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cia, asiento del tirano. Un estritor ruso, testigo de aquel memorable suceso, ha pintado como incomprensible el terror, amilanamiento é inaccion del pueblo y tropa del imperio francés á la vista de sus enemigos, tanto mas cuanto que nadie puede disputar á aquellos naturales su heróico valor, su distinguido ingenio, y sobre todo una fogosidad en las batallas nunca desmentida desde el Cesar. Sin embargo, á los ojos de la fe no hay suceso mas facil de entenderse, considerando que la mano de Dios. obraba milagrosamente en aquel crítico momento, y que la Francia atónita representaba entonces la persona del sacrílego Heliodoro, azotado por el ángel por haber intentado ella despojar de su autoridad al gefe de la Iglesia.

12. Delante de un ejemplar tan próximo y terrible, se diria que no hubiera vuelto á empeñarse otra vez una cuestion semejante; pero los novadores, siempre incorregibles, no escarmientan, y bajo el pretesto de que una nacion constituida ó representada en Cortes goza de facultades omnímodas en cualquier clase de negocios, han querido someter los Obispos á esta teoría abominable, como si la Iglesia hubiera estado esperando el año 92 del siglo pasado en Francia, ó el 12, 20 y 37 del corriente en España: es decir, esperando la Iglesia á que, desenfrenada la impiedad abortada por los enciclopedistas, poblase las naciones de emisarios suyos ateos, indiferentes, apóstatas ó materialistas, para renunciar de la asistencia del

Espíritu Santo, y depositar su confianza en el mundo, siempre enemigo de Dios. ¡Qué blasfemia y absurdidad al mismo tiempo! Los Obispos españoles, pues, partiendo del principio inviolable que profesan de reconocer en el Gobierno la supremacía temporal, y guardar constantemente á V. M. y la Constitucion la fidelidad que han jurado á la cabeza de su clero, protestan unánimemente contra cualquier tentativa á la independencia de la Iglesia, en virtud de cuya declaracion reputan por nulo y atentado cuantas providencias hayan dimanado en tal sentido de las Cortes, violentadas sin duda por el terror de los anarquistas. Con todo, para que no se imagine que, escudado únicamente en ciertos principios generales, esquivo entrar en la cuestion de Cortes, voy á examinar los fundamentos que alegan los referidos novadores, y haré ver prontamente sus defectuosos raciocinios. Constituida una nacion en junta, dicen dogmáticamente estos políticos, reune por el mismo hecho en su seno la voluntad general de todos y cada uno de los ciudadanos de la monarquía, y por consiguiente disfruta un derecho indisputable para hacer, reformar leyes y abolirlas; y repasando las instituciones y reglamentos que la dirigian, para derogar lo que le pareciese, sin consideracion alguna á la posesion y prescripcion de antiguo ó de presente, porque todo debe ceder en contraposicion del bien público, principal objeto á que se consagra una bien ilustrada legislacion.

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13. El examen de estas ideas me emplearia poco tiempo si hubiera de emprenderlo en calidad de Obispo; pero además de Obispo soy ciudadano tambien, y atendiendo á que el Apostol no consideró ofendido su ministerio sagrado aprovechándose en cierta ocasion de tal prerogativa, yo me honraré de valerme de que ahora se me ofrece, con protesta de no servirme del ejercicio de ella sino por via de enlace, y para introducirme despues mas desembarazado en la cuestion, ventilándola canónicamente como Obispo. Presupuesta pues esta advertencia, diré ahora con la libertad de ciudadano, que los que se conducen por la doctrina antes sentada relativa al derecho de las Cortes, semejantes á algunos antiguos cruzados que, á pretesto del nombre de Cristo, iban sembrando la desolacion por los paises y asombrando al Oriente con su barbarie, licencia y ferocidad, ellos han renovado la misma escandalosa escena atropellando en nombre de la libertad los vínculos mas sagrados de la tierra y el timbre mas glorioso de la justicia. Gracias á la Providencia, el segundo error no ha sido de tanta duracion cual el primero, pues aunque fue proclamado por los asambleistas de Francia á fines del siglo pasado, la mayor parte de la escuela de los enciclopedistas, y llevado en triunfo por la irreligion é inmoralidad, cayó en el fango prontamente cuando menos se pensaba: diré la causa brevemente.-Al mismo tiempo que la revolucion francesa abortó

en Europa tanta multitud de crímenes, y se hizo á pesar de este escarmiento innumerables partidarios en todas las naciones atraidas del prestigio de la libertad, la actividad del comercio, que tomó entonces un vuelo nunca imaginado, la emigracion de muchos sábios célebres, el descubrimiento feliz sucesivo del vapor y varios otros motivos poderosos dieron un movimiento general á la comunicacion con los Estados-Unidos americanos, y el espectáculo imponente de aquella dichosa república quitó la ilusion á unos viageros que la visitaron, abrió los ojos á otros, y al modo que el estudio de la religion desconceptuó á los Cruzados que iban hollando las leyes y la hospitalidad en nombre de Cristo, asi igualmente el estudio de la libertad puesta en práctica en los EstadosUnidos, condenó al desprecio y á la execracion á los infames corifeos de la revolucion francesa, Doloroso me es sacrificar al plan que me he propuesto las brillantes pruebas que una comparacion mas estensa de la república francesa con la Union americana podia suministrarnos; pero ya que sea preciso ceñirme á estrechos límites, no omitiré decir que el principio característico de la democracia americana consiste en no depositar en el gobierno y cuerpo legislativo sino lo puramente necesario para dirigir la nave del Estado, quedándose los pueblos el pleno uso de sus atribuciones municipales, bienes, haciendas y goces personales, y ejerci cio, práctica y arreglo de su religion. La revo

lucion francesa por el contrario adoptó la base de que los constituyentes, hidra de setecientas cabezas, estaban revestidos de todos los derechos del pueblo francés; y como la mayor parte, segun se ha dicho, de aquellos enciclopedistas eran ateos, se aprovecharon de una teoría tan funesta para despojar con varios pretestos á la Iglesia, al clero, á los nobles, a los realistas emigrados, y suprimir el nombre de Dios en sus actos legislativos, cual si ellos mismos viviesen convencidos de que era de Satanás su obra. Los Anglo-americanos, verdaderos maestros de la libertad, siguiendo el impulso de esta virtud cívica y el de la influencia del Evangelio, progresaban, levantando al pueblo á un grado de civilizacion, prosperidad y moralidad que hace la gloria del género humano, al paso que los asambleistas retrocedian, convirtiendo los franceses en esclavos, impíos y salvages, y deformando enteramente la fisonomía del pueblo hasta entonces mas culto de Europa. ¿Cómo pudieron los convencionales conseguir esta transfiguracion tan pronta? La solucion es muy óbvia considerando ahora que el Gobierno se transformó en un tirano de muchas cabezas, servido en varios tiempos, si hemos de creer á los célebres historiadores, de ochenta y cinco mil sociedades secretas á la orden del infame Petion y otros tigres, y á las que prestaban obediencia los cuerpos de milicias nacionales. Con este sistema alevoso las lógias disponian de la milicia nacional, ésta del sufragio

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