaria en el retiro su doctrina santa, y haria triunfar en todas partes la verdad; en igual de que, en el segundo caso, se veria obligada á profesar principios opuestos á los suyos con apostasía de la cruz, permitiendo pasar el impío absurdo de

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que las vírgenes consagradas á la Religion, retiradas de la corrupcion del siglo y practicando el ayuno, la penitencia y austeridades de su regla, son inútiles á la edificacion de las costumbres; y que las mancebías, casas de disolucion y los teatros convienen mas al esplendor y civilizacion de las naciones: habria de reconocer que cuatro candelas ardiendo en las festividades de los templos empobrecen superfluamente á los pueblos y ciudades, y que los millares de hachas y vasos iluminados en celebridad de los acontecimientos políticos, muchas veces frivoloș, aumentan su riqueza; que los antiguos monasterios, que sacaron á los siglos bárbaros del caos y la servidumbre, destruyeron la civilizacion de Europa; que los nuevos conventos que propagaron la Religion en ambos continentes y ahora reclama con ardor la América, y aun han sido contemplados como absolutamente indispensables á V. M. para conservar la Habana y Filipinas, únicas joyas preciosas que dan esplendor al cetro de Castilla, sería preciso, continúo, que estos institutos religiosos y públicos al mismo tiempo, aprobados y establecidos por las leyes, ofendan la piedad, y que millares de sociedades secretas, siempre en guerra abierta con la tranquilidad del reino, prohibidas y condenadas por la Iglesia y el Gobierno, merecen la admiracion universal.

8. Los Obispos, Señora, no pueden tolerar ya mas tiempo semejantes blasfemias y abominaciones, y me atrevo á asegurar que si se

registrase la Secretaría de Gracia y Justicia no se encontraria uno siquiera que hubiese dejado de esforzar su voz de un modo ó de otro contra tamaños escándalos. Unos, penetrados del mas profundo dolor viendo las esposas de Jesucristo espirando de necesidad y sin el consuelo de poder iluminar el Santo de los santos en los tabernáculos, olvidándose de sus propios padecimientos y de los insultos de su dignidad, interponian piadosamente sus ruegos en favor de la porcion escogida de la Iglesia; otros, enternecidos al ver desmantelados los suntuosos templos y dilapidadas sus rentas, desnudos y hambrientos á sus poseedores ya esclaustrados, escitaban la animadversion del Gobierno y de las Cortes, y suplicaban en nombre del Señor por un pronto remedio; hubo varios que, espantados casi menos de la pérdida de las propiedades que del peligro eminente de los sacerdotes y las vírgenes, trasplantados arrebatadamente á la corrupcion del siglo, pusieron á Dios por testigo de que no condescendian en tales desacatos; quiénes de esta suerte, cuáles de otra, todos y cada uno manifestaron su reprobacion, y casi la mayor parte han descendido. al sepulcro horrorizados de espanto, y haciendo á Dios votos por su santa Iglesia.

9. En medio de estos contínuos lamentos, comparando ahora las esposiciones de los Obis pos, es digna de notarse la fuerza de la verdad en cada una de sus plumas, atendida la incomunicacion en que se hallaban. El infras

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